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25 de febrero y próxima oportunidad electoral

Mi madre con valentía de mujer se voló al ruedo, sin ponerle mente a la fuerza bruta de su contrincante disfrazado de “gallo ennavajado”

El 25 de febrero de 1990 es una fecha memorable. Algunos la recuerdan como una excepcionalidad histórica: la derrota en las urnas de una Revolución de izquierda convertida en dictadura de Estado-Ejército-Partido durante diez años. Otros, como el triunfo de una mujer ama de casa, mi madre doña Violeta de Chamorro, el primer presidente electo en libertad después de 50 años en Nicaragua y, la primera mujer elegida por el voto popular en América Latina.

Nosotros celebramos aquella fecha, como “El día en que todos ganamos” y así quedo registrado en el primer capítulo del libro: La difícil transición en Nicaragua escrito por el jefe de Campaña, Antonio Lacayo (q.e.p.d.). Recibimos el triunfo para hacer gobierno sin quedarnos viendo hacia atrás, asumiendo el presente y construir futuro con quienes se sumaron a terminar la guerra y construir la paz, transitar del totalitarismo a la democracia y pasar de una economía estatizada a la de libre empresa de la mano de la comunidad internacional.

En los meses anteriores a las elecciones del 90 estábamos como estamos hoy, en que toda esperanza se desvanece. Primero, ayer igual que hoy, nos enfrentamos ante un poder inconmovible de corte totalitario y aparentemente invencible. Segundo, nos angustia la ausencia de una sola oposición con legitimidad ante el pueblo, como la alcanzada por los 14 partidos de la UNO en el 90. Es cierto que esta no mantuvo unidad en el gobierno, pero logró su propósito, se convirtió en referencia histórica y dejó lecciones aprendidas.

Respondió a las expectativas de las grandes mayorías ofreciendo un programa único para sentar las bases de la paz y la democracia. Además, cerró filas ante un liderazgo auténtico que despertó confianza y esperanzas en el nicaragüense, quien en medio de su pobreza piensa, intuye el engaño, encuentra con instinto infalible la autenticidad de sus líderes y no hay propaganda, ni regalos que lo compren o desorienten.

Mi madre con valentía de mujer se voló al ruedo, sin ponerle mente a la fuerza bruta de su contrincante disfrazado de “gallo ennavajado”. Ella, la UNO y miles de ciudadanos confiamos en el silencio inteligente de los nicaragüenses. Ese que sorprendió a Somoza en 79, a los sandinistas en el 90 y a Ortega-Murillo en abril 2018. El mismo que lo volverá a hacer si logramos unirnos en elecciones libres y vigiladas como en el 90.

El desafío de lograr una sola oposición con legitimidad vs. la ilegitimidad del dictador, es paradójicamente más difícil y más fácil que en el 90. Se dificulta porque algunos pretenden construir la unidad nacional basados en el rencor, cargando antagonismos históricos, con intransigencia y hostilidad contra quienes en el pasado no estuvimos juntos.

Al mismo tiempo, la deshumanización de Ortega-Murillo, su falta de escrúpulos para ensangrentar el país con más de 300 mártires sobre sus espaldas, la destrucción institucional y económica, el desempleo y la incertidumbre facilitan la unidad de toda Nicaragua con una mayoría más amplia que la del 90 para que nunca más vuelvan a gobernar desde arriba o desde abajo.

Esa unidad pasa por la construcción de un gran centro con sectores de derecha y de izquierda democrática, con disidentes orteguistas y arnoldistas, sin exclusiones y sin extremismos de ambos lados. Una coalición integrada por sectores cívicos y políticos modernizantes, jóvenes y adultos, campesinos y empresarios que en su momento rompieron con utopías fracasadas, liderazgos corruptos, sangrientos o antidemocráticos.

Con más presión nacional e internacional debemos lograr elecciones libres, adelantadas o no, teniendo presente la referencia del 90, suscribiendo un decálogo de convivencia como el propuesto por monseñor Álvarez, con un liderazgo único al servicio del bien común.

Como dicen los obispos, será una gran oportunidad para “saldar deudas históricas, cancelarlas y reivindicarnos con el pueblo”, honrar a los Mártires del 2018 y devolver futuro a nuestra juventud heroica a quienes les debemos que “Nicaragua vuelva a ser República”.

La autora es periodista.

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