La Organización Mundial de la Salud publicó este importante reporte que aborda aspectos claves de este fenómeno que ha sido declarado —con toda la justeza del mundo— una verdadera epidemia global, causando anualmente 1.35 millones de muertes, siendo la octava causa a nivel mundial absoluto, así como la primera en el rango de 5-29 años, con una mayor afectación en los peatones, ciclistas —y sobre todo— motociclistas, con una alarmante incidencia general en los países subdesarrollados como el nuestro.
Según el reporte, diariamente mueren 3,700 personas en las carreteras de nuestro planeta.
El informe de 424 páginas aborda diversos factores contribuyentes de todos conocidos: ausencia de enforzamiento de normas, temeridad de particulares, falta de acción institucional seria y profesional, infraestructura vial colapsada, temas culturales —entre muchos otros—.
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Contiene también predicciones sombrías sobre el futuro del problema: no hay visos que pueda disminuirse globalmente en los próximos años. Más personas mueren en la carretera que todas las víctimas de HIV/SIDA, tuberculosis y enfermedades diarreicas juntas.
Señala que mientras en los países desarrollados la tasa de muertes viales por 100 mil habitantes es de 8.3, en las naciones subdesarrolladas este mismo índice es tres veces mayor: 27.5 muertes.
Impresiona también el dato que en los mismos países subdesarrollados —con solamente un 1 % de la cantidad de vehículos del mundo—, estas naciones aportan el 13 por ciento de las muertes.
El país con mejor desempeño en seguridad vial es Suecia, con apenas 2.8 muertes por cada 100 mil habitantes. ¿Cómo lo hacen los increíbles suecos? Con planificación y sentido institucional, independientemente de los gobiernos de turno; desde 1990 sus índices empezaron a cambiar positivamente mediante iniciativas institucionales. Estos son los resultados de una política nacional ejecutada sin signos políticos.
No deja de sorprender también que las naciones que han obtenido mejores resultados en prevención de muertes viales, son también precisamente aquellas que son percibidas con menor corrupción institucional. Saque usted entonces sus conclusiones.
Una reducción en las fatalidades como producto de un número de medidas preventivas ha sido observada en los países desarrollados (mediano y alto ingreso) entre 2013-2016, no así en los países subdesarrollados (bajo ingreso) que continúan sin mejoras evidentes, más bien, incrementándose su grave impacto y costos económicos que son trasladados íntegramente a los dependientes de la persona desaparecida.
No voy a ahondar en las explicaciones e interpretaciones, pues para eso está ese formidable informe, pero bastará decir que la calidad de los servicios de emergencia y atención hospitalaria entre ambos segmentos comparativos, son factores absolutamente cruciales en la tasa de supervivencia de las personas lesionadas.
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Uno de los hallazgos del reporte es que un 1 por ciento de incremento en la velocidad promedio que usted conduce en carretera, producirá un 4 por ciento de aumento en el riesgo de fatalidad y un 3 por ciento el de un percance serio.
Un 5 por ciento de reducción en la velocidad promedio en carretera puede reducir en un 30 por ciento el número de fatalidades.
Para los peatones que sufren impactos frontales, el riesgo de muerte se incrementa rápidamente en 4.5 veces si la velocidad del impacto aumenta de 50 kph a 65 kph.
Otro hallazgo importantísimo —con todo el respaldo científico que supone este estudio— es que el umbral de la muerte para los pasajeros que viajan con el cinturón de seguridad correctamente ajustado en los vehículos de mayor seguridad (Euro NCAP 5-star) —al ocurrir un impacto frontal—, es de apenas 70 kph, por lo cual es absurdo pensar que los dispositivos de seguridad vayan a ser un factor de mitigación importante.
Para los pasajeros de un vehículo cualquiera, específicamente en las colisiones con otros automotores, el riesgo de muerte es de 85 % al viajar a 65 kph.
Estos índices revelados por este útil informe echan por tierra las creencias —absurdamente ingenuas— que suponen que las fatalidades viales requieren altas velocidades, sino solamente alguien quien quiera pensar así, mientras se mantenga inconsciente o ignorante de que aquello que denomina “baja velocidad” es —la mayoría de las veces—, el principal factor de peligrosidad vial, por lo cual, es fundamental siempre reducir conscientemente la velocidad, siendo este un consejo útil para conducir durante estas festividades.