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Santo Domingo de Guzmán no es oficialmente el patrono de los managuas. Es un patrono de facto, con millares de seguidores. De acuerdo con historiadores, hay datos que sugieren que para 1853 las fiestas en honor a la imagen ya eran tradición en la capital. FOTO/ Oscar Navarrete

Santo Domingo de Guzmán, la “diminuta imagen” de la discordia en Managua

Secuestros, balaceras, tumultos, pleitos y manipulación política han empañado las festividades de Santo Domingo de Guzmán a lo largo de su historia

Había transcurrido menos de un año desde el terremoto del 23 de diciembre de 1972 y Managua seguía en ruinas. Por órdenes del gobierno una parte de la ciudad, la más derruida, se encontraba cercada y hacía siete meses que ningún vehículo civil circulaba por ahí. Justo en esa zona estaba (y todavía está) la parroquia de Santo Domingo; de modo que la Iglesia católica dispuso que por una vez, dadas las circunstancias y para ahorrarse tragedias, la imagen del santo no pasaría sus fiestas hospedada en la iglesia homónima, sino en la de Santa Ana.

Hasta las 2:00 y pico de la tarde de ese miércoles primero de agosto todo pintaba normal. Las mismas vacas culonas, los mismos devotos promesantes, la misma música de chicheros, el mismo guaro y los mismos borrachos de siempre. Pero unos minutos antes de las 3:00 la multitud aguardentosa arribó al Gancho de Caminos, sin previo aviso rompió la alambrada y enardecida llevó al santo por su ruta tradicional hasta meterse en la parroquia, haciendo saltar las puertas del templo.

Esa tarde varios vieron en la iglesia al ya famoso Lisímaco Chávez y su presencia les pareció sospechosa. No era para menos. Lisímaco había sido el autor intelectual del célebre y, para algunos, sacrílego secuestro ocurrido 12 años antes, en 1961, cuando la muchedumbre arrancó la imagen de Mingo de su iglesia en Las Sierritas y la trasladó chineada a Managua, con todo y pedestal.


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Sin embargo, esta vez el propio Chávez fue a limpiar su nombre ante el párroco de Santa Ana, Ricardo Chavarría. Al mediodía del jueves se apareció en el templo para explicarle que ahora sí él no había tenido nada que ver en el rapto de la imagen, relató el Diario LA PRENSA en su edición del 3 de agosto.

Por su relevancia histórica, y también por pintorescos, los secuestros de 1973 y 1961 son capítulos especiales en la historia de las fiestas paganorreligiosas de Minguito en la capital; pero en realidad la imagen del santo ha sido protagonista estelar de numerosos sucesos que han creado malestares políticos y tensión entre la Iglesia y el Estado o que, en los peores casos, han devenido en balaceras, molotes y apedreamientos.

Este año se esperaba que Reyna Rueda, electa alcaldesa de Managua en los irregulares comicios de 2017, asumiera su papel de mayordoma de las fiestas patronales, un honor que hasta ahora y durante 15 años consecutivos la Iglesia había otorgado al edil en turno. No obstante, debido a la crisis que Nicaragua vive desde abril, el clero decidió entregar la tajona de la mayordomía a dos sacerdotes: el párroco de Las Sierritas y el de la iglesia Santo Domingo de Managua.

El cardenal Leopoldo Brenes ha pedido, además, que las procesiones se realicen en calma, con austeridad y sin alcohol, lo que de cumplirse también marcaría un hito en la historia de la tradición.

Por el momento le contamos conflictos surgidos en el contexto de las fiestas de Minguito, el patrono de facto de los managuas.

Se esperaba que la alcaldesa de Managua, Reyna Rueda (al centro), fuera la mayordoma de las fiestas este año; pero la Iglesia encargó esa misión a dos de sus sacerdotes. Con esto se rompe una tradición que ya llevaba quince años consecutivos. FOTO/ Oscar Navarrete 

Santo Domingo de Guzmán bajará con modestia 


EL ROBO DE 1961

Todo comenzó con un decreto de la Curia. En un edicto firmado por el arzobispado de Managua el 3 de mayo de 1961 y publicado por LA PRENSA al día siguiente, en el que escuetamente se explica por qué ya no sería posible realizar la procesión de la “traída” del santo. Resultaba que en abril la iglesia Santo Domingo de Las Sierritas había sido elevada a categoría de parroquia y de esa manera quedaba desligada de la iglesia Santo Domingo de la capital.

