El año 2019 ha dejado en el país un sentimiento colectivo de sufrimiento y angustia, pero también de indignación por todas las muertes, secuestros, torturas y exilios, que desde abril de 2018 viene padeciendo el pueblo nicaragüense.
La violación de los Derechos Humanos que preservan y promueven la integridad, dignidad y libertad de la persona, al igual que la de los principios constitucionales y jurídicos que garantizan los derechos fundamentales del ciudadano, ha caracterizado el ejercicio arbitrario y despótico del poder. Esta práctica arbitraria del poder, ha tenido como reacción la reactivación de la conciencia ética y cívica y de los valores y principios que permanecían aletargados. Este es un fenómeno que identifica el momento que se vive en el país, como una situación que no se había presentado antes, como una característica excepcional en la que se integran el rechazo radical al abuso del poder y la profunda convicción de que esa actitud de repudio debe ser cívica y no violenta, y dentro del marco del respeto al Estado de Derecho y la institucionalidad y a los valores y principios de los Derechos Humanos, que constituyen la plataforma moral que legitima toda acción.
En esta circunstancia el gobierno ha establecido la violación de los Derechos Humanos, la agresión de la Policía y la construcción del aparato represivo para policial, junto a la negativa al diálogo al que se había comprometido, como la forma de ejercer el poder y garantizar su permanencia en él.
Frente a todo ello, la sociedad civil ha reafirmado una conciencia política de rechazo a las diferentes formas de represión, y de consolidación de los valores y principios de la democracia, el Estado de Derecho y los Derechos Humanos. La actitud ciudadana que ha brotado en medio de la crisis, y con la que se inicia este año 2020, no responde a un interés partidario o ideológico, sino a una profunda convicción moral latente en la conciencia individual y colectiva. Esto caracteriza el momento actual y lo diferencia de otros por los que ha transitado la historia política nicaragüense.
En este contexto surge la necesidad de la unidad como condición ineludible para transformar en realidad las esperanzas. Superar las dificultades que de este punto brotan es uno de los desafíos impostergables del pueblo nicaragüense. En efecto, la unidad es condición y a la vez consecuencia del acuerdo de voluntades del contrato social que daría origen a la nueva sociedad nicaragüense.
La creación de una gran coalición, como justamente se pretende, debe, sin descuidar lo inmediato, desembocar en una propuesta de país, en un proyecto de nación construido sobre la base de la democracia, el Estado de Derecho y la justicia social. La solución de la crisis sociopolítica que sufre Nicaragua desde abril de 2018, exige un acuerdo integral de la sociedad civil y política el que, a partir de la solución de los problemas inmediatos y concretos, sea capaz de presentar una nueva propuesta de país, basado en la coincidencia sobre algunos puntos fundamentales.
Como decíamos anteriormente, esta crisis es un momento singular en la historia de Nicaragua, pues frente a la acción represiva del poder han surgido con singular vigor en la conciencia colectiva, valores éticos, políticos y sociales no siempre presentes en anteriores situaciones críticas. Es por ello esencial, insistimos, tener conciencia plena de la naturaleza de la situación presente, para unir esfuerzos en la construcción de la democracia y el Estado de Derecho, fundados en los Derechos Humanos y la ética política y en los valores de integridad, libertad y dignidad de la persona y la sociedad.
Ese es el desafío que Nicaragua tiene para el año 2020, y para un futuro sustentado en esa nueva base moral, política y social.
El autor es filósofo, jurista y académico nicaragüense.