Cesare Battisti, exactivista de izquierda italiano, quien pasó cerca de 40 años de su vida huyendo de la justicia, confesó por primera vez desde la cárcel que es responsable de cuatro asesinatos cometidos en los años 70 por los que fue condenado a cadena perpetua.
Battisti, de 64 años, y ahora encarcelado en Italia luego de décadas prófugo en México, Francia y Brasil, había sido condenado en ausencia por esos homicidios así como por delitos relacionados con la lucha armada, de la que hoy en día se arrepiente de haber participado.
Con sus confesiones se concluye una larga historia de verdaderas y mentiras, ya que Battisti era considerado en Italia un “terrorista despiadado”, mientras que en Francia y Brasil lo protegieron por años por ser un perseguido político.
Políglota de voz dulce y escritor de novelas policiales, Battisti nació en el sur de Roma el 18 de diciembre de 1954 en una familia comunista pero también católica, como él.
Tras pasar varias veces por la prisión por delitos comunes, a finales de los años 1970 se unió a la lucha armada dentro del grupo Proletarios Armados Por el Comunismo (PAC).
“Intentar cambiar la sociedad con las armas es una estupidez pero bueno, en esa época todo el mundo tenía pistolas”, comentó en 2011.
“La lucha armada impidió el desarrollo de la revolución social, política y cultural desatada por el movimiento de 1968, lo que habría sido absolutamente positivo para Italia”, aseguró el sábado pasado a los jueces italianos desde la cárcel de Cerdeña donde paga su condena.
Tras ser detenido en Milán, fue encarcelado en 1979 y en 1981 logró escapar. En 1993 fue condenado en ausencia a cadena perpetua por dos asesinatos y por complicidad en otros dos cometidos en 1978 y 1979, crímenes de los que dice ser inocente.
Tras pasar por México encontró refugio en Francia entre 1990 y 2004 gracias a la protección del expresidente socialista François Mitterrand, que se comprometió a no extraditar a ningún militante de extrema izquierda que hubiera renunciado a la lucha armada.
Igual que un centenar de militantes italianos de aquella época, Battisti rehizo su vida en París. Trabajó como guardián en un edificio y empezó a escribir y publicar una docena de novelas policíacas con muchos elementos autobiográficos que tratan temas como la redención o el exilio de exmilitantes extremistas.
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“Antes morir en Brasil”
Pero en 2004, el gobierno de Jacques Chirac decidió poner fin a la “jurisprudencia Mitterrand” y extraditarlo.
A pesar del apoyo de numerosas personalidades como la novelista Fred Vargas o el filósofo Bernard-Henri Levy, la justicia francesa rechazó el recurso contra la extradición y Battisti huyó entonces a Brasil con una identidad falsa, según él, ayudado por los servicios secretos franceses.
Después de tres años de clandestinidad, en 2007 fue detenido en Rio y pasó cuatro años en prisión, donde mantuvo una huelga de hambre porque decía preferir “morir en Brasil antes que volver a Italia”.
“Escribir para no perderme en la niebla de los días interminables, repitiéndome que no es verdad. Que no soy yo este hombre que los medios han transformado en monstruo y reducido al silencio de las sombras”, afirma en Mi fuga, un libro escrito en prisión.
En 2009, el Tribunal Supremo de Brasil autorizó su extradición pero dejó la decisión final en manos del presidente Lula, que en el último día de su segundo mandato decidió finalmente no expulsarle. Como represalia, Italia llamó a consultas a su embajador en Brasilia.
En junio 2011 Battisti quedó liberado y logró obtener un permiso de residencia permanente en el gigante sudamericano. Más tarde se instaló en Cananeia, una tranquila ciudad pesquera del litoral del Sao Paulo, donde continuó escribiendo y reconstruyó su vida.
Padre de dos hijas adultas en Francia, Battisti conoció a una joven profesora brasileña con la que tuvo a su hijo Raúl, de unos cinco años actualmente, y con la que mantiene una relación intermitente.
El nacimiento de su hijo en el país era uno de los argumentos utilizados por su defensa para impedir su extradición, tal y como él mismo explicó a la AFP en una entrevista concedida en 2017 en su casa de Cananeia, con el pequeño sentado a su lado.
Pero la justicia tomó decisiones contradictorias. En 2015 una juez ordenó una nueva expulsión. Ese mismo año, Battisti se casa con otra mujer brasileña, por entonces su pareja, en un camping de la ciudad, separándose poco después.
Dos años más tarde le detienen en la frontera con Bolivia, acusado de querer huir, y le ponen bajo vigilancia electrónica durante cuatro meses.
Después de la elección en octubre pasado del ultraderechista Jair Bolsonaro, quien prometió su extradición, Battisti volvió a la clandestinidad. Hasta enero del 2019, cuando fue detenido en Santa Cruz de la Sierra, en el centro de Bolivia y entregado a Italia.