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Las elecciones de Bolivia

Las graves irregularidades en las elecciones del 20 de octubre en Bolivia motivaron una reunión de emergencia de Consejo Permanente de la OEA, que sin embargo solo debatió el tema sin llegar todavía a aprobar una resolución.

Algunas voces prominentes —bolivianas y de otros países—, advirtieron que el fraude en las elecciones del 20 de octubre en Bolivia era inminente y por lo tanto la oposición no debía participar, pues legitimaría el fraude y avalaría la reelección de Evo Morales. Ahora, consumado prácticamente el fraude, se dice que fue una locura haber participado en las elecciones sin que previamente se hubieran aprobado reformas electorales que garantizaran su limpieza y credibilidad.

Los más severos críticos del secretario general de la OEA, Luis Almagro, lo acusan de haber avalado la candidatura de Evo Morales a la reelección, a pesar de que el pueblo boliviano la había rechazado en el referéndum del 21 de febrero de 2016. Almagro se defendió de la acusación alegando que la candidatura de Morales fue autorizada por el Tribunal Constitucional de Bolivia, decisión que la OEA no tiene facultad para desconocer ni revocar.

Ahora bien, ante las críticas a la participación opositora en las elecciones cabe preguntarse: ¿Qué habría pasado si la oposición no hubiera participado, alegando falta de garantías y porque Evo Morales controla todas las instituciones del Estado, incluyendo el Tribunal Supremo Electoral?

La respuesta es que probablemente no hubiera ocurrido nada importante. Evo Morales se habría reelegido una vez más con toda tranquilidad, inclusive sin necesidad de hacer fraude electoral por falta de oposición. A lo sumo la ciudadanía se hubiera abstenido en mayor o menor medida de salir a votar; y nadie habría tenido pruebas ni razón para denunciar fraude ni impugnar las elecciones.

La verdad es que la participación opositora en la contienda electoral del domingo pasado, es lo que ha permitido poner en evidencia el fraude fraguado por Evo Morales para volver a reelegirse. Lo que sí es reprochable, más que lamentable, es que la oposición se haya presentado dividida a las elecciones, con ocho diferentes candidatos presidenciales. Si las fuerzas democráticas hubieran enfrentado a Morales con una gran alianza electoral, habrían ganado fácilmente las elecciones.

En Nicaragua la lección que se debe aprender de lo ocurrido en Bolivia, es que la unidad de la oposición, sin sectarismo ni exclusión de ninguna clase, es una necesidad vital para poder derrotar a la dictadura y poner fin al continuismo de Daniel Ortega.

Ortega recuperó el poder en las elecciones de 2006, no solo por el pacto con Arnoldo Alemán sino también por la división de las fuerzas democráticas. Ahora Ortega solo podría perder el poder, si la oposición se une en una gran alianza que lo enfrente en elecciones libres con las debidas garantías democráticas.

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