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Docenas de nicaragüenses cruzan por puntos ciegos hacia Costa Rica en busca de refugio. Foto: LaPrensa

Los exiliados de Catarina

Este pintoresco poblado del oriente nicaragüense fue particularmente golpeado por la represión del régimen de Daniel Ortega y muchos de sus habitantes salieron al exilio dejando casas y familia para salvar sus vidas.

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El abandono se percibe desde lejos. El barrio Francisco Latino, reconocido en Catarina como uno de los más opositores al régimen de Daniel Ortega, no es el mismo desde julio de 2018. Las casas lucen abandonadas, las mujeres solas y muchos jóvenes terminándose de criar sin sus padres. Es una realidad ocasionada por el exilio forzado de catarinenses.

En la memoria de María Cleotilde Carballo sigue vivo aquel momento en el que tuvo que ver partir a uno de sus hermanos, que solo portaba la ropa que andaba puesta, una bicicleta como medio de transporte y 500 córdobas que ella le había regalado.

El hermano de Carballo, que llamaremos Manuel por seguridad, partió de Nicaragua el 5 de septiembre de 2018, 48 horas después que dos de sus parientes fueron encarcelados por, supuestamente, haber colocado pintas en casas vecinas de fanáticos del régimen orteguista.

“El tres de septiembre nos vinieron a tirar las puertas de la casa. Se llevaron a dos de mis hermanos. Los acusaban de hacer unas pintas que decían ‘Fuera Ortega’ y ‘Movimiento 19 de Abril Catarina’. Ese invento nos lo hicieron los sandinistas, entonces, como se nos llevan a dos, recuerdo que en la desesperación le dije a mi hermano que se fuera y le di como 500 córdobas”, detalló Carballo, mientras su voz se quebrantaba.

Manuel salió inmediatamente de Catarina con rumbo a Managua, donde se resguardó por dos noches, mientras conseguía un contacto que lo ayudara a cruzar la frontera de Costa Rica por los llamados “puntos ciegos”.

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“Ese cinco de septiembre de 2018 salió, junto a otro hermano que ya regresó y ahora se resguarda en otro pueblo de Nicaragua, como a las 2:00 de la madrugada. El contacto los llegó a buscar y gracias a Dios cruzaron con bien”, afirmó Carballo.

La persecución gubernamental que vivían quienes participaban en los tranques, levantados como una forma de protesta por libertad, justicia y democracia, fue una de las principales razones por las que Manuel dejó su pueblo y su familia. El Movimiento 19 de abril de Catarina contabiliza que unos 80 catarinenses tuvieron que exiliarse, principalmente, en Costa Rica y Panamá.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), según su informe “Migración forzada de personas nicaragüenses a Costa Rica”, hasta septiembre de 2019 registraba que el éxodo migratorio de nicas ascendía a más de 70 mil personas. Costa Rica sobresalía y continúa sobresaliendo como uno de los principales destinos donde los pinoleros buscan refugio. Hasta la publicación del informe de la CIDH se conocía que unas 55 mil personas habían solicitado protección en territorio tico.

LOS ARTESANOS

Los pobladores de Catarina sobreviven principalmente de la venta de artesanías a base bambú, cuero y madera. Foto: Archivo/La Prensa.

La familia de Carballo es reconocida en Catarina por su arduo trabajo como artesanos en madera, bambú y pólvora. Manuel, quien el cinco de febrero cumplió un año y cinco meses en el exilio, se dedicaba de tiempo completo a elaborar y vender artesanías a base de bambú y madera.

Los otros dos parientes de Carballo, un primo y un sobrino, que también están exiliados en Costa Rica, sobrevivían en Catarina laborando para una empresa privada y elaborando artesanías y muebles a base de madera.

En Catarina, un municipio de tan solo 13 kilómetros cuadrados, se estima que el 85% de la población vive de la manufactura y comercio de piezas artesanales. Cifras oficiales de la Alcaldía de Catarina, en 2013, ubican unos 400 negocios dedicados a vender artesanías, fabricación de muebles de madera, elaboración de artesanías a base de bambú, negocios de jardines, restaurantes y pequeños hoteles.

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La hermana de Manuel explicó que la represión contra su familia ha sido desproporcionada y les destrozó su forma de vida. En total, doce miembros de la familia Carballo, en su mayoría artesanos, fueron alcanzados por las represalias del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Carballo detalló que dos de sus hermanos fueron detenidos ilegalmente por 16 días. Uno de sus sobrinos fue encarcelado y condenado a 4 años y seis meses y luego fue liberado bajo amnistía. Obligaron a su hermana a cerrar su taller de fabricación de pólvora artesanal y seis de sus parientes se exiliaron, pero luego tres se regresaron y ahora se resguardan en otro punto de Nicaragua.

Carballo, además de ver el sufrimiento de sus parientes, ha vivido en carne propia la represión gubernamental. El 20 de septiembre de 2018 fue despedida. Laboraba en la escuela primaria Humberto Pavón de Catarina. Tenía 18 años de servir al Ministerio de Educación (Mined), pero nada de eso fue valorado cuando se enteraron que sus parientes habían participado en los tranques levantados por los catarinenses.

