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“Verme sin cabello, sin cejas, sin pestañas… Mi hijo me decía no te me arrimés mamita que te tengo miedo así”

Eda Pineda Martínez sobrevivió al cáncer de seno. Fue la única de un grupo de 32 mujeres. Esta es su historia de lucha contra la enfermedad

Cierra la puerta. No quiere que los vecinos vean su desnudez. Está en medio de la sala adornada por fotografías familiares de momentos felices que penden de las paredes sin pintar. Se quita el sostén y con destreza cubre su pecho derecho y deja al descubierto la zona donde estuvo hasta noviembre de 2013 su seno izquierdo. Ahí está, una cicatriz de unos cinco centímetros que recuerda la enfermedad que provocó un terremoto en la vida de una mujer que no quería morirse.

Dos días después que Eda María Pineda Martínez cumpliera 37 años, un dolor agudo en su pecho izquierdo la asustó. Dejó de lavar vasos y platos en su cocina y se encerró en su cuarto para examinar sus mamas, estaba acostumbrada a tocarse, siempre se autoexaminaba, como medida de prevención porque su hermana mayor había padecido cáncer de seno y otros miembros de la familia también habían sido víctimas del cáncer en otras partes de su cuerpo. Conocía la ferocidad de la enfermedad. Finalmente, sus dedos tropezaron con una pelotita del tamaño de un grano de frijol.

Después de una mamografía, ultrasonido y tres biopsias, el diagnóstico era innegable: un carcinoma ductal grado 2 B, cuya detección le daba más oportunidades de vida. Lo que vino después es lo más parecido a un calvario. Cada 21 días acudía al hospital para padecer y curarse a la vez. Las medicinas entraban por sus venas en búsqueda de cualquier célula cancerígena para liquidarla; era un proceso lento que le producía pérdida del apetito, diarrea, fiebre y náuseas. Inició la quimioterapia después de dos meses de múltiples exámenes, incluida una serie ósea, que implicaba radiografías por todo su cuerpo para descartar que el cáncer estuviera en otra zona que no fuera el seno. No solo sufrió con la quimioterapia también le hicieron 90 radioterapias.

La noche anterior al 13 de agosto, día que inició el tratamiento, reflexionó sobre las oportunidades que tenía de vivir. “Yo pensé que iba a morir ese día de la aflicción que tenía porque yo decía voy a botar el cabello, iré a lograr sobrevivir-se preguntaba-, porque el tratamiento de quimioterapia es terrible”, cuenta. En la segunda quimioterapia de las 16 que le aplicaron sentía que agonizaba. Tirada de bruces sobre su baño le dijo a Dios que, si su deseo era llevársela que lo hiciera, y si no, que la sanara.

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Estaba en su cama exhausta cuando su niño de cuatro años se acercó y le dijo que no lo dejara solo; esas palabras le regresaron las energías que ya hace rato se habían ido, se dijo a si misma que tenía que vivir. Para ese entonces los cambios físicos eran evidentes: se cayó el cabello, las cejas fueron cediendo y las pestañas no estuvieron por mucho tiempo en su lugar.

“Y verme sin cabello, sin cejas, sin pestañas. Mi hijo me decía no te me arrimés mamita que te tengo miedo así; y yo me ponía una gorrita para que no me mirara así”, cuenta esta mujer, originaria de León.

En Nicaragua, según datos de la fundación Movicáncer unos mil casos de cáncer de seno son diagnosticados al año. La ginecóloga oncológica, Yolanda Ramírez Vanegas, explica que el cáncer en general es cuando una célula sufre un cambio en su formación genética y empieza a transformarse en un aspecto maligno y comienza a autoreproducirse, en esa medida puede avanzar desde el sitio donde se originó hacia otras zonas del cuerpo.

Eda Pineda Martínez posa junto a dos de sus tres hijos y su nieto. Su hijo menor, de camisa roja, tenía cuatro años cuando ella fue diagnosticada con cáncer de seno. LAPRENSA/ROBERTO FONSECA

Eso sucedió en las vidas de las otras 31 mujeres que Eda conoció en el hospital. Al igual que ella, trataban de no rendirse ante la enfermedad. Les llama amigas y hermanas, los ojos le brillan cuando habla de ellas. Compartieron sus historias de vida y la esperanza de salir del hospital curadas. De todas, solo Eda lo logró. Lleva seis años sin cáncer. Cuando ella llegaba a sus citas médicas se sorprendía de encontrarse con varias de sus amigas, otra vez en “quimio”. El cáncer había regresado a sus cuerpos, ya no era en el seno, había llegado al pulmón o al cerebro.

