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¿Qué fue del Cachorro, el preso político más antiguo de la dictadura Ortega Murillo?

Marvin Vargas fue secuestrado en 2011 y desde entonces ha permanecido en prisión por voluntad del régimen. Hoy cumple 50 años de edad.

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La última vez que Marvin Vargas caminó por las calles de Managua, Rosario Murillo todavía no había empezado a sembrar sus “árboles de la vida”. Tampoco existía el nuevo Estadio Nacional de Beisbol, ese que fue utilizado como torre para disparar con armas de guerra a la marcha antigubernamental del 30 de mayo de 2018. Si alguna vez Vargas logra salir de la celda donde la dictadura lo mantiene enclaustrado, se encontrará con una ciudad que ya no conoce.

Cuando estalló la crisis política de 2018, él ya llevaba siete años en prisión. En 2020 fue oficialmente agregado a la lista de presos políticos del régimen encabezado por Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, junto con los nueve reos que en 2014 fueron culpados por el caso conocido como “Masacre del 19 de julio”.

Cristhian Fajardo, uno de los principales líderes de las protestas en la ciudad de Masaya, lo conoció en la galería 3-1 del sistema penitenciario La Modelo; un módulo de 26 mazmorras que él ha descrito como diminutos cuartos de dos por tres metros, sin iluminación y casi sin aire, porque solo cuentan con dos ventanitas cubiertas de barrotes.

Fajardo fue trasladado a esas celdas de castigo el 2 de agosto de 2018, nueve meses antes de ser liberado mediante la Ley de Amnistía. Acababa de llegar cuando oyó que desde otra celda, al final del sombrío pasillo, alguien gritaba:

—¡Soy Marvin Vargas, el Cachorro de Sandino! —¡Yo soy el primer preso político!

Vargas, durante los primeros años de prisión. (Foto de Facebook/Marvin Vargas Herrera)

Para entonces Vargas, más conocido por el mote del Cachorro, llevaba dos años sin derecho a recibir visitas de su familia. Enterrado vivo tras una gruesa puerta metálica, su único contacto con el exterior era esa rejilla que se abre por segundos para que un guardia entregue la comida.

“Nosotros no sufrimos ni la mitad de lo que ha sufrido Marvin”, expresó Fajardo en 2019, ya liberado, en una entrevista.

“Saca sangre en el semen”, relató. “Él se lo grita a los guardias, pero no le creen. Un día echó el semen con sangre en un papel higiénico y se lo mostró a un custodio. Solo así lo llevaron a revisión, pero al rato regresó sin que le dijeran nada”.

El Cachorro ha tenido que recurrir a la masturbación para amortiguar un poco los fuertes dolores que siente en los testículos, explica escuetamente una de sus hermanas. Se cree que tiene cáncer de próstata, pero su familia no ha podido confirmarlo porque a él no le permiten recibir verdadera atención médica.

En la cárcel tuvo una especie de “rebrote” de diabetes y se ha llenado de hongos que combate con una pomada. También sufre de hipertensión y solo con píldoras consigue algo de paz.

Pero a menudo los guardias le niegan los medicamentos. “Él grita y golpea la puerta pidiendo sus pastillas”, aseguró Fajardo. “Un día sacó el brazo por la ventanilla cuando llegaron a dejarle la comida. Y dijo que no lo metería hasta que le llevaran las pastillas para la tensión. Le metieron el brazo a garrote limpio. Lo golpearon y lo prensaron. Fue duro. Eso debió ser como a mediados de agosto, porque yo acababa de llegar a la galería”.

Actualmente lo dejan recibir algunas visitas. Está pálido, flaco y enfermo. Apenas es un retazo, una sombra del hombre que fue hasta el 8 de mayo de 2011.

Este domingo 30 de mayo Marvin cumple 50 años de vida. Diez de ellos los ha pasado en la cárcel y se cree que está perdiendo la razón.

Hasta principios de 2011, Marvin Vargas era el entusiasta y fogoso líder de los excachorros sandinistas en Nicaragua.

¿Qué hizo el Cachorro para molestar al régimen?

