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En Letra Pequeña, Silvio Báez

Alianza Cívica ¿ordene?

Hay quienes quisieran ver en la Alianza Cívica, una especie de “Dirección Nacional, ¡ordene!” cuando ni tiene ese poder ni deberíamos querer que lo tenga

Langostas

Déjenme traer aquí otra vez la mil veces contada historia de las langostas. Por si alguien no la sabe. Estaba un viejo pescador en el muelle con cinco baldes de langostas, digamos, centroamericanas. En un balde las langostas guatemaltecas, en otro las salvadoreñas, las hondureñas, y así. Un curioso se acerca y le pregunta por qué cuatro de los baldes están tapados y solo uno destapado. “Ah”, responde el pescador, “es que esas son langostas nicaragüenses. No hay necesidad de tapa. Cada vez que una langosta busca como salir, las otras se encargan de halarla al fondo. Nunca ninguna se puede escapar de su destino: la paila del cocinero”.

Amenaza

Puede que como langostas tengamos diferencias muy serias. Posiblemente legítimas. Pero a la gran mayoría nos une ahora la amenaza común de un mal mayor a nuestras diferencias: un régimen dictatorial que ha tomado a Nicaragua como hacienda propia, que restringe las libertades, criminaliza los derechos, apresa, asesina y exilia. La paila del cocinero.

Pureza

Si algo ha demostrado este último año en Nicaragua es que se trazó una línea, donde de un lado está colocado Ortega y del otro TO-DOS los demás. Así hemos vista una mezcolanza imposible. Hay grandes empresarios pero también campesinos pobres. Feministas proaborto pero también jerarcas católicos. Sandinistas y contras. Políticos y ciudadanos. Y así. Cada quien quiere salir del balde. Cada quien tiene propósitos particulares, y a veces opuestos con los otros, pero todos también tienen un propósito común. Pretender que solo los puros pueden salir, entendiendo la pureza como yo la concibo, como los exactamente iguales a mí, es resignarnos a nunca salir del balde para tranquilidad del pescador y regocijo del cocinero.

Alianza Cívica

Yo no confío en la Alianza Cívica. Es natural. Las democracias funcionan en base a la desconfianza. Una democracia tiene como base un sistema de normas que tutelan los derechos y obligaciones de todos. Esa es una forma explícita de decirnos a todos: “Yo no confío en que vos sos buena gente y por eso te portarás bien, confío en las normas. En las leyes”. Lo diferente es una dictadura, donde solo queda confiar. O temer. No confío en la Alianza Cívica, no porque sea ella, sino porque en estas cosas de política no confío en nadie. Pero respeto su trabajo.

Dirección Nacional

Hay quienes quisieran ver en la Alianza Cívica, una especie de “Dirección Nacional, ¡ordene!” Le piden que llame a un paro nacional como si el asunto solo fuera de ordenar y que todo mundo cumpla. Y no digo que no se puede hacer, solo digo que tenemos que entender que no basta que la Alianza Cívica lo decida. Daniel Ortega puede ordenar a sus bases. La Dirección Nacional ordenaba para botar a Somoza o luchar contra la Resistencia. Pero esos poderes no los tiene la Alianza Cívica ni nadie “azul y blanco”, ni quiero que los tenga para que no vayamos a terminar saliendo de uno para caer en otro. Veamos a la Alianza Cívica como lo que son, un grupo de ciudadanos que están dando la batalla, mal o bien, en un terreno que es necesario.

Batalla

Esto no es una defensa a la Alianza Cívica, porque yo mismo tengo mucho que criticarle. Solo la uso de ejemplo. Esta es una defensa a entendernos en nuestras diferencias para vencer un mal mayor. Todos somos necesarios. Las batallas no se ganan disparando hacia los lados, sino al frente, por muy mal que nos caigan los compañeros de trinchera. Y esta es una batalla que sobrepasa incluso a la misma dictadura de Ortega. Es una batalla para cambiar un sistema de gobierno. Y eso incluye que cambiemos nosotros mismos. Cada quien aporta lo que puede y lo que quiere, porque, insisto, esto no es de “Dirección Nacional, ordene”. Si nos ponemos en el plan de que solo pueden marchar a mi lado los iguales a mí, terminaremos marchando solos. Cada quien por su lado. Y ya sabemos a dónde vamos a terminar de esta forma: en la paila del cocinero.

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