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El diálogo que se rompió

Se rompió el diálogo. Los obispos “entregaron de corazón sus capacidades y su tiempo para llevarlo adelante, expusieron hasta sus vidas, fueron transparentes frente al pueblo y actuaron con gran amor al país”. En la última sesión presentaron un documento que recoge lo consensuado en miras a buscar una “hoja de ruta a las elecciones libres y democratización de Nicaragua”. La representación gubernamental nunca quiso entrar a discutir dicha agenda, aludiendo de que la misma era “la ruta para un golpe de Estado”.

Una cosa quedó clara, “la falta de consenso entre las partes”. En el fondo la táctica de la delegación del Gobierno fue: ganar tiempo, con el propósito de bajar la tensión y que la gente pierda interés, pero al ser interrogados por los obispos de si tenían poderes plenos para negociar, la respuesta fue negativa, en resumen, toda determinación tenía que ser consultado con El Carmen, es decir, con el presidente Ortega.

Ante esa situación el diálogo colapsa, ya que una de las partes no tiene ningún poder para negociar, depende de alguien que no está presente. Hay tristeza en el ambiente, los obispos se sienten impotentes y todos se imaginan lo que se nos viene encima.

No tuvimos que esperar mucho, León fue atacado, una brutal represión a toda escala con gente extraña a la ciudad, en la que perecieron hasta el momento que escribo estas notas, dos personas, entre ellas el estudiante de medicina Manuel de Jesús Chávez Chavarría (muerto de un tiro a la cabeza), secuestro a 17 jóvenes universitarios que se encontraban en un puesto médico realizando labores de auxilio como médicos, ataques a iglesias como el Calvarito, incluyendo lesiones a su párroco el sacerdote César Ramírez, cantidad de heridos y muchos presos.

Chinandega sufrió la misma dosis, y en Ocotal el doctor Erick Rivera fue herido por turbas orteguistas mientras se manifestaba en un plantón. Sangre, sangre, más sangre. Lo que no se quiere entender es que estamos en presencia de una revolución pacífica, una revolución más que política es moral. Sin matices ideológicos, con un profundo amor patrio. Lo que se pretende es enrumbar al país por el camino democrático, proyecto que fue traicionado en la revolución del 79 y que ahora los jóvenes y campesinos replantean con nuevos brillos.

Este movimiento no tiene un liderazgo jerárquico, que carece de la cara a quien comprar o corromper, que se nutre de la autoconvocación espontánea, fruto en parte de la tecnología ya que la verdadera arma que se ha usado han sido los teléfonos modernos.

Todos nos preguntamos: ¿Vamos a repetir lo ocurrido en el 79? (la destrucción del país). La respuesta la tiene el presidente Daniel Ortega, si prefiere el olivo de la paz o el acero de la guerra.
El autor es abogado.

Opinión CEN diálogo nacional golpe de Estado archivo
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