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Abolir la reelección

El problema de la reelección presidencial, sobre la cual la Comisión de Venecia ha emitido un dictamen estableciendo que no se puede reconocer como un derecho humano, es un tema que debe ser discutido a fondo en Nicaragua, donde históricamente la reelección ha tenido consecuencias sangrientas y dolorosas.

Se puede decir que de hecho todas las guerras internas de Nicaragua han sido causadas por la reelección. Tomás Martínez, Roberto Sacasa, José Santos Zelaya, Emiliano Chamorro, Anastasio Somoza García y Anastasio Somoza Debayle, provocaron en los siglo 19 y 20 cruentas conspiraciones y asoladoras guerras civiles por sus ambiciones reeleccionistas. Y en la actualidad, Daniel Ortega, que al parecer no ha aprendido las enseñanzas de la historia nacional, o las menosprecia, se ha reelegido ya tres veces, una de ellas legalmente, en 2006, y las otras dos de manera ilegal e inmoral, en 2011 y 2016. Decimos que de manera ilegal e inmoral, porque fueron reelecciones facilitadas por un fallo judicial espurio y vergonzoso e impuestas por actos fraudulentos del poder electoral.

Según el secretario general de la OEA, Luis Almagro, el dictamen de la Comisión de Venecia pone en evidencia “la mala y reiterada práctica regional de modificar la Constitución durante un mandato para buscar la reelección o la posible perpetuación en el poder. En algunos casos, peores aún, se buscó (la reelección) sin cambio constitucional, mediante sentencias judiciales”.

Esto es lo que han hecho Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia y Juan Orlando Hernández en Honduras. Pero “nadie puede argumentar tener derecho a postularse a una reelección después de un mandato si la Constitución establece lo contrario”, dice Luis Almagro, quien explica además que “los límites contra la reelección buscan evitar la perpetuación en el poder y que la democracia se convierta en una dictadura de facto”.

Cuando Daniel Ortega se reeligió por segunda vez, en 2011, la Constitución de Nicaragua prohibía la reelección en períodos consecutivos y ejercer la presidencia más de dos veces. Pero Ortega burló la norma constitucional con una resolución judicial dictada por encargo; después redujo la oposición a una mínima expresión e impuso una reforma constitucional que le permite reelegirse cuantas veces quiera, y, como dice Almagro, perpetuarse en el poder.

Por esas experiencias nefastas la reelección debe ser prohibida de manera absoluta en Nicaragua. El partido Ciudadanos por la Libertad (CxL), en su propuesta de reformas electorales presentada el 5 de marzo pasado incluye la prohibición definitiva de la reelección presidencial. Esta magnífica propuesta de CxL es para un cambio constitucional o una nueva Constitución, no para una reforma electoral. Sin embargo es válida porque representa una parte esencial del cambio político que necesita Nicaragua; y presumiblemente por eso el secretario general de la OEA la tomó en consideración para presentar su consulta ante la Comisión de Venecia.

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