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Gonzalo Carrión

El director jurídico del CENIDH, Gonzalo Carrión. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Gonzalo Carrión: “La amnistía sería dañina para el país”

El activista pro derechos humanos afirma que desde que Daniel Ortega regresó al poder se cerraron las puertas a la defensa de los derechos de los nicaragüenses y que desde antes de abril pasado ya habían ocurrido masacres que han quedado en la impunidad

A Gonzalo Carrión la palabra “amnistía” le espanta. Él la asocia a impunidad. Y dice que sería dañina para Nicaragua, pues negaría a las víctimas el derecho a la verdad y la justicia.

Carrión es un leonés que se vinculó temprano al Frente Sandinista y desde ahí pasó a ser dirigente estudiantil y luego defensor de los derechos humanos. Ya lleva 26 años en ello. Rapado, dice en broma que por solidaridad con los presos políticos como hicieron recientemente unas reinas de belleza, se le ve atareado en las oficinas del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).

Atiende a una señora en recepción, lleva un papel para alguien, discute algo en el pasillo y, finalmente, dice: “Aquí estamos”, listo para la entrevista. Son días duros para los defensores de derechos humanos en Nicaragua.

¿En qué momentos se involucra en derechos humanos?

Como yo siempre me he considerado un militante de causas sociales, de compromiso social, fui presidente de los estudiantes de la UCA, y dirigente del movimiento cuando hubo que hacer reclamos por el 6 por ciento (del Presupuesto General) y la autonomía universitaria que cerró en 1992 con la interpretación auténtica de la Ley de Autonomía. Fue una protesta como de 50 días. Así, como defensor del derecho social estudiantil, me fue fácil vincularme a la defensa de los derechos humanos y al Cenidh. Yo vine como pasante, hice práctica, en febrero del 92 y en octubre del 92 me integré al equipo jurídico del Cenidh. 26 años ya de trabajar en derechos humanos.

¿Qué es lo más fuerte que ha vivido en cuanto a violación de derechos humanos en estos 26 años?

Masacres. Y antes de este período. Me tocó conocer la masacre de Las Jagüitas y tan solo fue tres años atrás. Yo fui al Encanto, de aquellos que mató el Ejército y la Policía. Apenas se reventó eso se empezaron a “desencantar” las buenas relaciones que teníamos con el Ejército. Mayo del 2008. Recordá que antes que reventara esto de abril, nosotros estábamos acompañando el dolor de doña Elea Valle, que perdió a su esposo y a sus dos hijos, que ponía en la opinión pública lo que le estaba sucediendo a los campesinos, y por años. Las torturas y las muertes en el campo no habían sido suficientes para estremecer las conciencias nuestras aquí en la ciudad.

¿La sociedad la ignoró?

Si no la ignoró, en buena medida, no se expresó la solidaridad que ahora nos bañó a todos en el actual contexto. En abril el país explotó en buena medida porque tocó a la ciudad. Eso se lo debemos a los jóvenes y especialmente a los universitarios. Nosotros como defensores veníamos recibiendo el dolor de muchas familias campesinas que estaban sufriendo la represión del Estado. El Cenidh ya venía anotando que Nicaragua estaba sometida a un gobierno con todas las señales dictatoriales. Y que además ya mataba. En estos 28 años del Cenidh, porque cumplimos 28 años, al ubicarnos ahorita, ¡nunca, nunca! el escenario ha sido peor para defender derechos como en estos cinco meses.

¿Por qué?

Con Daniel Ortega se comienza a poner difícil y a cerrarse las puertas, los riesgos aumentaron sensiblemente para todo el país y para la labor de los defensores. Este régimen es alérgico a la fiscalización, en general, y en particular sobre temas de derechos humanos. Nunca la habíamos tenido más difícil que ahora. La vida misma nadie la tiene garantizada. Lo certifican, para nosotros, las 314 personas asesinadas, incluyendo policías y allegados al régimen. Los miles y miles de detenidos, ahora hay no menos de 500, el éxodo, el desplazamiento forzado, el sufrimiento del campesinado.


No sé si la ciencia política puede explicar este fenómeno de Nicaragua, porque un mes antes de abril las encuestas decían que Daniel Ortega tenía el 70 por ciento de la opinión positiva. Era el presidente mejor votado del continente y ahora está ‘botado’ al cesto de la historia”. Gonzalo Carrión, director, jurídico del CENIDH.


¿Cuál es su valoración de la situación de derechos humanos en Nicaragua?

