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tabú, salud mental

Un tema tabú

El tema de salud mental debe ser fundamentalmente preventivo, debiendo ser estudiado autocríticamente desde las gerencias; valorar si los ambientes laborales que se promueven son apropiados para el bienestar integral del individuo

Las condiciones de salud mental en el trabajo son uno de los tópicos sobre los cuales, con frecuencia, se prefiere cambiar de conversación, siendo un tabú, prohibido, elusivo —o mejor dicho— clandestino, porque existen aunque parezcan no estar.

Se piensa erróneamente que sobre el particular nada hay que discutir porque la salud mental pertenece a una órbita muy privada —lo cual no deja de ser cierto—, sin embargo, sus implicaciones pueden ser muy costosas para una empresa.

De acuerdo con un estudio muy reciente publicado en los EE.UU. por Harris Insights and Analytics, —para la American Heart Association—, los niveles de afectación locales por condiciones de salud mental son apabullantes: 44 millones de adultos han sido diagnosticados con estos desórdenes, es decir, casi que uno de cada cinco está enfrentando situaciones que varían, desde depresión —la más común— entre otras como la ansiedad en distintos niveles.

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Lo que más me ha causado mayor impresión del estudio es el hecho que el 63 % de los adultos que han sido diagnosticados con esas dolencias, —agárrese fuerte—, no se lo han comunicado a su empleador. Esto indica que las razones de no hacerlo son mucho más poderosas que las de revelarlas, debido principalmente, al significado —o más bien, etiquetado—, que puede sufrir una persona, en una sociedad que, de ordinario, asume que la competencia darwiniana es también la forma natural de ascender en una empresa.

Desconozco absolutamente la dimensión que este tipo de situaciones pueda tener en Nicaragua, pero sí tengo la certeza intuitiva, que no debemos de andar muy lejos de esas alarmantes cifras de la gran nación del norte, aunque no tengamos esos reputados centros de pensamiento con estadísticas consistentemente confiables.

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El problema de estos casos latentes en las empresas estriba no solamente en los altos costos que tiene para la productividad, sino también, en cómo se manejan los casos al interno de las organizaciones, puesto que en culturas como la nuestra, esta clase de trastornos puede ser más bien —de hecho lo es— , objeto de burla, ridículo, discriminación, e incluso, acoso psicológico o mobbing; factores que pueden incrementar notoriamente la severidad del desorden mental que esté padeciendo el individuo, y el impacto en su familia.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), algunos de los riesgos para la salud mental en el trabajo pueden incluir: 1) Políticas inadecuadas de Seguridad y Salud Ocupacional; 2) Proceso de comunicación débil o prácticas gerenciales deficientes; 3) Poca participación del individuo en el proceso de toma de decisiones, o bien, muy poco o nulo control sobre su propia área de trabajo; 4) Bajo nivel de apoyo para el personal por parte del empleador; 5) Horarios de trabajo inflexibles; 6) Tareas poco claras o desconocimiento de los objetivos organizacionales.

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Señala también el citado organismo, que el contenido del trabajo, la imposibilidad de ejecutar las tareas debido a las diferencias entre las competencias personales de quien está en el puesto, un volumen muy alto de tareas sin descanso, o bien, jornadas normalmente extremas, son agravantes que fatigan al individuo y lo van minando en varias dimensiones psicológicas y físicas, con deriva hacia condiciones de salud mental.

Estas pueden incrementarse si las características del equipo de trabajo evidencian falta de cohesión entre los miembros, incluyendo la carencia de un oportuno aconsejamiento o soporte social a la persona en proceso de afectación, o bien, ya afectada.

Las condiciones de salud mental —que aunque en nuestra proverbial simplicidad e improvisación de los ambientes de trabajo nicaragüenses parecieran más bien raros—, debieran tener un énfasis en su prospección temprana, no solamente como una temática simplista de riesgos psicosociales, sino como un ejercicio para eliminarle su perturbador estigma que supone mantenerlo oculto.

El tema de salud mental debe ser fundamentalmente preventivo, debiendo ser estudiado autocríticamente desde las gerencias; valorar si los ambientes laborales que se promueven son apropiados para el bienestar integral del individuo, pero no en esas pretendidamente científicas encuestas de clima laboral, sino en la comunicación ojo a ojo, en donde el colaborador comprenda que una forma de valorarle y apreciarle como ser humano, pasa necesariamente por preguntar sobre cómo va su salud mental.
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