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Francisco Aguirre Sacasa, Nicaragua

El doctor Francisco Xavier Aguirre Sacasa. LA PRENSA/M.ESQUIVEL

Francisco Aguirre Sacasa: “El Carmen está arrinconado”

Francisco Aguirre, excanciller de Nicaragua, considera que el dictador Daniel Ortega está arrinconado internacionalmente y por eso está obligado a dialogar.

La pareja presidencial está sola y arrinconada en su residencia en El Carmen. Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo están aislados internacionalmente por lo que la única salida que tienen para superar la crisis política que ellos mismos crearon es a través del diálogo, es decir regresando a la mesa a negociar. El excanciller Francisco Aguirre Sacasa señala que mientras esa apertura al diálogo no ocurra, Nicaragua continuará bajo “un estado de sitio de facto”.

Y pese a que la pareja de dictadores no muestra señal de querer negociar, Aguirre asegura que con Ortega y Murillo la opción de diálogo sigue siendo la alternativa para superar la crisis sociopolítica y lograr la transición, algo que por ejemplo ya es descartable en Venezuela, con el aliado de ellos, Nicolás Maduro, que también se encuentra atrincherado en el poder.

“En Venezuela existe un parlamento que tiene legitimidad y cuyo presidente ha sido reconocido como el jefe de estado encargado por gran parte del pueblo y por un impresionante número de países, tanto en el hemisferio como en Europa”, explica Aguirre. Es decir en Nicaragua no hay un contrapoder que asuma el proceso de transición.

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A criterio de Aguirre, pese al rechazo de varios sectores locales hacia México, cree que sería importante darle la oportunidad al país azteca de entrar al escenario político nicaragüense para mediar la crisis, aprovechando que el régimen pareció flexibilizar su negativa al diálogo cuando el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se ofreció a mediar.

Y mientras eso ocurre, Aguirre se muestra preocupado especialmente por la fragilidad del Sistema Financiero nacional y la Bolsa de Valores, que han sufrido tremendamente el impacto de la crisis política. “Ninguna economía moderna puede sobrevivir sin una banca y bolsa robusta”, afirma.

Se cumplen más de nueve meses de crisis y Daniel Ortega no da señal de querer negociar, ¿qué impide al dictador volver a la mesa de diálogo?

Creo que la renuencia del comandante Ortega se debe a varios factores. Primero, pienso que él no está cómodo con el diálogo tal como se montó el 16 de mayo. Me imaginó que se sintió “lampareado” en un show mediático. Además, el comandante ha insistido que descartó el diálogo porque —a su criterio— algunos de los mediadores habían perdido su neutralidad y habían tomado bandos, refiriéndose a la Conferencia Episcopal. Y, finalmente, considero que él cree que tiene la situación interna controlada y que ya no necesita del diálogo.

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¿Cree que Ortega tiene bajo control la situación política y económica del país o es un espejismo?

¡Nicaragua anda fatal! Aunque la fase de represión cruenta se ha concluido, no hemos regresado a la normalidad. Nicaragua se encuentra bajo un estado de sitio de facto y nuestra economía está pasando por un alarmante colapso que hubiese sido inimaginable hace un año. Me preocupa especialmente la fragilidad del sector financiero. Ninguna economía moderna puede sobrevivir sin una banca y bolsa robusta. Y esta condición no impera en nuestro país ahora.
Por otro lado El Carmen está arrinconado internacionalmente. El Gobierno vive una suerte de ostracismo no solo en el hemisferio sino que también en Europa. Sus aliados firmes son solamente Cuba, Bolivia y Venezuela, y este último está viviendo momentos en que la supervivencia del gobierno de Nicolás Maduro está en duda.

Entonces, ¿usted cree que Daniel Ortega sí necesita sentarse a dialogar?

Por supuesto que sí. La única manera de revertir nuestra situación, que es insostenible, es a través de un diálogo, una negociación. Urge montarlo con pragmatismo, creatividad y visión de nación. Hay que reconocer que mayo no funcionó y que se debe de buscar otro mecanismo para ponerle fin a la pesadilla nacional que estamos viviendo y que está destruyendo a nuestra nación. Eso sí, el diálogo debería de tener como objetivo buscar una transición pacífica hacia una democracia con justicia y respeto para los derechos humanos y la ley.

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Pero en el caso de Venezuela se ha descartado el diálogo para con Nicolás Maduro. ¿Por qué usted cree que con Ortega se debe buscar esa transición a través del diálogo?