Ha bajado la intensidad de la masacre, de matar personas, pero se mantiene la sistemática violación y represión a los derechos humanos, siempre en gravedad tal, que tiene por propósito aplastar la resistencia que es incontenible después de cinco meses cumplidos.

¿Esta sistemática violación de la que habla se ve solo en el área, digamos, política o en todas las áreas de la vida social?

Nosotros en vez de Estado de Derecho lo que teníamos era un Estado de desecho, y ahora eso está en extremo. Se terminó de aniquilar la institucionalidad. Estamos frente a un Estado que mantiene una permanente práctica de violaciones a los derechos humanos, gravísimos, independientemente de que no se siga matando personas con la intensidad como cerró mayo, junio y julio, cuando se terminan de limpiar los tranques a costa de lo que sea. Un estado de terror que a sangre y fuego limpió los tranques. Lo que ha bajado es el número de muertos (por mes), pero la gravedad de seguir echando presa a la gente, centenares de presos políticos, es sumamente grave, porque es una familia en un afán de mantenerse en el poder a costa de lo que sea.

¿En qué punto estamos de ese “mantenerse a toda costa”?

Estamos en la etapa de la criminalización de la protesta. Para eso tiene a la misma Policía que ha sido utilizada para represión, que recibió orden de tirar a matar, es la misma Policía que si no te mata te captura, es la que te investiga, y es la que te presenta con sus mismos testigos, muchos de ellos policías junto con la Fiscalía para terminar de rematarlo en la vía judicial. Las cárceles están llenas.

¿Ustedes tienen un número de presos políticos?

Aquí tenemos una lista de más de 300 personas judicializadas. Ayer (miércoles) el Estado dijo otra de sus mentiras al afirmar que había solo como 200 presos, y además no se admite que sean presos políticos. Por la misma información de los familiares, diríamos que la cantidad de presos políticos ya se acerca a 500. Es indeterminado por la falta de precisión, porque el Estado además de violentar los derechos humanos, niega la información. Matan y niegan. Capturan y niegan. Hacen cacerías y todo eso lo niegan. Y cuando han aceptado, siempre han minimizado la responsabilidad. En la última intervención en plaza pública, Daniel Ortega dijo: “Ahora viene una batalla de marchas y no hay necesidad de que les disparen”. O sea, que en el fondo admiten que ellos han disparado. Y no ha sido cierto que haya libertad de marchar.

Hay denuncias de torturas espeluznantes. ¿Ustedes confirman que esa práctica brutal está ocurriendo en las circunstancias en que se denuncia?

Si antes se hacía, ahora mucho más. Con frecuencia vienen las personas a denunciar. Nosotros hemos superado en estos meses las cantidades de denuncias que en todo un año recibíamos como Cenidh.

¿Cuál es el propósito de la tortura en este contexto?

Tanto la Convención Interamericana como la Convención de Naciones Unidas definen que la tortura tiene dos propósitos: una con fines investigativos y el otro como castigo. En Nicaragua, la dictadura Ortega Murillo ha estado haciendo uso de métodos de represión en extrema gravedad. A partir de la rebelión de abril, la respuesta fue con odio, venganza y castigo con la población que le dijo ya basta, en general. Y ya en el tema específico de tortura a los que han privado de libertad, ha sido mucho con esa carga de castigar por andar protestando. Más que para descubrir una verdad, el propósito es desacreditar la protesta, porque siempre han querido poner en boca de los torturados que la protesta está financiada por X persona u organización política.

¿Cómo se explica esta resistencia, esta protesta, desde su punto de vista?

Pasó algo extraordinario. No hay explicación. Y no sé si la ciencia política puede explicar este fenómeno de Nicaragua, porque un mes antes de abril las encuestas decían que Daniel Ortega tenía el 70 por ciento de la opinión positiva. Era el presidente mejor votado del continente y ahora está “botado” al cesto de la historia.

Las denuncias que ha recibido el Cenidh desde abril pasado, sobre violaciones a los derechos humanos de los nicaragüenses, duplican en número a las que se reciben en todo un año, explica el director jurídico de la institución Gonzalo Carrión. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

¿Nicaragua está mejor o peor que hace cinco meses?

La parte negativa es el dolor y todo los sufrimientos que el pueblo ha padecido, pero como sociedad hay un cambio cualitativo inmenso. Aquí hay una verdadera revolución. Hay un antes y un después.

¿Qué solución está viendo usted a esta crisis?

