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Los diablos

“Dejad toda esperanza vosotros que entráis”. (Dante Alighieri, inscripción en la puerta del infierno).

Los diablos ya habitamos en el infierno. No debemos preocuparnos por la condena adicional de la señora dueña de las deidades del falso templo. Salimos a joder por nuestra voluntad, porque somos rebeldes frente a la tiranía. Lo hacemos para diseminar entre los comunes mortales la protección a los derechos de las personas, la vida, la libertad de pensamiento, la expresión oral y escrita, la protesta, la movilización, la no detención arbitraria, la libre elección de quienes deben administrar el país (no gobernarnos); todos consignados en esa gran ramera del régimen, la Constitución Política.

Los diablos no existimos para regresar a nuestra procedencia, no por un buen rato. Somos diablos a tiempo completo, para eso hemos sido educados y formados, para rebelarnos a la opresión de la pareja de paranoicos esquizofrénicos. Sus descendientes son ángeles según la pareja, los que deben sostener el reino para la eternidad después de su partida. Así se profesa entre los ignaros, esos que intuyen que la pareja caerá, pero que no tienen más alternativa que seguir la corriente de los falsos profetas so pena del destierro, perder el cargo, el dinero y los privilegios.

Cuando estén frente a la puerta del infierno y lean la inscripción “dejad toda esperanza vosotros que entráis”, quizás llegarán a entender que hay ofensas que no se perdonan y mucho menos se olvidan; y llorarán atravesando la puerta. Serán las últimas lágrimas derramadas sobre la descendencia de los inocentes, la de los nietos que dejarán atrás.

Para entonces será tarde. Aun así, el virus no va a entrar al reino según la sacerdotisa invocadora de sus deidades. Si entra y se disemina, el régimen se seguirá yendo al carajo (expresión de Hugo Chávez, el Comandante Eterno). No habría ingresos por turismo ni demanda de nuestras exportaciones. Por eso la majadera marcha de expiación de los ignaros del régimen y la estúpida recepción a los turistas de los cruceros, exponiendo a niños y adolescentes a la contaminación pero no a los de ellos. ¡La conservación del poder bien vale otros cuantos muertos! No los suyos.

Que se contaminen los padres, hijos y nietos de los que deben favores a la pareja y que callen. Gracias Daniel, gracias Rosario por esta contaminación siempre bendecida. Se acepta con humildad, y aunque nos costará enterrar a los propios en sus nombres, lo haremos con alegría al son de la marimba.

Dante Alighieri fue un genio, no como la mediocre de aquí, pero los ignaros tienen que marchar a su orden. Y en la puerta del infierno los que irán pasando seguirán leyendo la inscripción del genio, “dejad toda esperanza vosotros que entráis”.

El autor es doctor en Derecho

Opinión diablos archivo
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