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El expresidente Fernando Guzmán y su trascendencia

Fernando Guzmán Solórzano (1818-1891) es el protagonista principal de un libro que acaba de concluir su tataranieto Álvaro Guzmán Cuadra. Se trata de la merecida biografía, que hacía mucha falta, de un expresidente de Nicaragua, figura clave de los Treinta Años, a quien se le debe —tras su victoria en 1869 contra la revuelta de Máximo Jerez y Tomás Martínez— el inicio de la gobernabilidad durante ese periodo fundacional de la república. Pero no se reduce a un panegírico, pues contiene una objetiva interpretación de la política de alianzas llevada a cabo por don Fernando en aras de una convivencia civilizada, aunque con la hegemonía de la élite granadina.

No por casualidad el expresidente José María Moncada (1870-1945) reconoció a don Fernando como “liberal y demócrata”, y también como el mandatario “más respetuoso de las libertades públicas” surgido en el país durante la segunda mitad del siglo XIX. Para Moncada, los Treinta Años fueron “los mejores de nuestra historia”. Otros autores, en distintas épocas, elogiaron el mismo periodo no sin razones. Por ejemplo, los cubanos José Martí (1853-1895) y Antonio Zambrana (1846-1922), y el contemporáneo historiador nicaragüense Aldo Díaz Lacayo. Idealizando el país, Martí lo denominó en 1888 “ameno rincón que es, en su pequeñez, como Suiza de América y ejemplo de repúblicas” y Zambrana lo calificó de “bello hogar de un pueblo laborioso y honrado que acredita todos los días competencia posible de nuestra raza para el gobierno y las instituciones de libertad”. Díaz Lacayo, por su parte, no pudo ser más elocuente: “En los Treinta Años —mal llamados ‘conservadores’— Nicaragua surgió altiva, con plena conciencia de su dignidad y orgullosa de su desempeño como nacionalidad”.

Pues bien, Álvaro Guzmán Cuadra se adentra en los Treinta Años, remontándose a la anarquía engendrada por la independencia de España y a su antecedente más significativo —la guerra nacional antifilibustera— para ubicar históricamente a Guzmán Solórzano. Labor que emprende sustentado en una amplia documentación, sobre todo primaria, poco conocida y en su mayor parte inédita. Me refiero al privilegio que Álvaro tuvo de recibir en herencia, a través de su tío abuelo Enrique Guzmán Bermúdez (1882-1973), el archivo de sus antepasados y que ha sabido aprovechar al máximo. Así extiende su interés familiar a la descendencia de don Fernando, comenzando con sus hijos varones Guzmán Selva: Enrique, Gustavo, Constantino, Horacio y Virgilio. Excepto este último, los cuatro primeros se destacaron por ser mentalidades superiores y notables personajes públicos. Constantino fue un médico entregado a los desvalidos y menesterosos, a quienes socorría y aliviaba. Enrique —de quien Álvaro, su bisnieto, tiene mucho más que divulgar— ha trascendido hasta nuestros días como periodista y escritor. Gustavo fue el primer novelista nicaragüense y Horacio un diplomático de lujo, traductor y periodista.

Valiosas cartas hasta ahora difundidas y hojas sueltas —entre otros documentos—, fotos antiguas de los personajes de su familia, o vinculados a ella, más una completa genealogía —elaborada por el arquitecto Gerardo Kennett Lacayo— complementan este libro consagrado tanto al patricio progresista que fue don Fernando Guzmán Solórzano como a su numerosa y distinguida descendencia.

Por eso la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua consideró necesario, en la reunión de su junta directiva del 11 de marzo de 2021, apadrinar estas páginas y otorgarle su sello editorial.

El autor es miembro (secretario) de la Academia Nicaragüense de Historia y Geografía.

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