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Capitalismo, comunismo y el arte de engañar

“De aquel amor nada nos libra / Nada más queda / Y no enviaré cenizas de rosas”. (Gustavo Cerati).

Total que la tal unidad política para las próximas elecciones de noviembre no resultó, a pesar de los llamados de tantas voces sensatas.

Hicieron caso omiso de ellas, y cada agrupación se atrincheró en sus respectivos cuarteles como si se tratara de una guerra.

Adversarios son, no enemigos. El enemigo común es el régimen homicida. Pero no pudieron asimilar ese simple aserto porque son los mismos políticos tarados de siempre. Esos a los que un sabio se refirió en 1979 hablando del FSLN y del entusiasmo generalizado, por el triunfo contra la dictadura de entonces: “No se entusiasmen demasiado muchachos porque somos los mismos”.

Tuvo razón y la sigue teniendo aunque falleció décadas atrás. Mejor así. No presenció el lamentable espectáculo de los que hoy “somos los mismos” porque no ha habido evolución política alguna, solo un atasco en un pantano de aguas putrefactas.

Las agrupaciones aparecían en la tele con sus estados mayores, insistiendo en la unidad frente a nosotros, los electores, mientras se jugaban triquiñuelas entre ellos por cuotas de poder, descalificándose los unos a los otros, pretendiendo lograr influencias mediáticas para mejorar sus posiciones.

Solo hicieron el ridículo. Jamás hubo intención de negociar intereses nacionales. Cada quien quería el pastel y las candelas, y se sembraron en su estupidez hasta que echaron raíces. Ahí están ahora como buenos tarados que son, culpándose los unos a los otros, teniendo todos el mismo anillo excretor.

No se trató de capitalismo ni de comunismo, en fin de cuentas esos fenómenos ideológicos están desfasados en todo el mundo. Lo que hoy existe es el populismo, que no tiene ideología específica alguna. Es oportunismo puro y duro, alimentado por la exacerbación de los temores e incertidumbres sociales, con la magia de la presdigitación y el engaño.

Así comenzó el ascenso del fascismo en Italia al poder dictatorial, y así terminó después de la Segunda Guerra. No fue fácil allá deshacerse de las rémoras históricas del fascismo versus comunismo (y la Resistencia), hasta que surgió la Democracia Cristiana (DC), el centro apoyado por el Vaticano y los Estados Unidos victoriosos para contener al Partido Comunista, el más fuerte (y después democrático) en la Europa Occidental. Eventualmente la DC se corrompió hasta la médula.

Esos partidos desaparecieron en la década pasada de los noventa, junto con el Partido Socialista, por el colapso de la URSS, surgiendo el populismo de Forza Italia de Silvio Berlusconi, el magnate que participó de la corrupción anterior pero que se fue contra todos los partidos de entonces. Oportunidad le llaman los empresarios, oportunismo le llaman los políticos.

Berlusconi ya está fuera de la ecuación porque ya no puede tolerar otra cirugía plástica de la cara, se quedaría sin ella, y ya no puede con las jovencitas. Pero surgió ese otro movimiento populista llamado Cinco Estrellas, al que ya se le han caído cuatro y media.

En pocas palabras, si alguno considera que Italia es un país políticamente inestable sin dictadura, no solo se equivoca, sino que no logra comprender su historia. Allá hay protestas fuertes por inconformidades contra ciertas políticas públicas, pero no salen las fuerzas del orden a matar a los suyos.

No, aquí no es asunto de capitalismo versus comunismo. Eso ya quedó en el basurero de la historia. Aquí se trata de la imposición de agendas, y en esto concuerdo con quienes afirman que hay una tendencia de algunos multibillonarios (occidentales u occidentalizados), que nos quieren globalizar para hacer desaparecer todo vestigio de frontera cultural, y así seguir haciendo sus negocios.

No importa si se es hombre, mujer, otra cosa, lo que sea. Lo importante es que todos seamos consumidores, y hay quienes caen en ese jueguito, creyendo que se trata de libertad individual.

“He intentado casi todo para convencerte, mientras el mundo se derrumba todo”. (Chayanne).

El autor es doctor en Derecho

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