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Arte y sincretismo

Durante la conquista española hubo un proceso de eliminación de la manera de pensar religiosa del indígena. Sus creencias, en vez de desaparecer, se mezclaron con los nuevos conceptos llegados de Europa. Bajo una nueva apariencia, mantuvieron sus ideas autóctonas.

Nos dice el antropólogo peruano Rodolfo Sánchez: “la cultura no muere, se transforma”. Y además agregaría: “se enriquece”. Durante los virreinatos, la pintura fue uno de los medios utilizados para facilitar la penetración religiosa contra la resistencia indígena. Por ende, nace en el Perú la escuela cuzqueña, producto de dos corrientes poderosas y artísticas: la europea y la indígena.

Uno de los últimos pintores del arte cuzqueño fue el peruano Marco Zapata (1710-1773), que se caracterizó por fusionar el arte tradicionalmente occidental con el indígena. Su producción abarca alrededor de 200 cuadros. Entre ellos resalta su obra: La última cena, lienzo de gran tamaño, que se encuentra en la Catedral del Cuzco, abarcando los altos arcos del templo. Es una obra pictórica de singular sincretismo.

La última cena es un tema iconográfico muy recurrente en el arte religioso europeo. Zapata, sin embargo, ofrece la misma escena pero con detalles indígenas y andinos que no pueden pasar inadvertidos. Hace a esta obra única, pues en ella hay dos pasajes bíblicos ausentes en las otras versiones: Jesús cenando en el centro del mismo y Cristo crucificado en la parte alta e izquierda del cuadro. Jesús despidiéndose de sus discípulos, con la vista hacia el cielo y Cristo inmolado, sacrificado en la cruz, con la vista hacia la tierra (como adorando su fertilidad) y con las rodillas dobladas, en señal de sumisión.

Además esta obra contiene elementos y rasgos propios de la resistencia indígena. Jesús tiene sentado a su alrededor a sus discípulos de tez blanca, en cambio en la parte baja del lienzo se encuentra Judas, el que le traiciona, representante del mal, de piel morena —simbiosis y producto del mestizaje—, vestido de rojo, sosteniendo una bolsa de monedas en su mano derecha, siguiendo al espectador con su mirada y con las facciones y barbas muy similares a las de Francisco Pizarro; el conquistador español responsable de la caída del imperio inca.

La rebeldía está patente con la presencia de la gastronomía indígena. Jesús y sus discípulos aparecen disfrutando de un plato de cuy (conejillo de indias) situado en una fuente en el centro de la mesa.

La inclusión del cuy en la pintura pareciera indicar un ejemplo simbólico entre el cordero de la tradición judeo-cristiana y el cuy sacrificado en las ceremonias incas.

Con la utilización de símbolos, Zapata trataba de penetrar profundamente en la mentalidad de los indios. Hay, además, otros elementos pictóricos meramente indígenas: la chicha morada, las papas y las frutas.

Esta obra si bien es cierto que de una manera podría ser vista como rebeldía, por otra podría ser una aceptación o adaptación a la nueva religión y conceptos traídos por los colonizadores.

La autora es máster en literatura española.

Opinión arte lienzo Pintura archivo
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