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¿Triunfará el totalitarismo orteguista?

Cada día que pasa nos asombramos cómo esta dictadura ha venido “haciendo y deshaciendo” en el mero centro de las Américas. Regida bajo una Constitución formalmente democrática-burguesa, con tratados internacionales a los que el Estado está comprometido a respetar pero que, por supuesto, no respeta. Estamos, además, dentro de la órbita de los intereses geopolíticos y geoestratégicos de los Estados Unidos de América, de la comunidad democrática internacional: de la ONU, de la OEA, de los países más serios y respetables del planeta y de lo más representativo de nuestra nación: desde la Iglesia católica hasta el sector privado, eso sí, inmersos en una estrategia oficial de comunicación de masas, que alienta el odio, no precisamente de clases sino de hermanos contra hermanos. Y hasta el día de hoy la posición oficial del régimen es de desprecio a las Naciones Unidas y a la OEA, bajo el expediente demagógico de no intervención en nuestros asuntos internos.

Todo aquello que se les enfrenta choca con el poder de un régimen que no llega ni a “paisucho”, muy próximo a un Estado fallido, al que están llevando —nuevamente— a ser un mendigo planetario. Nos están liquidando como proyecto de nación, a pesar de las cifras del FMI, no se le ve viabilidad alguna pues este gobierno perdió su legitimidad de origen y de ejercicio. Ya lo cotidiano es ver jóvenes con sus brazos o piernas o ambos marcados con las siglas del pecado. Lo cotidiano son más personas asesinadas silenciosamente en distintos puntos del país. Lo cotidiano es el hartazgo que produce la chocante presencia policial, abusiva, arbitraria y prepotente ya que, armada como en una guerra, en calles, centros comerciales, iglesias, abusan de la paciencia y el temor de un pueblo que no quiere que más sangre se derrame para mantener el “ascenso social” de los nuevos ricos, que escupen en rueda la sangre de las víctimas de la represión y la masacre desde abril del año pasado. Al final del camino todo se redujo a una lucha entre ladrones y gente honesta. Entre quienes siguen hablando de revolución cuando lo que aquí hay es el afán de garantizarse lo robado perpetuándose en el poder, ante un pueblo que quiere libertad y el derecho a vivir en paz.

Como me lo afirmó un viejo amigo sandinista: “Ya el Espíritu Santo lavó mis bienes”. Nunca supe a qué tipo de lavado se refería pues falleció, eso sí, dejando a sus hijos como nuevos ricos, aunque señalados para siempre. La gran pregunta es: ¿se impondrá la barbarie? ¿Regresará el totalitarismo fascistoide hasta desembocar en otra masacre? ¿O serán capaces, quienes detentan el poder, de recuperar la cordura y la razón?

El autor es directivo del partido CxL.

Opinión Daniel Ortega régimen orteguista archivo
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