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Ritornello

Quienes participamos, ya adultos, en la lucha contra la dictadura somocista reconocimos que el toque final para su derrocamiento lo dio la juventud de los años setenta del pasado siglo.

Todos los partidos de oposición democráticos y aun los no democráticos le dimos apoyo a “los muchachos” que eran torturados y muertos por la guardia somocista; también la sociedad civil, no organizada todavía por aquellos años. Fue el comercio, es decir, los comerciantes con “los paros”, un gran factor para que la dictadura se tambaleara.

Aquel gobierno atrozmente autoritario encarceló y torturó a los valientes y porfiados hombres y mujeres de negocios de los que surgió un partido político que los agrupó durante la lucha final, jefeados por Alfonso Robelo: el Movimiento Democrático Nicaragüense (MDN) de fugaz vida política.

El movimiento de la juventud actual, muchachos que supongo hijos de aquellos luchadores juveniles, aunque sin memoria política de aquel entonces porque no tienen formación ideológica, enhorabuena opinan muchos, es un caso extraordinario de sensibilidad humana. Los universitarios nicaragüenses que se han tirado a la calle desarmados, a pecho descubierto este 19 de abril, reclamando el derecho abolido de viejos lisiados e incapacitados de recibir una escuálida pensión del Seguro Social, derecho que por decreto presidencial sería rebajado en un 5 por ciento a partir de julio 2018, merecen nuestra admiración, gratitud y respeto. Solo ellos pudieron con pasos heroicos que la dictadura actual diera un paso atrás y revocara el infame decreto.

Curioso, porque en Nicaragua todo es curioso, quienes hoy desde el Gobierno castigan a los que prometieron defender, son los mismos muchachos de los años setenta, ahora envejecidos, feos, ensoberbecidos y borrachos de riqueza y poder.

La juventud actual está siendo masacrada en este país, donde todo parece ser cíclico. Los que ayer fueron perseguidos son hoy los perseguidores. La Policía de este régimen caído desde siempre en el autoritarismo, ayudado por esas fuerzas oscuras creadas por una mujer de poder y poeta, han segado la vida de 26 muchachos manifestantes de varios departamentos y la de un periodista de Bluefields, protomártires de las luchas que presiento se avecinan.

No quiero caer en vaticinios funestos. Sin embargo, estos jóvenes con su generosidad y arrojo nos hacen pensar que la calma aparente, que la apatía ante los abusos del Gobierno han terminado.

Las escenas de caprichos como los jardines de flores carísimas que decoran cualquier acto de gobierno. El secretismo administrativo que viola la Ley de participación ciudadana y algo más reciente porque toca los últimos y dolorosos sucesos de tantos jóvenes heridos, muertos, desaparecidos en apenas seis días de rebeldía ciudadana ha sido el silencio despectivo del comandante Ortega que como presidente no pidió disculpas por los abusos de las “turbas divinas” creadas por él. No manifestó pesar por los jóvenes caídos por los disparos de su Policía, no dio el pésame a las familias dolientes. Esa actitud no asumida era de esperarse en un gobernante que usa el lema de “cristiano, socialista y solidario”. Nada manifestó en su inusual aparición pública.

Más bien se rodeó de fuerza, del jefe del Ejército y de miembros de la Policía en una escena y en otra de gente de la empresa extranjera (de la zona franca). Ha manifestado insensibilidad ante el dolor del pueblo.

Por otra parte la compañera Rosario en su alocución en los días álgidos calificó a los jóvenes manifestantes de “vampiros que reclaman sangre”. Otra desdichada frase de la compañera fue “grupos minúsculos y tóxicos”. Se hubiera lucido como poeta al menos, si dijera: muchachos, comprendo su rebeldía en flor. ¡Cálmense! Frase de los poetas toritos; pero recuerde que a los poetas todo se les perdona. A los gobernantes, no. Todo se les cobra.

La autora es profesora jubilada.

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