Ahora, en su nuevo nivel de parroquia, el templo de Las Sierritas asumiría la función patronal y la celebración de Mingo se realizaría “el día asignado al calendario ritual, o sea el 4 de agosto”, en la iglesia parroquial. En el mismo documento la Curia de Managua advertía que los fieles debían “tomar debida nota de no hacer más promesas de concurrir a una procesión que ya no podrá haber” y sugería que “los que ya las hubieren hecho” pidieran a su correspondiente párroco que las cambiara “por otra buena”.

Además, a fin de que ningún devoto quedara insatisfecho en “anhelo fervoroso”, el párroco de Las Sierritas abriría una “misión piadosa, en los días de fiesta patronal, con predicación, misa y administración de sacramentos”.

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El resultado fue que en la víspera del inicio de las fiestas ya había amenazas de secuestro de la imagen y en la madrugada del primero de agosto se registraron “dos intentos menores de sustraer al santo” de su morada.

El secuestro finalmente ocurrió cuando iba a comenzar la misa, a las 5:35 de la mañana. De pronto la gente que se encontraba en el interior de la parroquia avanzó en una sola masa hacia el altar mayor y arrancó la pequeña imagen de la peaña donde precavida pero infructuosamente había sido clavada.

De acuerdo con la crónica periodística de la época, los guardias nacionales estratégicamente colocados para evitar el rapto del santo opusieron una “resistencia mínima” y “vieron alejarse la imagen hacia la puerta principal, en medio de un mar de cabezas y brazos agitados”.

De nada valieron las advertencias de excomunión que el párroco lanzó sobre los promesantes. A las 6:00 de la mañana la multitud emprendió el viaje hacia la ciudad en una procesión que los periodistas llamaron “la marcha de los excomulgados”. Allí iba Lisímaco Chávez, ayudando a cargar al santo, que esa vez viajó a Managua acompañado por unas cinco mil personas y precedido por tres o cuatro hombres que hacían sonar viejas latas.

No faltaron ni la pólvora ni el guaro ni los verdaderos devotos. En el camino familias enteras se unieron a la procesión y faltando veinte minutos para las 4:00 de la tarde los sacerdotes abrieron suavemente las puertas de la parroquia de Managua para dar paso a la inmensa muchedumbre.

Las fiestas, a pesar de todo, se desarrollaron en orden y en los días siguientes los devotos visitaron al santo en la parroquia que cada año le da posada durante diez días. El 2 de agosto el arzobispo de Managua emitió un decreto de excomunión para los rebeldes que habían “conspirado directa o indirectamente contra la autoridad eclesiástica y sus legítimos mandatos” y para “quienes por sí o en complicad con otros provocaron a la desobediencia y a la rebelión”.
Lisímaco fue uno de los excomulgados, pero hasta el final de sus días no dejó de subrayar que de no haber sido por ese secuestro, tal vez allí habría muerto la tradición de las procesiones de Santo Domingo de Guzmán.

1961. Así tituló LA PRENSA la noticia del secuestro de “Mingo”, la primera vez que Lisímaco Chávez se la robó. El santo fue arrancado del altar y alzado con cuerdas por los secuestradores. La procesión, pese a todo, se realizó en calma y con devoción.

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El polémico Lisímaco Chávez 

Lisímaco Chávez fue uno de los personajes más populares de Managua y gran protagonista de las fiestas patronales de Santo Domingo de Guzmán. Nacido en Diriamba, a los dos años de edad se mudó con su familia a la capital, donde murió el 6 de enero de 2006, a los 77 años.

Se hizo famoso en 1961, cuando se robó la imagen de Santo Domingo, oponiéndose así al decreto de la Iglesia, que había decidido descontinuar la tradición de las procesiones entre Las Sierritas y Managua. En julio de 1963 la volvió a secuestrar y, de acuerdo con el periodista Pablo Emilio Barreto, la tuvo escondida en Diriamba, “dejando a todo mundo a la expectativa de lo que podría pasar”. Minutos antes de las 6:00 de la mañana del primero de agosto el santo fue llevado a la iglesia de Las Sierritas, asegura Barreto en su texto: “Santo Domingo de Guzmán: datos biográficos esenciales”.

Por sus diferencias con el poder eclesiástico y el político, estuvo preso tres veces: 1961, 1963 y 1964. Y en la última se perdió las únicas fiestas de su vida. Se dijo en aquel momento que se le había encarcelado para evitar que volviera a robarse al santo; él sostuvo después que la verdadera razón había sido que se opuso a la mayordomía de un personaje somocista.

