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Una familia de presos políticos

La familia Pérez Valdivia tiene condenados a tres de sus cuatro integrantes: un padre y sus dos hijos, mientras que la madre utiliza sus horas en buscar cómo liberarlos

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Si a Delia Valdivia le preguntan si tiene miedo de caer presa después de dar una entrevista, ella responde que igual le da estar adentro de la cárcel que en su casa. “De todos modos en este país todos estamos presos por la dictadura de Daniel Ortega”, responde siempre, aun consciente de que una dictadura no se tumba en meses y por tal razón cree que su estadía tras las rejas podría durar años.

“¿Miedo de qué?”, pregunta, y agrega que miedo es lo que quiere provocar el Gobierno en los nicaragüenses, pero que ha chocado con centenares de presos políticos, como los tres familiares que tiene en la cárcel, sus dos hijos y el padre de ellos, que dicen estar más fuertes que nunca y convencidos de que no quieren que el comandante Daniel Ortega se salga con la suya negociando a costa de sus libertades.

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Prueba del coraje que tiene Delia Valdivia es cuando visita a sus dos hijos presos, cada 22 días, en la cárcel La Modelo de Tipitapa, donde entra con los labios pintados de rojo, en señal de protesta, y se cuelga una carterita de hilos azules y blancos que le entregó el menor de sus hijos, Kitzel Pérez, la primera vez que lo miró desde que los policías lo capturaron afuera de su casa en Estelí.

“Yo peleo para que me dejen entrar con mi cartera azul y blanco porque me la dio mi hijo”, dice Delia.
Esta mujer tiene en sus manos dos pulseras del mismo material, hechas por sus hijos durante los meses que han pasado en prisión, para que cuando le pregunten por qué las anda puestas, ella responda que es porque la dictadura de Daniel Ortega tiene a varios de sus familiares presos.

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El bolso y las pulseras que hicieron los hijos de Delia en prisión. Estos son los accesorios que lleva siempre los días de visita. LAPRENSA/O.Navarrete

“Estos trabajos (pulsera y cartera) no lo sabían hacer cuando entraron a la cárcel. Eso significa que entre todo lo malo, algo han aprendido”, dice Delia para consolarse.

Aunque para ella su vida cambió a partir de los días duros de abril, lo más complicado vino desde el 13 de agosto, cuando apresaron al padre de sus hijos, Alex Pérez, abogado y defensor de derechos humanos, del cual se separó hace 10 años, pero con quien mantenía una relación de amistad.

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Sin embargo, un mes más tarde, el 29 de septiembre, durante la última marcha antigubernamental en la ciudad de Estelí, secuestraron a sus dos hijos, Kevin y Kitzel Pérez Valdivia.

Todos ya fueron condenados. Sus hijos a cuatro años por “exposición y abandono de personas en perjuicio de cinco miembros de la Policía Orteguista” y el padre de ellos a 17 años por “terrorismo”. Los casos están en apelación pero el proceso se encuentra estancado.

Fue así como Delia Valdivia se quedó sin razón para vivir en Estelí. Es por eso que ahora prácticamente permanece en Managua, con la esperanza o el martirio, de que a pesar de que ya están condenados sus tres familiares, por el propio hecho de que son presos políticos, algún día, noche o incluso madrugada, su teléfono sonará y una voz le dirá que sus familiares serán liberados.

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Por andar en estas marchas en Estelí, los hermanos Pérez Valdivia fueron condenados a prisión. LAPRENSA/ARCHIVO

Sandinista

A Alex Pérez, de 48 años de edad, nunca lo presentaron como “terrorista” en los canales oficialistas. Su familia cree que se debe a que Pérez desde los 8 años de edad fue criado y formado políticamente primero en Cuba y después en la extinta Unión Soviética.

Pérez es abogado y promotor del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh). De hecho, antes del 13 de agosto, el día que lo capturaron, era el defensor de algunos presos políticos de la ciudad de Estelí. “Como él se sabe el teje y maneje de ellos, por eso lo echaron preso”, dice Delia Valdivia.

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A Pérez no solamente lo han encarcelado, sino que lo mantienen en las celdas de máxima seguridad de La Modelo, donde solo una vez al mes ve la luz del sol durante 15 minutos. Es por eso que el 31 de diciembre, el único día que Delia Valdivia ha podido estar con sus tres familiares, miró que Alex Pérez tenía la piel blanca, como de color morado, según ella debido a las enfermedades que ha adquirido y la falta de sol.

Pérez fue militante sandinista y anduvo involucrado en la lucha por el seis por ciento de las universidades públicas. Sin embargo, desde hace unos años era miembro del partido político Movimiento Renovador Sandinista (MRS). De hecho, al momento de su captura, era el presidente departamental del partido.

“Por eso a Alex en la cárcel lo han torturado preguntándole quién lo financió para que anduviera en las marchas”, dice Delia Valdivia.

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Kitzel Pérez. de 22 años de edad. LAPRENSA/Cortesía

Familia

El 20 de abril Delia Valdivia creía que alguno de sus hijos había muerto. En la ciudad de Estelí se escuchaba que la gente gritaba: “Mataron a Pérez”, o decía: “El muerto se llama Valdivia”. Kevin, de 25 años, y Kitzel, de 20 años, andaban protestando desde ese día, y por esa razón su madre salió casi llorando a buscar a sus hijos al parque central.

