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Necesitamos cambiar

El paso de la noche abre el camino al inicio de un nuevo día, esta realidad la vemos clara en el pueblo judío y en la nueva realidad de Juan y Jesús. El pasado está anocheciendo, un pueblo nuevo está dando sus primeros pasos con Juan el Bautista, el hijo de Zacarías, un cambio histórico empieza a amanecer.

Estamos cerca de la Navidad y el centro de toda esta fiesta tenemos que ponerlo en ese niño que nace, con quien nace también el primer paso de ese nuevo pueblo, ese nuevo hombre capaz de construir esa nueva sociedad que todo ser humano desea.

Es en Jesús y solo en Él, donde deben estar fijas nuestras miradas en estos días, como nos dice ese gran profeta, Juan el Bautista, que iba proclamando por toda la región del Jordán la necesidad de una sincera conversión: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus caminos” (Lc. 3, 4).

En nosotros hay demasiados caminos torcidos que enderezar. Tomamos demasiados caminos errados que nos conducen a una mala vida y peor convivencia. Hay demasiados huecos en la vida que tenemos que rellenar. Estamos demasiado vacíos de esos grandes valores que enriquecen la vida. Son demasiadas las montañas, los orgullos tontos que tenemos que rebajar. Este será también el grito que nos dará Jesús, cuando empiece su vida pública: “Conviértanse” (Mc. 1, 15).

Este será también el grito de Pedro, cuando surjan los primeros creyentes en Jesús y le pregunten a él y a los demás apóstoles: “¿Qué hemos de hacer, hermanos?” Pedro les contestará: “Conviértanse” (Hch. 2, 38).

El grito de cambio lo escuchamos también hoy nosotros en el evangelio. Es el grito al que nunca podemos cerrar nuestros oídos: “Necesitamos cambiar. Las personas solo cambiamos de verdad, cuando nos damos cuenta de las consecuencias de no hacerlo”.

Hoy una de las palabras que más se escuchan en nuestro país es la palabra “cambio”. La escuchamos aún en aquellos a quienes el cambio parece que solo es pura palabrería porque seguimos tirando por los suelos todos esos valores que son imprescindibles para crear ese hombre nuevo y esa nueva sociedad capaz de crear una convivencia en paz, en justicia y solidaridad.

Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo. Todos necesitamos cambiar, y mucho, para vivir y convivir en paz. Pero nadie puede cambiar, si no abre los ojos a la realidad que está viviendo y quiere, en verdad, cambiarla. Juan el Bautista nos habla claro: solo hay un camino para encontrarnos con Jesús que se acerca: enderezar nuestra vida.

Navidad es fiesta, no solo porque Jesús vive y convive entre nosotros revestido de nuestra propia debilidad, sino porque ese Jesús que nace, nos invita a tomar conciencia de la necesidad que tenemos de cambiar, si queremos llevar a cabo ese nuevo estilo de vida rico en valores que es motivo de alegría para todos. Si quieres que el mundo cambie, tienes primero que cambiar tú.

El autor es sacerdote católico.

Opinión Dios archivo
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