Aunque tuvo que luchar contra numerosos detractores, Lisímaco logró instalar la tradición de la Vela del Barco en San Judas, donde repartía abundante comida y su antihigiénica “chicha de las siete quebradas”, que según él preparaba con el agua que usaba para enjuagarse siete partes secretas del cuerpo luego de cuatro días de no bañarse. Ahora su familia mantiene la tradición.

Se hacía llamar el “torólogo”, en los años sesenta se le relacionaba con negocios de cantinas, juegos y prostíbulos y, pasiones aparte, nadie puede negar su importancia histórica en la tradición de las festividades de Santo Domingo de Guzmán. Sin Lisímaco probablemente ya no existiría la fiesta como la conocemos. Quién sabe…

El célebre Lisímaco Chávez fue todo un personaje y en Nicaragua su nombre está inevitablemente unido al de Santo Domingo de Guzmán. Nunca fue mayordomo. LA PRENSA/ Oscar Navarrete

TUMULTO EN EL GANCHO DE CAMINOS

1991 fue un mal año para Minguito. El primero de agosto una turba, que los testigos identificaron como sandinista, armada con palos, piedras, botellas de vidrio y varillas de hierro, arremetió contra la procesión. El entonces párroco de la iglesia de Santo Domingo, Jesús Hergueta, afirmó que aquello tenía “raíces políticas y con doble propósito, reflejados en agredir al alcalde de Managua y estropear la fiesta”.

Ese año el mayordomo era el liberal Arnoldo Alemán Lacayo, entonces alcalde de Managua, y los medios de comunicación en aquella época afines al Frente Sandinista de Liberación Nacional, recién derrotado en las elecciones generales de 1990, comunicaron con gran regocijo la agresión sufrida por el edil. “Palos y piedras contra el nefasto alcalde”, tituló El Nuevo Diario. Y Barricada destacó: “Rescatan a Alemán de furia popular, Policía salva a alcalde ante enojo de capitalinos”.

Sin embargo, de acuerdo con los promesantes y los cargadores del santo, no fue “el pueblo” quien agredió la marcha, sino “turbas jefeadas por el hijo de Lisímaco Chávez”. Unas trescientas personas, “entre hombres, mujeres y pandilleros del barrio San Judas” que empezaron a tirar piedras en el trayecto del Gancho de Caminos hacia los escombros de Managua.

Arnoldo Alemán escapó ileso; pero al padre Hergueta recibió una pedrada en la espalda, a su monaguillo le quebraron la nariz con una piedra y luego la imagen del santo fue profanada y parcialmente destruida.
La procesión logró llegar al templo y estando ahí corrió el rumor de que “unas gentes querían robar la imagen” para llevarla al barrio San Judas. Entonces los cargadores buscaron cómo proteger al santo, pero unos “cien vagos lograron quitárselos” y lo llevaron a recorrer los alrededores del templo.

Los disturbios dejaron dos muertos, cincuenta heridos y ningún alcalde lesionado. La limosna desapareció del templo y al Cacique Mayor le robaron una flecha.

Años más tarde, en 2004, el polémico Lisímaco admitió en entrevista con El Nuevo Diario que efectivamente había estado detrás del suceso, pero lo atribuyó a razones no políticas. “Yo me he peleado con todos los poderes de este país: con la Guardia, con la Iglesia y con un presidente, con Arnoldo Alemán, que, cuando era alcalde a inicios de los 90, dijo que no me quería ver en las fiestas. Por ese atrevimiento lo bajamos a pedradas ahí por el Gancho de Caminos”, afirmó.

En honor a la verdad, quizás Alemán no lo haya querido ver en las fiestas porque por su causa en 1990 los cargadores tradicionalistas lo dejaron burlado, vestido, alborotado y esperando, con el barco preparado. Pasaron de lejos y no entregaron la imagen al alcalde y mayordomo como muestra de su repudio a su decisión de incluir a Lisímaco en la organización de las fiestas. O al menos eso dijo Clemente Guido Martínez en aquel momento.

La imagen de Santo Domingo de Guzmán sufrió daños durante los disturbios de las fiestas de 1991.
Acercamiento de la imagen de Santo Domingo de Guzmán, que pasa todo el año en Las Sierritas, excepto los diez días que se hospeda en el viejo centro de Managua.  FOTO/ Óscar Navarrete

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BALAS, BOLSAS Y PIEDRAS

El 10 de agosto de 2011 volvió a correr la sangre durante una procesión de Santo Domingo de Guzmán y de nuevo el dedo acusador se dirigió a turbas orteguistas, esta vez claramente identificadas con las camisetas de “Amor y Paz” y “Yo Amo a Daniel” que portaban algunos de sus miembros.

