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El libro de José Luis Rocha “Autoconvocados y conectados”, recoge testimonios de la crisis sociopolítica, en especial sobre los universitarios y la revuelta de abril en Nicaragua. LA PRENSA/Uriel Molina

Elena Poniatowska: “¿Cómo es posible que la nación que nos dio a Rubén Darío esté ahora tan lastimada por la corrupción?”

"La represión del gobierno de Daniel Ortega, quien lleva más de 12 años en el poder, al lado de su vicepresidenta y esposa, Rosario Murillo, hirió en lo más profundo a los ciudadanos y a los observadores políticos y sociales de Centroamérica" dice la Premio Cervantes 2013

La escritora mexicana Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013, en su prólogo sobre el libro testimonial “Autoconvocados y conectados” del sociólogo nicaragüense  José Luis Rocha, recoge testimonios dramácos sobre los días más violentos de la crisis que inició en Nicaragua el 18 de abril de 2018.

“La represión del gobierno de Daniel Ortega, quien lleva más de 12 años en el poder, al lado de su vicepresidenta y esposa, Rosario Murillo, hirió en lo más profundo a los ciudadanos y a los observadores políticos y sociales de Centroamérica y a muchos habitantes de América Latina antes indiferentes a la política centroamericana”, dice la escritora en uno de sus párrafos.

Poniatowska es autora de numerosos libros, entre ellos: “La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral”, cuenta sobre la masacre estudiantil del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas. 


Aquí le compartimos su texto: 

En la historia de Nicaragua se acumulan las luchas para defender su identidad. Nicaragua, al igual que el resto de Latinoamérica, luchó por su independencia política, cultural y económica y triunfó el 30 de abril de 1838. Después, el combate fue contra sí misma porque Nicaragua tuvo que definir el rumbo que tomaría.

Recuerdo que al escribir “Tinísima” descubrí que Tina Modotti y Julio Antonio Mella habían decidido en los 30’s ir a Nicaragua atraídos por la gran figura de Sandino, un héroe también para nosotros, los mexicanos.

En su etapa contemporánea, las familias Sacasa, Debayle, Chamorro y Somoza controlaron el poder. Los hijos de familia iban a formarse a West Point y las hijas a los conventos del Sagrado Corazón en Estados Unidos.

En “Eden Hall”, Torres dale, Filadelfia, fui compañera de Liana Debayle, muy inteligente, muy precoz, muy hermosa, una de las primeras de la clase. La envidiábamos porque además era la única que tenía un secador de pelo.

Vea:Imágenes que nos han permitido ver, como nunca antes, el horror del régimen orteguista

Éramos niñas privilegiadas y recuerdo que muchos hijos e hijas de dictadores caribeños y centroamericanos se formaban en Estados Unidos y regresaban a su patria no solo hablando inglés sino con una fuerte adicción al “American Way of Life”.

Mientras tanto el pueblo de Nicaragua daba el gran ejemplo de su perseverancia y su resistencia.

La Revolución de 1979 marcó otro inicio para Nicaragua que se salvó de sí misma a pesar de los obstáculos; parecía tomar un rumbo estable hasta que el 18 de abril de 2018 nos enteramos de la penosa, la bárbara noticia de que, una vez más, este muy querido país centroamericano se manchaba de sangre.

La represión del gobierno de Daniel Ortega, quien lleva más de 12 años en el poder, al lado de su vicepresidenta y esposa, Rosario Murillo, hirió en lo más profundo a los ciudadanos y a los observadores políticos y sociales de Centroamérica y a muchos habitantes de América Latina antes indiferentes a la política centroamericana.

“Primero los chavalos salieron a las calles porque estaban reprimiendo a los viejitos. Después a ellos los reprimieron en León, en el Camino de Oriente y en la UCA… Y el 19 de abril cuando mataron al primer chavalo, mataron al segundo, ya explotó la olla”- nos dice en su libro José Luis Rocha.

Lea también: ¿Cómo ha llegado a ser posible que Nicaragua se esté consumiendo en una hoguera de sangre, dolor, violencia, cinismo y odio?

El 18 abril de 2018, un nuevo acontecimiento político-económico irrumpió en Centroamérica, porque el gobierno de Ortega impuso reformas al seguro social con las que los jubilados se verían severamente afectados. Dichas reformas motivaron el descontento de hombres y mujeres que no dudaron en salir a la calle para hacer visible su rechazo.

José Luis Rocha, autor de “Autoconvocados y conectados” recoge testimonios emotivos de los días más violentos de los que fue testigo y conmueve a sus lectores. Brinda, además un análisis claro de la historia de las luchas sociales en Nicaragua, esa maravillosa nación centroamericana (la más poética) que aspira a ser más justa a pesar de los 325 muertos y más de 700 presos políticos que hasta ahora siguen en pie de lucha a pesar de la inicua represión.