Como defensores de derechos humanos, obviamente apostamos por el derecho a la vida, el cambio profundo que implica la caída de la dictadura que sea sin que se derrame más sangre, sin que maten a nadie más y en buena medida eso está bajo la responsabilidad de la familia en el poder. Un escenario de prolongación es un escenario de un país que quedará poco para nadie, incluso para ellos mismos. Eso que dicen que hasta el (año) 21 y con la posibilidad de que él (Ortega) siga siendo candidato es un país en la completa ruina. Tendría que habilitar los estadios para llenarlos de presos políticos. Ese escenario no le sirve ni a ellos.

Pero eso implicaría una voluntad de Ortega de dejar el poder. Y hasta ahora no se ve eso.

Como ciudadano yo veo venir que no solo vamos ganando como dice (Jaime) Arellano, sino que también estamos cerca. No han podido apagar la resistencia a pesar de que atacaron con todo, hasta con fusilería de guerra. El poderío y el terror que generan los fusiles de guerra, que ya emplearon, no lograron apagar la rebelión. Va a haber un desenlace pronto.

¿Qué va a pasar con tanto preso político, enjuiciado y condenado?

En la línea de que puede haber un desenlace pronto, eso implica que con todos los crímenes se comience a hacer justicia. Que se desarrolle el derecho que tiene la sociedad nicaragüense, las víctimas, los familiares, los sobrevivientes, los torturados, todas las víctimas a conocer la verdad. Verdad para que se haga justicia. No hay justicia sin verdad. El derecho a la verdad nos va a permitir el conocimiento pleno de la estructura criminal que se creó, que se desarrolló y que está todavía en marcha, de ese ejército que se creó para matar personas. Los escuadrones de la muerte. La ciudadanía lo sabe, sabe quiénes son los vecinos que han andado. Eso implica que los crímenes no queden en la impunidad.

¿No ven ustedes una amnistía en el panorama?

Hay quienes opinan que la familia en el poder está masificando los presos políticos para tener una hermosa carta de perdón y olvido, que sería la amnistía. El movimiento que hay no apunta a eso. Ni perdón y mucho menos olvido. Si la familia gobernante quiere utilizar como canje la cantidad todavía no precisada de presos y presas políticas a través de la figura de la amnistía para beneficiar a sus criminales y a los propios, a la familia misma, porque ellos son los principales responsables de toda la masacre, la amnistía no calza en los tipos de delitos cometidos. Los delitos de lesa humanidad no admiten amnistía. Primero sería una receta de solución dolorosa, equivocada y no tendría solución para la salud y el dolor que este pueblo sufre. No le saldría bien, le puede salir la sorpresa en un viajecito. Los delitos de lesa humanidad son imperdonables. La línea de la impunidad no es una solución aceptable.

¿Y los presos políticos cómo recuperarán su libertad?

Los presos políticos, aunque fue atropellada la forma en que entraron, tendrían que salir por el poder judicial, que se someten a revisión. Son sentencias que desde que los metieron presos son arbitrarias. Hay suficiente asidero jurídico para tener sentencia sin pensar en opciones políticas como la amnistía. La amnistía sería la impunidad legalizada. Dolorosa, socialmente rechazada.

¿Pero podría ser el resultado de una negociación?

Hasta donde conocemos, por las voces de quienes han estado en el diálogo, no se han visto señales en ese sentido. La amnistía es dañina para el país. Es volver al punto anterior. No avanzar en nada. Nicaragua no merece menos que justicia.

Gonzalo Carrión, de boina, en la Cruzada Nacional de Alfabetización. LA PRENSA/ CORTESÍA

Plano personal de Gonzalo Carrión

Gonzalo Carrión tiene 57 años y nació en León.

A los quince años vino a trabajar a Managua como obrero en una fábrica de productos de PVC.

A los seis años vio el primer asesinado en su vida. Se trata de su primo hermano René Carrión López, a quien asesinó un famoso torturador de la Guardia Nacional en León.

Sus dos hermanos mayores fueron guerrilleros del Frente Sandinista y él mismo se sumó la ofensiva final de la insurrección, en los barrios orientales de Managua cuando tenía 18 años.

En 1980 participó en la Cruzada Nacional de Alfabetización, como jefe de columna, en El Rama.

Fue dirigente estudiantil en la UCA y de ahí pasó a integrarse al Cenidh hace 26 años.

Tiene una licenciatura en Derecho, de la UCA, y una maestría en Derecho Constitucional en Chile.

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