Sin embargo, uno de los momentos más dolorosos para la maestra fue sacar a su hijo de Nicaragua, para evitar que la dictadura orteguista lo criminalizara. “Cuando quemaron la casa de campaña del Frente Sandinista, en Catarina, intentaron involucrar a mi hijo. Yo puedo jurar ante quien sea que mi hijo es inocente porque tengo nombres de los orteguistas que armaron la quema de ese lugar para culpar a los manifestantes”, sentenció Carballo.

Catarina
En mayo de 2018 queman la casa de campaña del Frente Sandinista en Catarina. Foto: Óscar Navarrete/ LA PRENSA.

El menor fue enviado a Costa Rica en octubre de 2018, pero su madre lo hizo regresar a Nicaragua a inicios de 2019. “Yo lo tuve exiliado a él para evitar que me lo metieran preso, porque ya me habían advertido que me lo querían señalar de robar computadoras en esa casa de campaña del Frente que quemaron, pero ya no podía seguir costeando el exilio y tampoco quería que siguiera perdiendo clases, entonces decidí traerlo para Nicaragua para que continuara su tercer año de secundaria”, dijo Carballo.

La familia Carballo continúa siendo asediada, pero intentan llevar la vida sin demostrar temor a la represión gubernamental. La hermana de Manuel afirma que su hermano, sobrino y primo, actualmente, se ganan la vida como cortadores, yendo de finca en finca cortando todo aquello que esté en cosecha.

No obstante, considera que la situación de acoso, criminalización y desplazamiento que han vivido en los últimos meses, emocionalmente, les ha “impactado gravemente”. La docente asegura que en sus 40 años “nunca había experimentado esa sensación de abandono, de desprendimiento, de persecución. Ver partir a mis hermanos, mis sobrino y mi primo sin rumbo fue muy duro”.

Sin embargo, María Cleotilde guarda la esperanza de que sus tres familiares exiliados, a quienes no ve desde casi año y medio, puedan regresar al país. “Sueño con ese día en que Nicaragua sea libre y todos los que se exiliaron, incluyendo a mis parientes, puedan regresar a abrazarse con sus familias que quedaron prácticamente abandonadas y llorar juntos de alegría por haber conseguido a una Nicaragua libre”, expresó Carballo.

SIN PADRES

El anhelo de unión familiar no es exclusivo de Carballo en el barrio Francisco Latino. Solo en una de las cuadras de ese barrio se contabilizan siete familias separadas por el exilio. La mayoría de los que se han tenido que ir son los hombres jóvenes, mayores de 18 años. El joven de iniciales J.M.N., quien participó de los tranques en Catarina, recuerda con dolor el momento en que tuvo que despedirse de su padre, luego que parapolicías y policías orteguistas desalojaron los tranques de Masaya, en julio de 2018.

J.M.N., quien decidió renunciar en mayo de 2018 a su empleo en la Dirección General de Ingresos (DGI), explicó que luego que se desalojó el tranque La Marimba, en Catarina, los catarinenses que colocaron los tranques trazaron una ruta de escape hacia Monimbó, Masaya, lugar del que horas después tuvo que huir y separarse de su padre.

Los mayoría de los más 70,000 nicaragüenses que han huido de Nicaragua son varones o mujeres cabezas de hogar. Foto: Jader Flores/LA PRENSA

“Yo me separo de mi papá el 18 de julio de 2018. Nos separamos porque no podíamos salir todos juntos en ese momento de Monimbó. Mi papá salió para Managua. Recuerdo que en ese último momento oramos todos juntos y sentimos como si fuera la última vez que nos veríamos. Mi papá no dijo nada, pero su silencio me transmitía el dolor que sentía porque nos estábamos separando”, relató J.M.N.

El papá de J.M.N. se resguardó un mes en casas de algunas amistades de Managua. Posteriormente, tuvo contacto con su hijo y le pidió que se fueran juntos a Panamá. “Me dijo que estaba riesgosa la condición, él es electricista y dijo que vio mucha gente de allá para acá. Se rumoraba que andaban buscándolo. Me dijo que nos fuéramos, pero yo no me quise ir, le dije que continuaría la lucha desde Nicaragua y me regresé a Catarina”, expresó J.M.N., aún apesarado por recordar el último momento con su progenitor.

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J.M.N. pormenorizó que, como su padre laboraba para una empresa privada, logró conseguir rápidamente su liquidación y, con eso, logró pagar para que lo cruzaran por puntos ciegos hasta llegar a Panamá.

El manifestante salió en septiembre de 2018 del territorio nica y, luego de varias semanas en refugios, consiguió un trabajo en una empresa turística de alquiler de cuadraciclos en Panamá.

Aunque ahora la situación del padre de J.M.N. es más estable, siempre les recuerda a sus hijos que los ama y que desea regresar lo más pronto posible a Nicaragua, aunque todos los miembros de la familia saben que “hasta que no haya garantías él no puede regresar porque es uno de los que coordinaba el tranques en Catarina. En la familia solo me persiguen a mí en Nicaragua, pero sabemos que si regresa mi papá lo pueden matar o encarcelar”, lamentó J.M.N.

El padre de J.M.N. dejó a sus tres hijos y su esposa en Nicaragua. La casa de esta familia permanece prácticamente abandonada ya que las menores y la esposa del manifestante exiliado tuvieron que desplazarse a otros puntos del país. El único que llega al lugar es J.M.N., pero con cautela pues sabe que es perseguido por haber protestado contra el régimen orteguista.

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