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Exclusión y división

A raíz de la conferencia de Arturo Cruz, en Amcham sobre “la necesidad de un nuevo rumbo”, muchos nicaragüenses han colisionado con la reflexión acerca de si la destrucción económica del país va a acelerar la caída de la dictadura, o por el contrario, solo va a afectar a la población y sobre todo a los más pobres. Los adversarios del capital han levantado una oleada de críticas y viejas consignas para fustigar una opinión adversa, sin proponer a cambio mejores alternativas.

En lo personal ni tengo capital, ni soy empleado de los capitalistas, pero una simple mirada a Cuba basta para ilustrar cómo una dictadura totalitaria puede soportar cualquier sanción o embargo económico y trasladar los costos a la población, endureciendo los niveles de represión y asegurando un consumo suntuario para la nomenclatura en el poder. O sea, que los costos económicos de una acción política hacen recapacitar a los demócratas, pero solo causan malestares pasajeros a los dictadores.

Reacomodando los mecanismos de distribución de los ingresos en una dictadura de tipo totalitaria, la escasez y la miseria se convierten en mecanismos de dominación sobre la población, como ha ocurrido históricamente desde la ex Unión Soviética hasta Cuba y la Nicaragua de los años ochenta. ¿De verdad hay alguien sensato que crea que el Cosep y sus más connotados representantes pueden hacer morder el polvo a los orteguistas, cerrando sus negocios?

Sin embargo, no deja de alarmar el nivel de división que se manifiesta ante cualquier propuesta, venga de donde venga. Esa tentación patológica de fraccionar en algunos, está acompañada de una exclusión desatinada en otros: sobre quién puede y quién no participar en la lucha por la democratización de Nicaragua.

Es imposible que no haya opiniones divergentes en una crisis que ha trastocado todas las fibras de nuestra sociedad. Las personas se agrupan en torno a intereses. Mientras una parte cree en las reformas profundas al sistema para cambiarlo, otra parte quiere demolerlo y construir uno nuevo. Cada quien participa por lograr el cambio que considera más legítimo y apropiado para el futuro del país y nadie tiene derecho o autoridad para establecer cómo tiene que hacerlo. Emplear insultos y consignas vacías de inteligencia, para arremeter contra los adversarios, es la pasión de los totalitarios.

¿Qué tanto daño hacen la división y la exclusión a la salvación de Nicaragua? Yo diría que no tanto. Para empezar no pueden favorecer a la dictadura, porque no se puede insuflar a un muerto, pero pueden hacer el camino más difícil y costoso para la liberación. Mi único consejo a los pregoneros de la división y la exclusión es que si no pueden sumar, que no resten.

El autor es escritor y catedrático nicaragüense.

Opinión Amcham Arturo Cruz archivo
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