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El verdadero católico

Hasta antes de los dolorosos e indeseados acontecimientos de la patria, yo interpretaba el catolicismo como el Bautismo, la Comunión, la Confirmación y el Matrimonio Eclesiástico.

Pero luego de ver con mis propios ojos cómo los nuevos apóstoles y embajadores de nuestro redentor Jesucristo en la tierra nicaragüense ingresaban en la mil veces heroica y hoy destruida pero no menos aguerrida ciudad de Masaya, ponían su pecho frente a las armas, frente a las balas y sobre todo frente a las hordas gubernamentales que como corceles desbocados se abalanzaban sobre un pueblo sufrido y desarmado, fue entonces que entendí que el verdadero catolicismo va mucho más allá de esos cuatro sacramentos previamente enunciados.

Un verdadero católico es aquel que renuncia a la comodidad que le ofrece su posición social y se entrega al sacrificio con mucho esfuerzo y ahínco en favor del pueblo nicaragüense; es aquel que de forma incondicional levanta su voz y exige el respeto irrestricto a la vida, la integridad física y la dignidad de la condición humana, pero sobre todo coadyuvando con ese pueblo a cargar su cruz.

Cuando vi llegar a Masaya al nuncio apostólico, al cardenal Brenes, al obispo Báez, igualmente haciéndose acompañar de ese valiente cipote llamado Lesther Alemán y el presidente empresarial José Adán Aguerri, quien igual que el recaudador de impuestos de la era cristiana abandonó la recaudación para seguir a Cristo, abandonó su capital para sumarse al pueblo, me recordaron al pueblo de Israel ubicado en el centro entre el despiadado ejército del faraón egipcio y el mar Rojo. Fue cuando Dios le dijo a Moisés: “Extiende tu vara sobre el mar”. Y Moisés así lo hizo.

Las aguas se dividieron y se mantuvieron para dar espacio al pueblo cruzar, y luego volvió Dios a ordenar que las aguas se juntaran para que el ejército faraónico quedase atrapado.

Qué grande es el Señor. Más de uno hoy dedican la calumnia, el vilipendio y el desprestigio en contra del clero de Nicaragua en procura de su descrédito, al igual que hace más de dos milenios lo hicieron con nuestro Cristo resucitado, pero estoy seguro de que nada de lo que hagan o digan doblegará la inquebrantable voluntad y compromiso vocacional de nuestros obispos en su afán por defender a un pueblo sediento de justicia, libertad y democracia.

No sería justo no reconocer que hombres y mujeres de otras denominaciones religiosas, entre ellos evangélicos y otras congregaciones, se han sumado a la noble causa del pueblo nicaragüense. No obstante, la entrega de nuestros obispos merece un apartado especial.

Hoy quiero gritar al mundo a los cuatro puntos cardinales y hasta los confines de la Tierra que se me inflama el corazón y el pecho del orgullo de ser católico y de que mis guías espirituales estén cargando la cruz de nuestro pueblo. La Conferencia Episcopal de Nicaragua afanosamente busca a través del diálogo que se encuentren puntos de coincidencia para evitar más derramamiento de sangre, por lo cual elevo mis oraciones al Creador para que les dé la fuerza de continuar en esa ruta, pues solamente el Diálogo constituye el camino para evitar una nueva guerra civil en Nicaragua. Es allí el gran valor de los obispos de Nicaragua en su condición de mediadores y testigos del Diálogo y una sociedad civil dignamente representada por gente de la más alta condición moral que deben insistir en esa vía indispensable para solucionar la crisis sociopolítica que atraviesa Nicaragua. Ánimo, no desmayen, Dios está con nuestro pueblo.

El autor es abogado y notario público.

Opinión Católico Obispos archivo
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