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Elecciones y festín político

Nadie debería escandalizarse porque desde ya se están presentando y apareciendo personas y grupos políticos con ambiciones electorales, algunos incluso con la pretensión de sabotear los esfuerzos de unidad o alianza de las fuerzas opositoras democráticas que representan la verdadera alternativa a la dictadura.

Las elecciones, en las condiciones de Nicaragua no son solo un instrumento de lucha cívica por el cambio democrático. También son un festín político de ilusos y oportunistas. De ilusos, porque hay quienes creen que solos y sin “contaminarse” en alianzas con otros, pueden derrotar a la dictadura y sustituir a Daniel Ortega en el gobierno. A esa ilusión contribuye la idea triunfalista muy difundida, pero equivocada, de que la dictadura ya está derrotada y se está derrumbando, que Ortega y Murillo han perdido por completo el respaldo popular y que cualquiera, aun en solitario, los puede derrotar con facilidad.

Pero también están los oportunistas, los que argumentan que en política hay que aprovechar cualquier oportunidad y no hay que dejar espacios vacíos, pero en realidad lo que quieren es obtener cargos públicos prebendarios que les permitan vivir y lucrarse a expensas de los demás. Se trata de los políticos tradicionales, o nuevos, que desde 1957 son calificados como “zancudos” porque chupan la sangre del pueblo, el dinero de toda la gente que paga los impuestos directos e indirectos.

En aquel año la verdadera oposición decidió no participar en las elecciones porque no había garantías de que fueran libres y limpias. Entonces el régimen somocista, para aparentar que habría oposición en las votaciones, alentó la formación de un grupo espurio salido del Partido Conservador, el cual se presentó con un supuesto candidato presidencial a cambio de que lo premiaran con algunas diputaciones en el Congreso Nacional.

Así fue que en las elecciones del 3 de febrero de 1957, Luis Somoza Debayle se hizo “elegir” por el Tribunal Electoral con el 89.25 por ciento de los votos y le asignó el restante 10.75 por ciento al supuesto candidato opositor. Desde entonces la palabra zancudo quedó incorporada al lenguaje español nicaragüense con el significado antes mencionado.

Recordamos esta historia para ilustrar la opinión de que en las próximas elecciones, aunque participara una Coalición Nacional opositora como alternativa democrática a la dictadura, inevitablemente participarán también otros partidos, alianzas y candidatos en condición de ilusos y de zancudos, como ha ocurrido desde 1957. Como ya lo hemos señalado en ocasiones anteriores, pero debemos repetirlo, cuando la Unión Nacional Opositora (UNO) y doña Violeta Barrios de Chamorro derrotaron en las elecciones del 25 de febrero de 1990 a Daniel Ortega y el Frente Sandinista, participaron además otros ocho partidos pero hicieron el ridículo sumando entre todos apenas el 4.44 por ciento de los votos totales.

Lo mismo podría suceder ahora. Aunque haya muchos candidatos, la alianza opositora triunfaría de manera contundente si prendiera en la conciencia de la gente la idea de que es la única alternativa para derrotar a la dictadura.

Editorial elecciones festín político archivo
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