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Réquiem para una reconciliación

La consignación de valores y principios sobre los que deberá sustentar toda opción para la salida de la situación de barbarie, crueldad y terror que la dictadura ha decretado para el pueblo de Nicaragua tiene solo una vía, que comprende cuatro pilares fundamentales: justicia, verdad, reparación y no repetición. Estas premisas no pueden ser obviadas, porque es la garantía para lograr una verdadera paz, efectiva y sostenible.

La estabilidad que pretende el régimen, no se logra con decretos desproporcionados cuyo objetivo es la intimidación y la legitimización del estado de terror al mejor estilo de los regímenes de terror del nazismo y stalinista. Estas leguleyadas, encubiertas y lanzadas como cortina de humo no tienen cabida, sobre todo ahora que existe universalmente, un consenso mínimo en materia de derechos humanos.

No es la primera vez que se utiliza la figura de la amnistía por parte de regímenes fascistas y dictaduras crueles, para encubrir sus crímenes y ampararse en una supuesta conmoción interna. Ejemplos tenemos, el caso más elocuente y cercano es el del general Pinochet, juzgado por un tribunal internacional. Es claro que el derecho internacional no reconoce este artifugio de los dictadores cuando existen suficientes y todas las evidencias de graves violaciones a los derechos humanos.

Con amnistías de mentira, capturas ilegales, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales, diálogos superfluos y cosméticos, no se puede pretender una supuesta estabilidad, todo lo contrario, se evidencia ante la comunidad internacional, todo un estado de terror, que ha sido impuesto a los nicaragüenses de manera sistemática, constante y selectiva.

Las verdaderas fuerzas democráticas, la sociedad civil, todo el pueblo de Nicaragua, deberán prepararse, el proceso penal que llevará a Daniel Ortega y sus cómplices, ante la justicia internacional es inevitable. Y siendo así, más temprano que tarde, sectores y líderes de la sociedad, deberán definirse de forma contundente, los límites donde se tenga claro su verdadero compromiso, ante una realidad que muchos ignoran y que otros evaden por beneficio propio.

Una vez, que se inicia un proceso penal internacional no hay retroceso, Daniel Ortega, sus asesores y abogados saben muy bien, que no tienen ninguna alternativa, así sea este, un proceso difícil y largo, pero seguro e impostergable. Los criminales no pueden andar sueltos por el mundo, deben responder ante la justicia internacional, los derechos humanos han evolucionado desde los procesos en Nuremberg.

Al margen de aquellos arreglos cosméticos que por decreto pretenda asegurar el poder de facto, en contubernio y complicidad con aquellos que todavía de forma idealista creen en un “diálogo” o con aquellos que por conveniencia han sido sus aliados de siempre, los culpables deben ser condenados. Simplemente es de no olvidar de que los crímenes contra la humanidad no prescriben.

El autor es jurista internacional y consultor.

Opinión Daniel Ortega reconciliación archivo
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