Los dos casos son muy diferentes. En Venezuela existe un parlamento que tiene legitimidad y cuyo presidente ha sido reconocido como el jefe de estado encargado por gran parte del pueblo y por un impresionante número de países, tanto en el hemisferio como en Europa. Por eso ni la OEA ni la comunidad internacional está a favor de un diálogo en Venezuela. En Nicaragua, la comunidad internacional no ve ningún poder del estado que podrá ser parte de la solución al problema que enfrentamos, al menos no como están constituidos actualmente. Por eso existe un consenso internacional que un diálogo serio es un paso previo necesario para destrabar nuestra crisis e iniciar una transición democrática.

Pero ¿cómo se puede hacer un diálogo más potable para la dictadura Ortega-Murillo?

Siendo flexible. Por ejemplo, el presidente (Andrés Manuel) López Obrador de México se ha distanciado del Grupo de Lima y del Grupo de Trabajo que se creó en la OEA para facilitar una transición democrática bajo la Carta Democrática Interamericana. Por eso pareciera que El Carmen podría inclinarse a la incorporación de México como mediador en una negociación en Nicaragua. Si no, por qué intentó el canciller Moncada Colindres viajar a México para reunirse con las autoridades aztecas. Una posibilidad, por ende, podría ser ajustar el diálogo para que pudiese jugar un papel México.

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Pero hay muchos en Nicaragua que desconfiarían de México, precisamente por la posición que ha mostrado López Obrador sobre la crisis en el país…

Lo sé. El giro que el presidente López Obrador le ha dado a la diplomacia mexicana es visto por muchos opositores como hecho a la medida para Daniel. Como prueba de esto algunos citan el silencio que guardó la silla mexicana en la reciente reunión del Consejo Permanente de la OEA que abordó el tema de Nicaragua. También señalan la postura de México en la crisis de Venezuela en donde México no ha reconocido a Guaidó como presidente en funciones de Venezuela.

Comprendo estas inquietudes. Pero también tengo claro que la actual postura mexicana tiene fuertes raíces históricas. Se trata de retornar a una política de estado que remonta a los años treinta del siglo XX cuando el entonces canciller, Genaro Estrada, estableció la doctrina que lleva su nombre y que se fundamenta en la autodeterminación de los pueblos y la no injerencia en asuntos de otros países. Al mismo tiempo, México profesa tener un compromiso fuerte con el respeto a los derechos humanos. Tan es así que es signatario del Tratado de Roma que estableció la Corte Penal Internacional, algo que ni Nicaragua ni Estados Unidos han hecho.

¿Podría la “salida mexicana” facilitar esta negociación?

Creo que es una opción que amerita ser explorada seriamente y sin temor. Con su diplomacia actual, México podría aportar un importante valor agregado a las negociaciones: su imparcialidad. Sería difícil para Daniel alegar que México como mediador o garante no sería aceptable. Por eso –y por la historia que compartimos con México y la importante presencia económica que México y su sector privado tienen en nuestro país— considero que México pudiese jugar un papel positivo en la situación actual.

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¿Qué formato debería de tomar la negociación para abrir el camino a la transición política? ¿Serían los mismos actores que estuvieron en el Diálogo Nacional que inició en mayo?

Repito que la negociación se tiene que abordar con pragmatismo, creatividad y visión de nación. Y esto también se aplica a su formato. Pero hay ciertos nortes que no se pueden obviar. Primero, los participantes deben de ser representativos de las fuerzas vivas de nuestro país, pero su número debe de ser reducido. No olvidemos que ¡demasiados chefs en la cocina echan a perder la comida! Segundo, las negociaciones deben de ser privadas. Tercero, el tiempo apremia. Nicaragua está en cuidados intensivos y todos los participantes tienen que buscar, y de buena fe, cómo ponerle punto final a la crisis rápidamente. Y cuarto, el mandato de los negociadores debe de ser limitado: restablecer la democracia representativa a través de elecciones libres, confiables y anticipadas; liberar a los prisioneros de conciencia y permitir la repatriación de los desterrados inmediatamente, y hacer justicia para las víctimas. Estos objetivos son suficientemente ambiciosos. A mi criterio, la negociación no debe de tratar de abordar ni mucho menos solucionar todos los otros problemas que aquejan a nuestra patria. Esto les tocará a los siguientes gobiernos.

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