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¿Solitario o solidario?

La solidaridad es empeñarse por el bien común, el bien de todos y de cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos. Jesús utiliza en su enseñanza parábolas, que son ejemplos tomados de la vida real y tienen como finalidad darnos una enseñanza específica como esta del rico Epulón y del pobre Lázaro (Lc. 16, 19-31), la que nos enseña que no es que los ricos van al infierno y los pobres al cielo. Ni que el dinero es malo y la miseria es buena. Ni que, si damos limosnas al pobre, entonces seremos ricos buenos.

La parábola viene a enseñarnos algo que todavía parece que no hemos aprendido o no queremos aprender. Nos enseña que no vivimos solos, ni podemos enfocar la vida como si viviéramos solos. Vivimos junto a otros, convivimos con los otros, por lo tanto, no somos solitarios, lo nuestro es ser solidarios y no solitarios.

El solitario es un pobre ciego y egoísta que se encierra en la cueva de su propio yo y prescinde de todo aquel que está a su lado o vive lejano de su entorno. No le importan los demás. El solidario, tiene los ojos bien abiertos, se da cuenta de que hay otros a su lado, vive en comunión con ellos y comparte las alegrías y las penas de los demás. Por eso, lo suyo es compartir, ser compasivo. La solidaridad y la compasión, son realidades que nos llevan a romper con el egoísmo y a sentirnos todos uno para todos.

La “solidaridad” es el valor que nos lleva a sentir una fuerte conexión con los demás y que nos lleva a sentir la sólida vinculación que los hombres debemos tenernos entre sí. El valor que nos lleva a tomar conciencia de que valemos en tanto en cuanto descubrimos que nos necesitamos todos mutuamente.

La “compasión” es el valor que nos lleva a descubrir que la miseria, el dolor y la muerte de cada hombre cercano, o lejano, nos afecta también a nosotros, nos empobrece, nos interpela y nos disminuye también a nosotros porque son hambre, dolor, miseria o muerte de alguien que nos pertenece.

El gran pecado del rico, no es otro sino la falta de solidaridad y compasión. El rico lo tenía todo (Lc. 16, 19.25) y era incapaz de mirar al que nada poseía, como muchas veces nosotros no queremos mirar la miseria y el dolor de los otros. “Banqueteaba” (Lc. 16, 19), sin importarle para nada el hambre de los demás como muchos de nosotros que ya vemos casi con naturalidad la escena del pobre que recoge en la basura los alimentos que nosotros tiramos.

Era un hombre insensible ante las necesidades del otro e incapaz de sentir un poco de compasión al ver el sufrimiento del pobre Lázaro, como muchos de nosotros que vamos poco a poco endureciendo el corazón y ya nada nos dice el hambre y el dolor de nuestros propios conciudadanos o familiares.

El autor es sacerdote católico.

Opinión Solidario solitario archivo
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