“Inicua” porque la represión no proviene de los enemigos de la dictadura sino de un nuevo tipo de traición, la de la pareja Ortega-Murillo que olvidó la razón de su propia vida y dio la espalda a los ideales de su juventud para moverse en un sangriento y tramposo escenario shakespeariano, en el que campea la crueldad de quienes jamás lograrán lavarse las manos de la sangre de los jóvenes nicaragüenses que han asesinado.

“La cuestión de la soberanía nacional era un llamamiento al que la gente no acudía. Pero que estén matando a un chavalo, a un universitario, que los estén reprimiendo, es un mensaje mucho más fuerte que la gente sí entiende.”

Como suele suceder, ante esa infamia, los jóvenes son los primeros en responder, los primeros en actuar y también los primeros en pagar las consecuencias.

Son los que más arriesgan su vida, su hermosa vida aun no vivida. Son aquellos a los que Rubén Darío, en su tiempo, reconoció como valientes y que ahora guían a esta generación de la primavera nicaragüense.

Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas,
y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros,
al que ama la insignia del suelo materno,
al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano,
los soles del rojo verano,
las nieves y vientos del gélido invierno,
la noche, la escarcha
y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal,
¡saludan con voces de bronce las trompas de guerra que tocan la marcha
triunfal!

El 20 de abril prevalecerá en la memoria de Nicaragua, en las cercanías de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), Álvaro Conrado, un adolescente de 15 años, murió de un disparo que le perforó la garganta mientras llevaba agua a los muchachos que resguardaban la Universidad. ¿Cuántos jovencitos más pagaron con su vida el derecho a la justicia?

“Ellos son de la calle. Empezaron a andar en los tranques apoyando, haciendo, tornando, dando de todo lo que ellos humanamente podían dar y lo que la gente daba de provisión.”

En esta época en que la información fluye de manera vertiginosa y a la luz de testimonios y videos que circulan en las redes sociales, es difícil creer que la represión es una lucha contra “delincuentes”, como ha pretendido el
perverso gobierno de Ortega.

Lea también: La novela “Como esperando abril” que narra horrores del régimen se convertirá en una trilogía literaria

Tan solo en este año, los ataques contra los periodistas se dispararon. Basta recordar que durante los primeros días de estas movilizaciones asesinaron al periodista Ángel Gahona, quien hacía una transmisión en vivo para el noticiero “El Meridiano”, el 21 de abril de 2018.

El informe “Un año de crisis socio-política. Tiempo de Hostilidad y Represión contra la prensa independiente”, de la Fundación Violeta Barros de Chamorro, consigna que las violaciones a la libertad de prensa fueron de 84 a 1020 en 12 meses.

En medio de intimidaciones, robo de equipo y censura, los periodistas nicaragüenses luchan por informar no sólo al país sino al resto del mundo.

¿Cómo es posible que la nación que nos dio a Rubén Darío, al sacerdote Ernesto Cardenal, a Claribel Alegría, a Vidaluz Meneses, a Daisy Zamora, a Gioconda Belli y a Sergio Ramírez esté ahora tan lastimada por la corrupción?

Recuerdo con gusto como conocí en México al erudito Ernesto Mejía Sánchez quién formaba parte del Colegio de México que entonces dirigía Alfonso Reyes. También recuerdo a Claribel Alegría con quién coincidí en algunos encuentros literarios. ¿Qué dirían ellos ahora al ver a su país traicionado por dos de sus hijos?

Gioconda Belli fue una opositora de la dictadura de Somoza Debayle. No permaneció detrás de un escritorio, salió a la calle con su cabellera de leona a denunciar las injusticias. Con cada rizo de su cabeza coronada, Gioconda llevó cartas que pudieron costarle la vida, marchó a lado de los jóvenes en 1970 y se manifestó en América Latina y en Estados Unidos en 2018 en contra de la injusticia que se le hacía a su país de origen.

Hoy mismo, el anhelo de paz es el que reina en la juventud de Nicaragua, en jóvenes hombres y mujeres que han sido oprimidos por el régimen de Ortega y de Murillo.

Tal vez, en unas semanas los nicaragüenses inunden las calles con su voz diciendo: “Ya no hay oscuridad, ni barricadas,/ ni abuso del espejo retrovisor/ para ver si me siguen…/ Ya no huele a quemado,/ y no es la muerte una conocida presencia/ esperando a la vuelta de cualquier esquina.”

Cultura Elena Poniatowska libro archivo

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