Haciendo un recuento de las cuatro oportunidades anteriores por título mundial de Carlos Buitrago y preguntándonos qué ha fallado, hay un denominador común: falta de preparación de élite. ¿Cómo es posible que un joven prometedor con cualidades técnicas atractivas se mostrase en desventaja ante púgiles con menos argumentos para vencerle? La única respuesta es la poca confianza poseída en sus reservas de combustible sobre el ring. Solo pensando de esa manera un boxeador no es capaz de soltar a ritmo frenético de los latidos de su corazón las combinaciones de golpes.
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El primer aviso sucedió en 2013 contra el campeón Merlito Sabillo. En Nicaragua se apostaba por una victoria del púgil del terruño. Sabillo era un campeón en blanco y negro, de Tigre como se hacía llamar solo le quedaba el nombre y las mañas. Buitrago partió a Filipinas y se dedicó a mantener la distancia a base de jab, olvidó lo primordial para estas cita: el coraje desmedido. Finalmente el combate fue tan cerrado que un juez vio ganador a Buitrago, otro a Sabillo y el última empate. Ahí es donde surge el hubiera. “Si hubiera arriesgado un poco más la historia se contaría diferente”.
En 2014 su siguiente chance parecía todavía más sencillo. Thammanoon Niyomtrong. Un tailandés sin las credencias de parecer un boxeador duradero. Sin pegada, sin estilo, siendo su máxima arma el desorden y las mañas, además de lo incómodo. Buitrago en dos ocasiones cayó en su mismo juego. Perdió dos veces por decisión unánime —la segunda pelea en 2016—, no confió en soltarse e impactar aún cuando la pegada del rival no representaba peligro porque sus pulmones se asfixiarían antes del décimo segundo asalto.
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Y el último, Hiroto Kyoguchi en 2017. Un Buitrago debilitado, desgastado por marcar la categoría fue vencido por un boxeador de mayor cualidades y talento, pero aunque en esa ocasión no le faltaron las agallas al nicaragüense, si las fortalezas y por ende su preparación volvió a ser cuestionada. Este sábado para que Buitrago sorprenda dependerá de su compromiso en el gimnasio.