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Ni sandinismo ni orteguismo. Tampoco otros “ismos”

Llamar orteguista a este régimen no exonera de sus pecados al sandinismo, así como, desde otra perspectiva, llamarlo sandinista tampoco exonera al orteguismo de los suyos propios

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Equipos

Ni sandinismo ni orteguismo. Si algo he aprendido estos últimos años es que los “ismos” son gran parte del problema. La tradición política nicaragüense ha sido buscar un equipo, ponernos la camiseta, identificar un caudillo, por aquello de que “sin santo no hay procesión”, esperar órdenes o el eufemismo de “orientaciones” porque en el fondo no nos gusta pensar, y desarrollar ese sentido gregario, de manada, que nos lleva a defendernos el uno al otro independiente de lo que se haga, bajo a lógica que si yo defiendo a los míos, los míos me defenderán a mí cuando toque. Y así, si roban, hacerse de la vista gorda o justificar que lo hacen “por la causa”; si matan, echarle la culpa a la víctima, reducirla al lugar de “se lo merecía”.

La línea

Abril de 2018 nos sacudió. Nos hizo ver una Nicaragua distinta. Sin “ismos”. Ya no era mi partido, mi equipo, contra mis enemigos o adversarios, sino una línea donde cada quien se colocaba por su propio peso y pecados. De un lado los que querían libertad, justicia, derechos para todos aunque esto implique ceder ciertos privilegios, dignidad. Del otro lado se fueron colocando quienes creen que los derechos son solo para ellos y el resto solo tiene obligaciones, y que si no se hace por las buenas, que sería la paz que ellos llaman, se hace por las malas, que es la “respuesta al intento de golpe de Estado” que ellos llaman. O sea, la línea del abuso, la tortura y el garrote. La Policía y el Ejército.

Nicaragua posible

El simple hecho de trazar esa línea imaginaria por principios y no por ideologías o partidos desconfiguró el sistema político nicaragüense. Por un tiempo pensamos que una Nicaragua así era posible. Una Nicaragua donde al ladrón se le dijera ladrón y no correligionario ni compañero. Donde al asesino se le dijera asesino, y no “combatiente de la paz”. Y donde por fin pagaran los pecadores y dejaran de ir a la cárcel los justos. ¿Quién pensaba en partidos políticos después de abril 2018?

Orteguismo

Hay una discusión, principalmente en redes sociales, sobre si sandinismo es lo mismo que orteguismo, o si son distintos, o uno es mejor o peor que el otro. Creo, y esta es una opinión muy personal, que es una discusión, sino estéril, sobredimensionada. El sandinismo, por mucho que se quiera romantizarlo, ya está aplazado por la historia. Por la forma como impuso sus ideas y las consecuencias que trajo al país. Es historia. Al igual que el somocismo, el zelayismo o el chamorrismo. El orteguismos es una versión del viejo sandinismo. Ni mejor ni peor. Ni igual ni distinto, solo descendiente. Está vivo y haciendo daño. Daniel Ortega es tan hijo de Sandino como Wilfredo Navarro lo es de José Santos Zelaya, y espero que esta ironía sea suficiente para hacerme entender.

Pecados

En mi caso particular uso “orteguismo” para referirme a las particularidades propias de este régimen, y sandinismo para exponer la perspectiva histórica de este movimiento. Llamar “orteguismo” a este régimen no exonera de sus pecados al sandinismo, así como, desde otra perspectiva, llamarlo sandinista tampoco exonera al orteguismo de los suyos propios. O sea, lo justo, si aceptamos que abril 2018 trazó una línea por principios y no por ideologías, es juzgar a cada quien por sus crímenes y pecados, antes, ahora y siempre, y no por la camiseta que vistió un día.

Etiquetas

Ni sandinismo ni orteguismo. Pero tampoco arnoldismo ni liberalismo. Ni somocismo ni conservadurismo. Es que en realidad estas son solo etiquetas que solemos poner a comportamientos abusivos que se vienen repitiendo a lo largo de nuestra historia. Y cuando reivindicamos uno para descalificar al otro, solo estamos queriendo ver lo mismo pero con otro nombre. Y así nunca haremos el cambio que le debemos a esta generación y las que vienen.

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