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Puertas afuera

Son sintomáticas las advertencias, pero algunas veces propician el efecto de una terquedad enfermiza. La notificación oficial previamente formulada por un representante nicaragüense de apellido Alvarado en la OEA no encontró eco para una inquietud de la moción opuesta. Durmió en los rezagos inapelables de la negación. Tan cruda la prohibición que eludió los procedimientos diplomáticos. Fue una orden tajante dirigida a las líneas aéreas, no implícitas en el peregrinaje volátil, los representantes anunciaron que estaban listos para entrar a Nicaragua incluso permeable a una reflexión de última hora del gobierno para cumplir con las responsabilidades encomendadas autorizada por una votación mayoritaria de la Asamblea General. Los tipos no pudieron entrar a Nicaragua acusados de ser injerencistas, en crudas y pocas palabras unos intrusos. Sin embargo los analistas insistieron en que la delegación de alto nivel debía ingresar porque no cabía otra alternativa en la opción de salvar a Nicaragua en la aspiración indeclinable de ser la democracia idealizada por los apetitos sabrosos de la felicidad nacional.

No se requirieron mayores explicaciones. A la prohibición de probar y comprobar “in situ” las anormalidades y las normalidades de la precaria situación, los círculos principalmente internacionales fueron raudos en la reacción: Van a llover tempestades sobre Nicaragua a través del método punitivo de las sanciones. Hasta el momento ninguna de las impuestas ha propiciado mella alguna en la continuidad rutinaria de la empobrecida República clasificada por los técnicos en la evaluación por ser sensitiva a depender de la civilización agraria.

Puertas adentro no están inscritas en el lenguaje de la inclusión. Que no las toquen los intrusos que no asimilan la imagen soberana del gobierno, según la Constitución, razón por la cual el sistema tiene la potestad de hacer lo que quiera con el destino de los habitantes de la nación. Secundarios los derechos humanos, secundarias las violaciones que puedan trepidar en la columna vertebral de cada sensibilidad humana. Ante esta realidad siguen menudeando los comunicados de los sectores opuestos a las herméticas posiciones del gobierno. Alianza Cívica parece ser más pasiva que activa en la diligencia de aplicar oxígenos más congruentes con la lógica pragmática. La última reacción señala “que la dictadura continúa cerrando la opción pacífica de la mediación”. Ha surgido otra ventana: encontrar un lugar que no sea Nicaragua para dialogar con la comisión. Sospecho que la idea sustitutiva está acompañada por la estrategia del proceso dilatorio. Mientras el valle sufre la inundación de las lágrimas con la complicidad culpable del gobierno en tanto la OEA nunca cesó de secundar los pasos de la tortuga.

¿Habrá cupo para la invocada reflexión? Tendría la equivalencia de “trazar una raya en el aire” del óptimo cielo.

El autor es periodista.

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