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Mientras iba apresurada caminando se topó con una muchacha que venía llorando y le dijo: “Doña Delia, mataron a Franco (Valdivia)”, y más adelante otra muchacha le contó que otro de los muertos se trataba de Orlando Pérez. Al confirmar las muertes de los dos muchachos de Estelí, Delia supo que sus dos hijos estaban a salvo.

La confusión se dio porque los hermanos Kevin y Kitzel llevan los apellidos de los dos jóvenes asesinados el 20 de abril en Estelí: (Orlando) Pérez y (Franco) Valdivia, a quienes conocían y por los que siguieron marchando en honor a su memoria.

Kevin y Kitzel Pérez Valdivia eran prácticamente los encargados de trabajar la finca de su padre, Alex, ya que este se mantenía ocupado atendiendo casos judiciales. Los hermanos cosechaban maíz, frijoles y arroz, y en el tiempo libre estudiaban en la universidad. Kevin llevaba la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad de Ingeniería y Kitzel cursaba Diseño y Construcción en la Uponic.

Ambos ya no vivían con sus padres, pues estaban empezando a convivir con sus parejas. Al momento de su arresto, Kitzel estaba criando a una niña de un mes de nacida. En cambio, Kevin se convirtió en padre por segunda vez hace dos meses, mientras se encontraba en la cárcel. Su primera hija cumple dos años de edad este mes de febrero.
“Mis nueras no pueden trabajar y tampoco tengo el apoyo del padre porque está preso. De modo que yo estoy llevando la carga de alimentar siete bocas porque si no lo hago yo, nadie más lo va a hacer”, dice Delia Valdivia.

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Golpizas

Kevin Pérez Valdivia fue golpeado el 29 de septiembre, día que lo arrestaron por haber participado en la última marcha de Estelí. Según testigos, una policía dio la orden de que lo golpearan con un AK y a patadas en la cara. En la celda donde llegó en Estelí, contó después, había tres muchachos que se dedicaron exclusivamente a golpearlo y después los sacaron de la celda.

Kevin Pérez, de 25 años de edad. LAPRENSA/Cortesía

La primera vez que miró a sus dos hijos, durante una visita en El Chipote, Delia Valdivia los revisó de pies a cabeza buscando los rastros de alguna golpiza.

El 31 de diciembre los presos políticos fueron golpeados por unos antimotines después que a la medianoche entonaron el Himno Nacional y cantaron una letra para honrar a los muertos de la represión. En la cárcel, según dijeron los hermanos Pérez Valdivia a su madre, hay muchos casos de personas que perdieron un familiar asesinado en el contexto de las protestas.


Niños

Los vecinos de Kevin y Kitzel Pérez todavía los recuerdan de pequeños cuando bajaban de la finca de su papá cargando bidones de leche para vender en la ciudad de Estelí, donde estudiaban en el colegio Adventista. Por la tarde subían para montarse a caballo u ordeñar vacas.

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Para Delia es difícil borrarse esa imagen y ahora verlos cada 22 días, un día diferente a cada uno, después de caminar un kilómetro y medio desde la entrada de la cárcel, hasta llegar a una sala encerrada, pequeña y pintada de color rojo, donde se sientan a platicar en el suelo, en medio de un calor sofocante durante dos horas.

Los que conocen la cárcel La Modelo dicen que después de abril se construyó la galería 16 para encarcelar a los presos políticos. En esta galería hay dos módulos diferentes: el 1 donde está Kevin y el 2 donde se encuentra Kitzel. Alex Pérez, el padre, está en las celdas de Máxima Seguridad. Es por eso que Delia Valdivia va días diferentes a la cárcel, aunque todos los martes les entrega una pequeña provisión para la semana o alimentos cocinados: gallopinto, arroz, pollo y tortilla. El resto de la semana, de miércoles a lunes, se alimentan con leche en polvo, galletas, avena, cereales y pan tostado con jalea.

Alex Pérez fue criado en Cuba y en la Unión Soviética, pero se retiró del FSLN hace años. LAPRENSA/O.Navarrete

Delia Valdivia es detallada cuando describe a sus hijos. Por ejemplo, recuerda que no le gustaba que Kitzel de pequeño practicara boxeo porque era un deporte muy violento. Es más, le daba orgullo que Kevin, su hijo mayor, nació el 25 de noviembre, día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.

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Para Delia es un “pecado” haber sido simpatizante del Frente Sandinista alguna vez en su vida. Y aún no puede creer que deseaba que Kevin se metiera a la Academia de Policía. “¿Te imaginás qué horror? Al día de hoy creo que ya me hubiera muerto si un hijo mío fuera policía”, dice Delia.

Delia toda su vida ha trabajado como comerciante de zapatos y ropa. Dice que creyó que ahorraba dinero para su vejez, pero se dio cuenta que lo había guardado para utilizarlo en este momento, en el que ocupa todo su tiempo y energía para ver salir libres a sus familiares de la cárcel.

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