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Negociar o no negociar

La oposición democrática que forman la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) y la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), ha manifestado una diferencia muy importante alrededor de la negociación con la dictadura para buscar una solución adecuada de la grave crisis de Nicaragua.

La UNAB declaró este martes 7 de mayo en un comunicado, que la Alianza Cívica “no debería volver a la mesa de negociación” mientras la dictadura no cumpla el acuerdo para “la liberación inmediata, plena y con garantías” de todos los presos políticos. Además, según la UNAB, “es imposible avanzar en la negociación sin la presencia de garantes internacionales” y advierte que “continuar (la negociación) de esta manera expone al pueblo nicaragüense a más abusos y violaciones a sus derechos humanos”.

Finalmente, la UNAB llamó a la ciudadanía y la diáspora nicaragüense a “elevar sus niveles de organización, movilización y resistencia pacífica”, que, asegura, es el único camino que “conducirá al retorno de una democracia con justicia”.

Sin embargo la Alianza Cívica respondió a la posición de la UNAB con criterio propio y reiteró también mediante un comunicado, su disposición a seguir negociando con la dictadura “para encontrar la salida, que pasa por la liberación de presos, justicia, verdad y la celebración de elecciones libres, democráticas y adelantadas”.

A nuestro juicio, no es exactamente cierto que mientras no haya garantes internacionales las negociaciones de la Alianza con la dictadura exponen al pueblo a más abusos y violaciones de derechos humanos. La dictadura reprime porque tal es su naturaleza y lo hace con negociación y garantes o sin ellos. Sin embargo, la posición de la UNAB es entendible porque la situación es muy complicada, el régimen no cumple como debe ser los acuerdos que acepta en la mesa de negociación y actúa con insoportable prepotencia dictatorial.

Pero eso no justifica renunciar a la negociación en busca de una solución cívica y pacífica de la crisis. La comunidad democrática internacional que respalda fuertemente y anima a la Alianza Cívica, no comprendería su retirada de la mesa de negociación. Y seguramente la reprobaría, porque considera el diálogo como la única alternativa viable y aceptable para lograr acuerdos que permitan restaurar la democracia en Nicaragua.

La Alianza Cívica perdería de hecho mucho más que lo que aparentemente podría ganar, retirándose de la negociación solo porque esta tiene muchas complicaciones. Además, aunque con su aspereza Ortega quiera aparentar fuerza y superioridad, en realidad podría estar manifestando su debilidad, las contradicciones de su régimen y con toda seguridad su inferioridad política y moral ante la oposición democrática.

Si el camino elegido para buscar la solución de la crisis nacional es la negociación política, hay que ser consecuentes con esa decisión. Y si la UNAB considera que es mejor alternativa la organización, movilización y resistencia pacífica de la ciudadanía, nada impide ejecutar esa estrategia salvo la brutal represión de la dictadura.

En todo caso, la negociación política no es incompatible con la resistencia pacífica sino parte de ella. Ambas son formas de lucha democrática, que se pueden complementar desempeñando cada sector el rol que le corresponde.

Editorial Crisis en Nicaragua negociar archivo
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