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¿El dictador nace o se hace?

Cuando iban a ejecutar a Saddam Hussein, varios militares estadounidenses lloraron. Les dolía saber que iban a matar a ese amable y tranquilo anciano al que llegaron a conocer mejor.

Saddam Hussein, el hombre que mandó a matar a 200 mil kurdos con armas químicas, ¿amable y tranquilo? Fue gracias a ese encanto y amabilidad que logró ascender en el Partido Baaz Árabe Socialista. La gente vio en él a alguien moderado, confiable y con buenas intenciones.

Históricamente, se suele calificar a los dictadores como personas carismáticas, como si el carisma es la habilidad de hipnotizar y manipular a multitudes fanáticas o sin educación. No es eso. Las personas carismáticas son seres humanos que en verdad te pueden caer bien personalmente y si no supieras que son criminales despiadados, hasta disfrutarías de su compañía.

Es horrible pero necesario reconocer eso. Te da una perspectiva más objetiva. Uno pensaría que gobernantes como Ortega, Maduro, Somoza, Gadafi, Mao, Stalin, Franco y otros dictadores siempre fueron déspotas o autoritarios. Y creemos que por eso la mejor forma de evitar ser gobernado por un dictador es evitar darle poder a personas con comportamientos erráticos.

Pero hasta el peor de los opresores inició siendo, muy probablemente, alguien agradable, empático, amable, educado. Casi ninguno de ellos tenía algún comportamiento sociópata al inicio.

Científicos de todas partes han estudiado el poder absoluto y la forma en que afecta al cerebro. Descubrieron que el poder hace que la gente se vuelva más impulsiva, menos consciente de riesgos y con menor habilidad de tener empatía hacia los demás. Los efectos del poder en el cerebro son tan fuertes que son casi equiparables a lo que ocasiona un daño cerebral.

La clave para entender a Ortega y a muchos como él es que hay rastros de una persona empática ahí adentro. Él se convirtió en lo que es ahora gradualmente y en ningún momento durante ese proceso alguien lo vio a él como un posible tirano, hasta que ya era muy tarde.

Si decimos que todos los dictadores son monstruos y ya, entonces la solución sería sencilla: detenerlos antes de adquirir poder. Pero si el poder mismo puede influir tanto en la personalidad de alguien y en su sentido de humanidad, entonces el problema es mucho más complejo. En lugar de querer que una figura de tu grupo llegue o mantenga el poder, tenés que pensar en términos de asegurar que el poder absoluto no llegue nunca a manos de nadie.

Siempre estaremos tentados a que una voz fuerte e influyente venga y se haga cargo de todo. Poner orden. Resolver. Siempre habrá alguien dispuesto a hacerlo. Serán personas de carácter firme, empático, carismático y encantador… hasta que dejen de serlo.

El autor es comunicador.

Opinión dictador Saddam Hussein archivo
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