“Era terrible ver que todas mis compañeras estaban graves, y cuando me di cuenta de cada una, que perdieron la batalla, que no lo lograran, para mí ha sido terrible. Eso yo nunca lo voy a olvidar”, cuenta adolorida. La especialista Ramírez explica que las células cancerígenas pueden reproducir células hijas que viajan por el sistema linfático o venoso, y en esa etapa, el cáncer se vuelve incurable porque no se queda en el sitio específico, sino que ataca órganos vitales.

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“Esa es la importancia en la lucha contra el cáncer de seno, ¿Por qué?, es altamente frecuente, altamente maligno y es diagnosticable en etapas tempranas e incluso en etapas preclínicas-antes que se manifieste un tumor-”, expresa la gineco-oncóloga.

Es madre de tres hijos y desde el 2013 se convirtió en integrante de un grupo de 32 mujeres que deseaban curarse, Eda Pineda Martínez fue la única que lo logró. LAPRENSA/ROBERTO FONSECA

La herida de la mastectomía

Eda era candidata para una cirugía conservadora (solo afectar la zona donde está el tumor), pero pidió que le hicieran una mastectomía radical, lo que significa perder por completo su seno. Ella cree que fue mejor así, evitaba cualquier posibilidad que el cáncer se quedara por algún resquicio del tejido. Aunque, los médicos aseguran que ambas cirugías son efectivas.

Cuando le quitaron el vendaje, lloró y se dijo asimisma “estoy mutilada”. La depresión la dejó sin apetito por seis días, sin ganas de hablar ni ver a nadie. Solo lloraba. La pérdida de un seno es traumático para una mujer porque nadie va a querer que su pareja la vea mutilada, relata. “Uno como mujer se siente como que le falta algo tan grande, da mucha pena, y se siente mal en su intimidad”. Sin embargo, en su caso, ha contado con todo el apoyo de su pareja y de sus tres hijos.

Atrás quedó el dolor que sintió al no ver su seno izquierdo, ahora muestra su cicatriz con la seguridad que le imprime la vida que ganó. Eda no quería que sus hijos se quedaran sin madre, como le sucedió a ella junto a sus siete hermanos, cuando sus padres fallecieron en diferentes fechas, tuvieron que criarse entre tíos y tías. Eda se muestra optimista, vive agradecida con Dios, a quien llama “mi padre”, por permitirle vencer el cáncer.

Eda Pineda (al centro y de blusa color amarillo) sobrevivió al cáncer de seno, pero no baja la guardia, se revisa cada seis meses. LAPRENSA/CORTESÍA

Diagnóstico temprano son mas oportunidades de vida

Toda mujer a partir de los 21 años debe autoexplorarse las mamas, no esperar percibir un dolor. Deben advertir cambios como secreciones, retracciones, aumento de tamaño o disminución, y acudir al médico, ya que un diagnóstico temprano es clave para que la mujer pueda superar el cáncer, explica Ramírez. Existe una sobrevida de un 80 a 90 por ciento cuando el cáncer está en la etapa uno y un 35 por ciento de sobrevida cuando se encuentra en la etapa tres.

Esos datos significan que, si hay 100 mujeres con cáncer en etapa 1, en los próximos cinco años, de 80 a 90 van a estar vivas, pero si estas mismas llegan con etapa tres del cáncer, a los mismos cinco años, 65 ya podrían haber muerto, ejemplifica la especialista. La etapa tres implica tumores de más de cinco centímetros y en etapa uno son tumores menores de dos centímetros.

El problema es que en Nicaragua el 70 por ciento de los pacientes llegan en etapa dos y tres, no llegan en etapa temprana, versus otros países que llegan en etapa uno, alerta la especialista. Recomienda que toda mujer a los 40 años se haga una mamografía. Eda aunque le ganó la batalla al cáncer no baja la guardia, y se revisa cada seis meses. Se ha dedicado a divulgar su experiencia, cómo actúa la enfermedad y la necesidad de la autoexploración. Considera que parte de su nueva vida es ser la voz de aquellas que no lo lograron.

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“Yo digo que mi Dios hizo algo maravilloso en mi vida y me dejó para algo, para hacer muchas cosas, que hoy en día estoy haciendo”. Eda se refiere a entrevistas, visitas a radioemisoras, participación en campañas de prevención del cáncer de mamá y otras actividades, que se multiplican en octubre, debido a que cada 19 es el Día Mundial de la Lucha contra el cáncer de mama.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cáncer de mama es el más común entre las mujeres a nivel mundial, representa el 16 por ciento de los cánceres femeninos.

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