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“Me dijo: mamita perdoname. Ofendí a un sandinista, nos van a matar”. Josué Moraga lleva 15 meses desaparecido

El 4 de julio de 2018 tres camionetas llenas de parapolicías llegaron a la casa de María de Jesús Rivera, en Masatepe, y se llevaron a su hijo. "Yo tengo fe que mi hijo va aparecer", dice

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Hace más de 15 meses que María de Jesús Rivera Rodríguez no sabe nada de su hijo Josué Joel Moraga. El último recuerdo que tiene de él es saliendo de su casa, corriendo por su vida aquella noche del 4 de julio de 2018. Vestía una camiseta café con letras en color blanco del equipo de béisbol de San Francisco, un short de vestir color crema y calcetines blancos largos. No llevaba zapatos.

Esa noche, tres camionetas llenas de parapolicías llegaron a su casa, en Masatepe, con el fin de matar o capturar al joven. Eran tantos los agresores, que la madre de Josué no sabe dar una cifra.  “Eran un montón”, dice. .

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El pasado 15 de enero Josué cumplió 17 años. Su madre, asegura que desde el estallido de las protestas antigubernamentales, en abril de 2018, a Josué no se le vio en alguna marcha o manifestación cívica.

Josué Moraga Rivera en la ceremonia de la promoción de su sexto grado. LA PRENSA/R. Fonseca

El 4 de julio de 2018, las cosas pasaron muy rápido. Por la tarde, Josué decidió “dar una vuelta” por el barrio pese a la advertencia de su mamá de que las “calles estaban calientes”. “No hijo, no vayas a cometer ningún error. Mirá cómo está la situación ahorita, mirá cómo andan (los parapolicías)”, aconsejó Rivera Rodríguez. “No se preocupe”, contestó él.

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Eran como las ocho de la noche de ese día cuando Josué entró corriendo a su casa buscando a su mamá. “Mamá nos van a matar. Me vienen siguiendo”, le dijo desesperado. “Yo escucho una habladera, como un pleito en la calle, entonces él me dice ‘ve que ya vinieron’, entonces él se hinca de rodillas y me dice ‘mamita perdoname, hice algo que no debía hacer, ofendí a un sandinista, nos van a matar’”, relata entre lágrimas.

“Yo le digo metete bajo la cama. Cuando yo salgo (al patio) miro el montón de paramilitares encañonándome, y me dicen ‘dónde está el perro hijueputa de Josué’. No está, le digo yo, entonces ellos comienzan a revisar todo (y) uno de ellos me dice ‘quitá’ y me avienta ahí (cerca de la puerta)”, cuenta Rivera.

Al momento de la agresión, sus otros dos hijos intervinieron pero fueron arrastrados a la camioneta y golpeados por los parapolicías. Ellos permanecieron detenidos por un día.  Además de Josué tuvo tres hijos y una hija.  El mayor de sus hijos murió ahogado hace tres años.

La casa de Rivera Rodríguez tiene un pequeño patio que no tiene muro, lo que permitió que los parapolicías ingresaran con facilidad. Así que en el afán por encontrar a Josué, los paramilitares quisieron tumbar la puerta de la casa de su abuela, que queda al fondo del patio. “No, a la casa de mi mamita no, gritó mi hija. Entonces uno de ellos le dio con el arma y yo le dije no, no me le pegue… el otro me da aquí (en el pecho) y me dice ‘entrégueme a ese hijueputa, malparido’. No está, le digo yo, entonces me dice ‘mirá perra, querés morir aquí mismo’. Si me vas a matar, matame, le contesto. Entonces carga el arma y mi hijo (Josué) sale corriendo y ellos le empiezan a disparar. ¡Me lo mataron!, les digo. Lo persiguieron y de ahí no sé nada”.

Esta fue la volante que Rivera Rodríguez repartió por las calles para encontrar a su hijo. LA PRENSA/R. Fonseca

Inventan acusaciones

Un hombre llamado Elder, alias “Rosquilla”, es el responsable de la desaparición de Josué, denunció su madre, quien afirma que él es uno de los altos dirigentes del partido Frente Sandinista Liberación Nacional (FSLN) de Masatepe.

Elder acusó al joven de sacarle un ojo a una ciudadana y quebrar tres puertas valoradas en cinco mil córdobas cada una, el mismo día de su desaparición. El hombre denunció hasta en la estación policial de Masatepe. Sin embargo, los familiares aseveraron que la supuesta víctima nunca apareció.

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Meses después, el mismo hombre se encargó de difundir la noticia, en Masatepe, que tenía un video donde Josué se encontraba vivo y en Costa Rica. “Yo le dije a él que me traiga ese video, y hasta hoy lo estoy esperando. Nunca me lo trajo”, dice Rivera.

Pero esa es una de las tantas situaciones que ella ha enfrentado desde la desaparición de su hijo. Entre los rumores de que está vivo y en otro país, o que los parapolicías se lo llevaron herido, Rivera le toca lidiar con gente que le aconseja que se resigne y acepte que su hijo está muerto.  “Yo tengo fe que mi hijo va aparecer y sé que voy a dar el testimonio”, dice entre lágrimas.

“Yo lo sueño que él va corriendo sucio… que él estaba en un lugar como en un monte todo sucio y descalzo, siempre lo sueño así, entonces yo tengo fe que mi hijo va aparecer vivo”, dice.

María Rivera Rodríguez sostiene una pulsera azul y blanco que hizo su hijo. La usa como centro de mesa en la sala. LA PRENSA/R. Fonseca

Sin rastros de Josué

Desde la desaparición de Josué, los familiares visitaron las estaciones policiales de Masatepe, Masaya, Jinotepe, el Chipote o el Instituto de Medicina Legal, pero la respuesta era la misma: “aquí no hay ningún Josué”.

“De Josué nunca nos dieron respuesta, pero la gente dice que sí lo agarraron (los parapolicías)”, asegura.

Días después de que la madre de Josué recorriera las estaciones policiales y repartiera los volantes de su hijo, le llegó un recado del jefe de la Policía Orteguista de Masatepe: “Dice el jefe que deje de andar jodiendo, saliendo en los canales y andar pegando boletas. A ese chavalo no lo agarramos”, fueron las palabras de un oficial orteguista.

Además de eso, los hijos de Rivera sufrieron represalias en sus centros de estudios, y la familia soportó el asedio de paramilitares y miembros de los Consejos del Poder Ciudadano (CPC) de su barrio, quienes en la celebraciones del partido sandinistas aprovechaban para gritarles “golpistas, asesinos, vende patria”.

15 meses y 16 días después de la desaparición de su hijo, Rivera mantiene firme su esperanza de volver a verlo. Esa es su plegaria de todos los días. “Yo siento un vacío, ha sido horrible. No se compara con el (dolor) de mi hijo mayor porque sé que está bajo tierra y puedo ir a dejarle una flor, puedo ir a llorarle cuando quiera, pero con Josué no puedo llorar. No sé si está vivo o si está muerto. Tengo esa cosa en la cabeza que no me deja vivir, porque estoy pensando que si ya comió, cómo estará… pero muerto no está porque yo siento que no”, dice.

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