Esa tarde Enrique Quiñónez, candidato a la Presidencia de Nicaragua por la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), se encontraba realizando proselitismo político cerca de la rotonda Centroamérica, durante la “dejada” del santo. Desde una tarima él y sus seguidores entregaban agua, juguitos y gorras a los promesantes cuando la turba empezó a tirarles bolsas con agua y luego piedras.

El cuerpo de seguridad del diputado Quiñónez se puso a la defensiva alejando a los agresores y pronto el disturbio escaló a una balacera que dejó heridos a dos hombres tradicionalistas, uno de ellos vaca culona. Quiñónez le echó la culpa a la Policía Nacional y en conferencia de prensa aseguró que un oficial había entregado su arma a un agitador orteguista, con luz verde para utilizarla. La Policía, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y los medios de comunicación del Gobierno responsabilizaron a la gente del candidato a presidente.


 

El alcalde Herty Lewites baila triunfalmente cuando por fin fue nombrado mayordomo de las fiestas de Santo Domingo de Guzmán, en 2003. FOTO/ Óscar Navarrete

Menciones especiales

En 2001 le fue negada la mayordomía al alcalde Herty Lewites, cuando la Iglesia era dirigida por el cardenal Miguel Obando y Bravo. Ese año el mayordomo fue Clemente Guido Martínez, director de Cultura de la Alcaldía de Managua. La elección eclesiástica causó mucha controversia y se atribuyó a “razones políticas”, pero Herty optó por una postura de no confrontación. En 2003 finalmente pudo alzar la tajona de las fiestas.

En 1964 corrieron rumores de que Lisímaco Chávez iba a robarse de nuevo la imagen de Santo Domingo. Efectivamente, en la “traída” del santo un grupo de hombres que se creyó actuaban “con instrucciones de Lisímaco” arrebató la imagen de Mingo de las manos de miembros del Comité de Festejos de Santo Domingo cuando la conducían a Managua. Una patrulla de la policía de Managua intervino y los obligó a regresarla de inmediato. Lisímaco fue encarcelado durante todas las fiestas patronales, para evitar futuras intentonas de secuestro.
En 1992 el padre Jesús Hergueta fue “renunciado” como Mayordomo por los cargadores tradicionales. Nuevamente Lisímaco Chávez fue el elemento de discordia. El sacerdote había autorizado que el barco fuera velado en San Judas y a los cargadores no les gustó la idea pues “no era parte de la tradición”. Entregaron la Tajona a Domingo Canales, un comerciante de zapatos.


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EL SISMO QUE NO FUE Y EL CICLÓN QUE SÍ

La noche del primero de agosto de 1973 fue decididamente extraña en Managua. Una radio del Estado tenía a todos con los nervios de punta, luego de pasar durante cuatro horas una alerta de sismo casi inminente nacida en las observaciones que el ingeniero Carlos Santos Berroterán (famoso por haber augurado el terremoto de diciembre del 72) hizo al campo magnético de la capital.

La gente no durmió. Y una parte de los managuas insomnes se quedaron en la iglesia de Santo Domingo que esa noche permaneció alumbrada por la luz de un centenar de velas, en medio de los escombros de la ciudad cercada.
El falso sismo fue aprovechado por el somocismo para respaldar el atropello que la Iglesia había sufrido cuando la muchedumbre no respetó la orientación de llevar la imagen de Mingo a la iglesia de Santa Ana, donde ya le esperaban, y no a la parroquia afectada por el terremoto del 72.

El diputado somocista Panchito Argeñal declaró que si el sismo no había ocurrido era gracias a un “gran milagro” de Santo Domingo, pues aparte de las inusuales alteraciones en las brújulas del ingeniero Santos Berroterán, “el calor” de la noche del primero de agosto era claro augurio de un nuevo temblor.

Ese año el santo se quedó en su iglesia. No fue a Santa Ana. Y aunque no hubo terremoto, el 10 de agosto se presentó un “cicloncito” de vientos enfurecidos que inundó Managua, destruyó casas y remojó a los promesantes que por la tarde iban a dejar al santo a su hogar en Las Sierritas. Ese nadie lo había vaticinado.

 

En un acto de vandalismo dos sujetos botan la puerta sur de la iglesia Santo Domingo de Managua para permitir la entrada de la multitud, luego de desviar la ruta de la procesión del santo, en 1973.

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