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Del “todo o nada” a la unidad de los distintos

Es locura buscar unidad descalificando a todos aquellos que consideramos distintos, como sucede con tanta frecuencia en nuestra historia


Unidad

Lo primero que debemos reconocer si queremos una patria mejor a la que tenemos es que todos somos distintos. Uno de nuestros mayores pecados, y por supuesto que me incluyo, es que tenemos la tendencia a establecernos como medida de las cosas correctas. Si alguien es distinto, significa que está fallado. Y si pretendemos la unidad se dará cuando “todos sean como yo” vamos al fracaso, porque aunque seamos muchos los que vamos marchando hacia la misma dirección, con ese método de eliminación de lo imperfecto, pronto estaremos caminando solos, cada quien por su lado. Como ha sido casi siempre.

Descalificar

Tenemos una tendencia a descalificarnos entre nosotros mismos. Si alguien pone un post en redes sociales, que por qué hace eso y no va a las marchas; si va a las marchas que por qué no estuvo en los tranques, si estuvo en los tranques por qué no está en el Chipote, y si sale del Chipote que por qué lo dejaron salir… Y así ¿cómo? Cada quien hace su lucha como puede y como quiere. No todo mundo puede estar haciendo lo mismo siempre. Todo grano de arena vale a la hora de construir esta nueva casa. Y si es un post de Facebook, ¡bienvenido! Al menos es alguien con quien coincidimos en algo y no está del otro lado, con aka y capucha.

Todo o nada

Otro error frecuente en nuestra historia son las posiciones de “todo o nada”. Todos sabemos, incluyendo Ortega, que la mejor solución a la crisis actual es una negociación. Pero negociar significa ceder algo de ambos lados. No se puede exigir “todo o nada”, porque eso solo es posible cuando suceden cambios de gobierno de forma violenta como una revolución armada, un golpe de Estado (uno de verdad y no el que imagina cierta pareja) o una intervención militar. Y esas son opciones que la mayoría no queremos, porque ya hemos pasado por ahí y sabemos los ríos de sangre que traen.

Locura

El mejor ejemplo de “todo o nada” es Daniel Ortega. Nicaragua sería otra hoy si Ortega ha reconocido como real la crisis que enfrenta, acercando posiciones con quienes piensan distinto para buscar una solución, en vez de estar obcecado en recuperar a punta de balazos, cárcel y garrote, el país que tenía antes del 18 de abril. Si lo de Ortega es locura, irreal, también lo sería si del otro lado se espera que de un día para otro va a salir el país que queremos, y no entendemos esto como un proceso de construcción de muchos distintos unidos.

Guardias y guerrilleros

En lo más álgido de la guerra en 1979, hubo una negociación entre guerrilleros y guardias. En la edición de Magazine que estamos preparando para este mes traemos los detalles del acuerdo a que llegaron en ese momento, donde se establecía que Somoza renunciaba y se iba, y se creaba un nuevo ejército conformado por ¡guerrilleros y guardias! El acuerdo al final se echó a perder por las razones que les explicaremos en Magazine pero nos da una idea de que para evitar más baño de sangre a veces hay que dejar salir al diablo.

Impunidad

Claro, todo acuerdo tiene sus límites. Ceder no significa estar dispuesto a todo, como ha sucedido aquí con ciertos pactos. Incluso en aquella negociación entre guerrilleros y guardias, se acordó que en el nuevo ejército solo podrían entrar aquellos guardias que no hubiesen estado involucrados en la represión sanguinaria. No era cosa que Macho Negro iba a seguir siendo sargento. La impunidad no puede negociarse. Y si hay una salida para Ortega, Murillo y otros, eso no debe eximirles en el futuro, de los procesos legales y apegados a derecho que ellos ahora niegan a sus víctimas. Aquí o en otros tribunales.

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