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La cultura más allá del sandinismo

El deterioro en el que ha hundido el sandinismo con Ortega a la cabeza a Nicaragua, ha perforado todas las estructuras de la vida nacional, dentro lo cual la cultura, esa cenicienta presupuestaria de siempre a nivel gubernamental y marginal para el sector privado —y vehículo ideológico de manipulación local e internacional en la década de los 80—, resulta también lastimada con mayor énfasis en la actualidad, dado el raquítico presupuesto oficial que pueda ostentar para su promoción por un lado, y el escaso interés por el otro que para las máximas autoridades pueda tener el plan cultural, siendo este dictatorial, perfilándose con mayor énfasis la difusión cultural de la disidencia sandinista al FSLN. Sin embargo, este sector no representa culturalmente hablando a la nación, por los antecedentes que posee de perversidad y criminalidad administrativa cuando fueron monolíticamente una sola fuerza en la horrenda década de los 80.

Aun con todos los errores culturales, gubernamentales y políticos que agrupaciones como el Movimiento de Vanguardia y otros pudieron haber realizado, ni estos ni ningún otro sector ha cometido tanta manipulación cultural como la realizada durante la primera era sandinista, desde la cual evidentemente se ha prolongado hasta la actualidad en la gestión de dos de sus máximos exponentes: el poeta Ernesto Cardenal y el novelista Sergio Ramírez, seguidos de un combo rocambolescamente diverso compuesto por músicos como Katia Cardenal, para citar otro caso entre muchos, que antes alentaba una “guerra necesaria” —expresión plagiada de José Martí—, cantándole a los batallones de cachorros del Servicio Militar Obligatorio, ansiando ahora un país con esperanzas y sin armas.

Ambos, Cardenal y Ramírez, sordos y mudos (junto al resto de la intelectualidad sandinista cultural y académica de los 80) ante las arbitrariedades del socialismo soviético y la cubanía castrista y sus múltiples atropellos contra escritores, opositores y artistas independientes, están inhabilitados por cualquier sistema con dotes de ética pública de ser considerados como referentes culturales máximos, por sus antecedentes en la gestión pública sandinista. Y aunque el perdón resulta oportuno para almas descarriadas, estos por su comportamiento demostrado están lejos de pedirlo por el holocausto fascista del que fueron parte, en los 11 años más negros de nuestra historia.

Un hecho importante de la protesta cívica de 2018 es abrirle los ojos a la ciudadanía de lo que realmente fue el sandinismo, lo que no ocurrió en 1990. Esto supone que la cultura y la historia más allá del influjo cultural marxista-sandinista, está por reinventarse, analizarse, en un país ávido de libertad y democracia.

El autor es escritor y periodista, exiliado en Miami. Su último libro se titula Poeta Autoconvocado.

Opinión sadinismo archivo
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