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En Letra Pequeña, Silvio Báez

Ortega y el cambio de significado a las palabras

Como en un mundo al revés, Ortega asigna nuevos significados a las palabras para justificar sus tropelías, de tal forma que "malo" debe entenderse como "bueno" y "bueno" como "malo"

Buen gobierno

Daniel Ortega bien pudo hacer el gobierno que se imagina. Pudo haber llegado al poder, gobernar, respetar los derechos de los nicaragüenses, separar al partido y a su familia del Estado, respetar las leyes, hacer elecciones e irse, entregando la banda presidencial al relevo de su partido si es que ganaba de nuevo el Frente Sandinista o al de la oposición, si es que perdía. Y si perdía, pasar a la oposición o jubilarse y vivir con relativa tranquilidad su vejez. Incluso, pudo cometer errores, delitos incluso, y responder por ellos ante las leyes como corresponde. Eso es lo normal. Pero hizo todo lo contrario. Lo anormal.

Golpe de Estado

Daniel Ortega diseñó un gobierno con la intención de no irse nunca. Dividió a los ciudadanos entre “los que están conmigo” y por ello tienen privilegios, y “los que están contra mí”, y por ello deben sufrir las consecuencias. Sentenció al garrote a la protesta y al reclamo. Eliminó la división de poderes. Inutilizó las instituciones. Administró el Estado como si fuese su hacienda. Eliminó, fraude tras fraude, cada vez más descarados, el voto ciudadano como mecanismo para escoger a sus autoridades. Violó, una y otra vez, la Constitución y otras leyes. Y ahora, cuando los ciudadanos le reclaman los derechos perdidos y piden que Nicaragua vuelva a ser la República en construcción que había, él los acusa de golpistas cuando el que dio golpe de Estado fue él.

Resignificación

La única forma que Ortega ha encontrado para que esto parezca gobierno y no un feudo marero ha sido cambiarle el significado a las palabras. Pueblo, es él y su gente. Nadie más. Golpista es quien pide elecciones y no quien las ha desnaturalizado para seguir en el poder. Terrorista es el ciudadano que reclama su derecho, y en cambio, quien anda encapuchado, con armas de guerra, disparando y matando ciudadanos para que no protesten, es, al decir de Ortega, “policía voluntario”, “ciudadanos defendiendo”, “gente del PLC” o “montajes” de la derecha. No, si es que George Orwell se quedó corto en su imaginación al compararlo con los Ortega Murillo.

Familia

En ese trabajo de cambiar la realidad cambiándole el significado a las palabras llega a niveles de locura. Un día de estos vi una noticia en un canal oficialista que decía: “Familias de Ticuantepe desmontaron los tranques que la derecha vandálica había puesto en la rotonda para quitarles su derecho a la libre circulación…”. Y si usted esperaba ver en el video a madres con sus hijos, ancianos y hombres quitando alegremente los adoquines, se llevaría una sorpresa, porque las “familias” que mostraban eran unos hombres encapuchados y armados hasta los dientes. Alucinante.

Como un sueño

Ahora resulta que ellos no hicieron nada estos días. Que solo son víctimas. El informe que por fin presentó el Gobierno habla de 195 muertos, todos producto de “la violencia golpista”. Como en el relato garciamarquiano quieren hacernos creer que todo fue un sueño. Que nos imaginamos a los paramilitares entrando a plomo, sangre y fuego a Diriamba, Jinotepe, Monimbó, Lóvago, la UNAN y otros. Igual, que los gritos de los bebés quemándose fueron un invento. Que las personas que dicen sus familiares fueron sacadas por encapuchados y ya nunca más se supo de estas, no están desaparecidas, que seguro andan de parranda y algún día volverán.

Semántica

Con el cambio del significado quieren hacer creer que los criminales son los que protestaron y desencadenaron a esa fiera que son ellos. Y como en el razonamiento de una persona normal no cabe explicación a lo que hacen, lo reducen a un problema de semántica. Lo que siempre, y en cualquier lado del mundo se consideró bueno, aquí entiéndase como malo, dicen, y lo que es malo, aquí se debe entender como bueno. Y asunto resuelto. El problema, según ellos, no es del que mata, sino del que los provoca a matar, reclamando lo que no tiene que reclamar. Que ellos no responden por ellos. No tienen culpa de ser como son. “Para qué protestan si ya saben cómo somos”, dicen disparando al aire y bailando sobre 448 cadáveres. Y el canal oficialista dirá: “Familias celebran en respaldo al comandante…”.

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