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Ser demócrata

No es difícil ser demócrata; basta tener una mentalidad abierta que te permita una observación panorámica y tu permeabilidad de la cosa pública y política que te rodea; es estar susceptible a crecer superándote a ti mismo, como una constante exquisita del vivir y, es el considerar la intercomunicación e incluso la interpelación como el medio de crecimiento personal.

Ser demócrata no significa el seguimiento de lineamientos rígidos y menos vivir en esquemas sociales políticamente primitivos y artesanales unidireccionales; ser demócrata significa atender la diversidad como principio elemental, es el vivir más que en tres dimensiones incorporando valores morales y espirituales como mejor universalmente se interpreten. Ser demócrata es ser universal, no tanto en extensión y en tiempo, como en comprensión que cada uno nos debemos al otro y a nuestra naturaleza.

Universal no significa ser ecléctico, tomando frutos de diferentes fuentes para normalizar una idea transversal, significa tener disposición para respetar y respetarnos como nos merecemos cada uno al crear una sociedad. Los eslóganes políticos-mercantiles y griteríos apoyando llamados de ideas partidarias no deben ser herramientas de promoción, menos blandiendo armas y ofensas a moros y cristianos que nos interpelan, o institucionalizando a los caudillos, pues banalizan el profundo sentir de una idea de pensamiento, sea esta de inicial creación, en desarrollo, e incluso ya madura por el ejercicio de la democracia.

La práctica democrática es un quehacer de toda la vida. Se cultiva en el acervo cultural, se gana en batallas de la exposición de la convicción y el convencimiento de ideales de escuelas con corrientes filosóficas, por la oratoria, escritos, el arte y tantos otros canales de expresión social y, además, muy necesario, defenderla en cualquier lugar y en cualquier tiempo, sea en el proscenio, sea en una alocución espontánea de tu manifiesto, o sea en las calles con carácter civil o de rebeldía cívica.

La democracia no solo es un derecho adquirido, es natural y es un deber conservarla y potenciarla. La verticalidad de mandatos no existe en la democracia y entendamos que por nuestra génesis siempre estará en evolución, que todos nos debemos a ella y que producto de esta, como sociedad, hemos acordado brindar mandatos mediante elecciones, para no sumirnos en órdenes dictatoriales, y respaldar a aquellos ciudadanos que mejor consideramos, interpretan la idónea idea con visión futuro de nuestra apropiada social evolución.

Nadie es dueño de la conducción de vidas; es vital esta comprensión. Nada ni nadie da ni entrega derechos de ningún tipo a ninguno por luchas o gestas heroicas logradas; zapatero a tus zapatos. Si entregas tu vida es por la convicción de tus principios; el premio a ello puede ser tu gloria, pero no el abuso de hacer de la democracia una simple marioneta sostenida con hilos del antojo personal.

El autor es ingeniero civil.

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