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Ortega, ¿campeón?

Ortega, en su primera dictadura (1979-1990), bendijo los ataques de sus “turbas divinas”, desapareció a numerosos líderes miskitos y contras

Mónica Baltodano acaba de afirmar que Ortega es más asesino que Somoza. ¿Cómo saldría parado si lo comparamos con los demás dictadores de nuestra historia? Zelaya (1893-1909), aunque autoritario y guerrerista, no incurrió en ninguna masacre de civiles ni asesinó opositores —si bien fusiló a dos norteamericanos por saboteadores—. Anastasio Somoza García (1936-1956), asesino de Sandino, golpista, y a quien muchos presentan como un vil tirano, tuvo que enfrentar en 1944 tremendas protestas contra su afán reeleccionista. Mas en ellas no mató a nadie. En 1954 asesinó a 22 exmilitares y civiles que urdieron un complot para matarlo, hecho deleznable pero excepcional; para dominar usó más la prebenda que la represión.

Luis Somoza (1956-1963), su hijo, enfrentó rebeliones armadas: Olama y Mollejones, Chaparral, las tomas de Jinotepe y Diriamba. En ninguna de ellas masacró civiles y en todas amnistió a los alzados. La famosa masacre del 23 de julio de 1959, donde perecieron ¡cuatro! estudiantes, fue un hecho aislado que no ordenó. Instauró y respetó la autonomía universitaria.

A su hermano Anastasio (1967-1979) se le responsabiliza por la masacre del 22 de enero de 1967, en que perecieron cerca de 50 personas después de que un opositor matara a un oficial. Enfrentó numerosas manifestaciones de protesta sin incurrir en masacres ni irrespetar jamás la autonomía, a pesar de que las universidades eran santuarios del FSLN. Durante la guerra civil de 1978-1979 recurrió al expediente de bombardear ciudades y serias violaciones de los derechos humanos, denunciadas por la CIDH.

Ortega, en su primera dictadura (1979-1990), bendijo los ataques de sus “turbas divinas”, desapareció a numerosos líderes miskitos y contras y utilizó un expediente jamás utilizado por sus predecesores: la reubicación forzosa de decena de miles de nativos y campesinos tras quemarle sus ranchos y pertenencias.

En su segunda dictadura (2007 al presente) tras demoler la institucionalidad democrática que venía edificándose trabajosamente desde 1990 y cometer repetidos fraudes electorales, reestableció el uso de turbas para acallar las protestas. Cuando estas fallaron en la rebelión cívica de abril del 2018, recurrió al plomo, provocando la mayor masacre de estudiantes y civiles de nuestra historia: para finales de julio sumaban aproximadamente 400 muertos.

Ha recurrido también a prácticas inéditas: uso indiscriminado de paramilitares para matar y secuestrar, aplastamiento de la autonomía y allanamiento armado de las universidades, despido masivo de médicos por atender opositores, y torturas innovadoras que él no sufrió como reo —extracción de los dientes de Juan García, de uñas de Faber López, inserción de un mortero en el ano a Marcos Novoa—. ¿Cómo actuaría ante una auténtica guerra civil como la que enfrentó Somoza? Su mujer posiblemente diría que “con mucho amor”.

El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.

Columna del día Crisis en Nicaragua Daniel Ortega archivo

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