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Nací con LA PRENSA, espero que esta viva más que yo

Crecí entre esas letras de plomo y mis primeros juegos fueron formar palabras con ellas y volverlas a poner en las cajuelas que les corresponden en el orden alfabético

Puedo decir que LA PRENSA es una hermana mayor, ya que mi padre, Pedro Joaquín Chamorro Zelaya, la engendró un año, tres meses y 13 días antes de mi nacimiento, ya que el 2 de marzo d 1926 nació El Diario de los Nicaragüenses.

Nací y crecí en medio de papeles y mis primeros arrullos fueron los del eco repetido, continuo y sonoro que ruge al juntarse y separarse las pesadas planchas y planas que en un beso dejan letras, frases y palabras.

Crecí entre esas letras de plomo y mis primeros juegos fueron formar palabras con ellas y volverlas a poner en las cajuelas que les corresponden en el orden alfabético. En los días de lluvia, el juego predilecto era lanzar los barquitos de papel, hechos de los recortes de las resmas, que se deslizaban en las corrientes de las avenidas y algunas encallaban en las rampas empedradas de la vieja Managua.

Así fue que LA PRENSA fue siendo parte mía, parte de mí, de mi piel, esta hermana mayor, a través de tantos recuerdos, avatares y dificultades.

Me contaba mi padre que a su inicio, el Gobierno de turno le aplicó al Diario una fuerte contribución tributaria, la que no era usual para los otros diarios. Luego, el terremoto de marzo del año 31 la sepultó por completo y fue trasladada con mucho esfuerzo a la Calle El Triunfo, donde fue embestida repetidas veces, física y moralmente por la dinastía Somoza, hasta cerrarla por dos años, obligando a mi padre a tomar el camino del exilio con toda la familia.

A su regreso siguió el hostigamiento. A los pocos años, murió mi padre, siendo mi hermano, Pedro J. Chamorro Cardenal, quien siguió la batalla de combatir a la dinastía, y como si el destino hubiera estado de parte del dictador y fuera su aliado, en diciembre del 72, otra vez es destruida por un terremoto. Nuevamente instalada donde se encuentra actualmente, sin por ello dejar de combatir con el diario a la dictadura de los Somoza.

Pero lo más doloroso de todo, lo irreparable, ha sido el asesinato de Pedro, con lo que creyeron terminar con LA PRENSA de una vez por todas. Pero quienes lo creyeron se equivocan —pues sus ideales viven— y como si quisieran borrar y convertir en cenizas esos ideales y esos principios y como despedida de la dictadura somocista, es destruida una vez más la máquina de hacer letras, pero nunca la de la lucha por la libertad y la democracia.

Pero esas cenizas fueron como una premonición para la oscura noche, cuyo manto de luto y dolor cubrió nuestro suelo por más de una década con exilios masivos, peores censuras, y para LA PRENSA, cierres. El más largo de esta negra etapa fue por diecisiete meses… pero ya la luz parece brillar por fin en nuestros horizontes y esos barquitos de papel que se encallaban y naufragaban en las rampas de piedra de las avenidas cuando las corrientes de una u otra circunstancia los llevaban al sacrificio, ya parecen haberse cansado y ahora llevarán a sus navegantes izando sus mejores velas, al fin a un mejor puerto.

Al celebrar la larga historia de LA PRENSA, agradecemos a todos y a cada uno de nuestros lectores por habernos acompañado y apoyado en todas las circunstancias vividas, difíciles unas, dolorosas otras, pero llenas de esperanzas que da la fe, llenas de un futuro que asoma con aires de libertad que corren en este nuestro cielo azul y blanco, que envuelve nuestra Patria como en el manto maternal de nuestra Madre María, a quien le rezamos y le cantamos siempre:

¡Ven con nosotros a caminar! y Ella ha ido siempre a nuestro lado.

La autora es directiva de LA PRENSA.

Columna del día LA PRENSA archivo

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