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Jóvenes, política y arbolatas

El gobierno Ortega-Murillo pasará a la historia con un símbolo que los representa a la perfección: los arbolatas. Figura de metal sin vida que refleja fielmente la ideología del orteguismo. En otras ciudades del mundo se esfuerzan por reforestar los espacios disponibles con árboles y plantas naturales para disfrutar la belleza genuina de sus flores, la generosidad de sus hojas compartiendo oxígeno portador de vida. El emblema de Managua no son madroños florecidos, son árboles de mentira hechos con la más vil de las hipocresías. En ellos no encontramos sabia, oxígeno ni hojas, solo cables y electricidad que nos vende Alba-Generación. Tornillos, alambres, burbujas de vidrio y pintura simulando vida, espejismo de un futuro sin futuro. No necesitan agua, como si la señora Murillo adivinara que también el vital líquido se agotará junto con los bosques, sometidos a la depredación irresponsable, lucrativa, impunemente propiciada.

Los jóvenes nicaragüenses no quieren más simbolismo con palabras huecas y fantasía malintencionada. La visión orteguista de Nicaragua sembrada de arbolatas de luces y colores para embriagar la mente y los sentidos nos está conduciendo al despeñadero. Para los jóvenes el problema no es quien apaga el fuego, si ticos o nicas, sino quién facilita la barbarie, quién está detrás de los colonos, quienes propician la escasez de agua, quiénes y a qué costo exprimen la explotación maderera, minera, etc.

“Amor, Vida, Paz”, todas son palabras huecas en boca de un gobierno hipócrita. Por un lado quieren controlar las redes sociales para “proteger del odio” a las familias y los jóvenes. Pero por otro, fomentan en la juventud una mentalidad de Apartheid-S.XXI, idéntica al separatismo racial de siglos pasados, con la única diferencia que los rótulos que antes decían “sólo para negros” o “sólo para blancos” ahora dirán “sólo para Juventud Sandinista (JS)”. ¿Cómo esperan que reaccionen los jóvenes si tienen su propio país cundido de rótulos orteguistas que les prohíben llegar, circular o permanecer en plazas y calles, porque les pertenecen a otros jóvenes políticamente afines con el gobierno? Si quieren controlar las redes sociales es porque ahí la población se comunica, se autoconvoca, se expresa libremente. ¿No ven el odio y la violencia que están incubando con su política de apartheid contra aquellos que ustedes clasifican como ciudadanos de segunda, sin derechos? La juventud no quiere ser más carne de cañón, como vimos recientemente en las rotondas o en los años ochenta que confrontaron joven contra joven en guerra fratricida.

Los jóvenes no quieren rendir culto a una ideología representada por un arbolata oprobioso; quieren sombra fresca de un frondoso malinche florecido, verdadera y genuinamente libre, natural. Los jóvenes no quieren su interior vacío como la sociedad que quisieron construir los socialistas en el siglo XX y ahora quieren revivir en el siglo XXI. Son de carne y hueso con vida y alma, pensantes por derecho y naturaleza. No quieren más estigmas que los marquen desde niños: “no podés… no sabés… no querés”. Sí quieren una verdadera educación y cultura para pensar, hablar, correr en su propia dirección, no en la que imponga el jefe de la JS. No son simples estadísticas de exámenes aprobados para satisfacer el ego de un gobierno que condena su calidad como futuros profesionales. No son vacías mente-latas que les tienen que decir cuándo, cómo y en qué bus subirse para ir no saben dónde. Los jóvenes ya decidieron, se quedan a cambiar Nicaragua como deseaba el padre Fernando Cardenal. Tienen derecho, es su futuro. Los jóvenes exigen respeto.
El autor es administrador de empresa.

Opinión árboles de la vida Daniel Ortega Nicaragua archivo
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