Cuando la dictadura lo echó preso, Marvin Vargas Herrera tenía 40 años y era un hombre recio y fuerte, el principal líder de los veteranos de guerra agrupados en una organización conocida como “Los Cachorros de Sandino”. Por muchos años se había identificado como sandinista, pero ese año empezó a reclamar al gobierno de Daniel Ortega el cumplimiento de los beneficios prometidos a los excombatientes que en los años ochenta pelearon en la montaña en nombre del primer régimen sandinista.

Su padre era una guardia de Anastasio Somoza Debayle, pero Marvin simpatizó con la ideología sandinista. Cuando tenía 16 años se enlistó voluntariamente en el Servicio Militar Patriótico (SMP), un año antes de cumplir la edad mínima oficial para participar en la guerra entre contras y sandinistas.

“Lo integraron en el batallón Laureano Mairena y anduvo patrullando entre la Sexta Región Militar, Matagalpa y la Séptima, el Caribe Norte”, detalló el periodista Eduardo Cruz en el reportaje El secuestro de Marvin Vargas, un cachorro del Servicio Militar Patriótico, publicado el 6 de agosto de 2017, cuando el Cachorro llevaba seis años en prisión.

Vargas participó en la Operación Danto 88, la mayor ofensiva militar lanzada por el Ejército Popular Sandinista, con la intención de destruir los campamentos de la Contra en Honduras y lograr un golpe de efecto antes de las inminentes negociaciones de paz.

“En la montaña anduvo perdido”, relata Cruz. Estuvo desaparecido durante varios meses y ya lo daban por muerto. Unos 27 meses después de haber ingresado al SMP apareció cerca de Apanás, enfermo y cargando a un herido. Fue hasta entonces que lo desmovilizaron. De manera que cumplió tres meses más de los que exigía la ley del SMP.

Integrado a la vida civil, trabajó como “corredor” en el mercado Oriental, “enamorando” a los clientes para que entraran a ver la ropa colgada en el tramo. También fue conductor de Telcor y de personas particulares.

Cuando Daniel Ortega regresó al poder, Vargas se asoció con otros excachorros para formar un grupo de desmovilizados del SMP. Así fue que en noviembre de 2007 nació oficialmente la Fundación de Veteranos de Guerra del Servicio Militar Patriótica, con personería jurídica otorgada por la Asamblea Nacional a través del decreto 5250. Todo indica que en ese tiempo el Cachorro, presidente de la fundación, gozaba de la simpatía del nuevo gobierno sandinista.

Pero los excachorros encabezados por Vargas nunca pudieron reunirse con Ortega y se molestaron cuando este se encontró con otros grupos de desmovilizados del EPS, e incluso de la Contrarrevolución.

Comenzaron las protestas contra el Gobierno, a través de acciones de presión como toma de edificios o tranques en carreteras. Y en enero de 2011 Vargas incluso amenazó con “montar el Operativo Danto 2011” en reclamo por “25 años en que nos han sometido al abandono a los 150 mil cachorros de Sandino”.

“Somos socialistas, solidarios y cristianos, pero hemos abierto los ojos”, declaró en marzo de ese año, cuando su grupo iniciaba un plantón en Managua y colocaba champas en los alrededores de la estatua del Soldado Desconocido. “Se nos han cerrado todos los espacios y no nos queda más que ir a la acción”, afirmó. Sus excachorros estaban cansados de pedir apoyo a Ortega y no recibir respuesta.

Dos meses después el Cachorro estaba preso.

Marvin Vargas fue procesado dos veces. La primera por estafa y la segunda por tráfico de drogas. La última vez lo condenaron a doce años y medio. LA PRENSA/ Archivo

Operativo policial y judicial

El domingo 8 de mayo la calle de su casa se llenó de patrullas. Unas diez camionetas con 40 o 50 policías. Vargas se hallaba de visita en la vivienda de un vecino y de ahí lo sacaron los agentes. Lo redujeron, lo golpearon, y le quebraron la nariz y la clavícula, narró su hermana Juana Vargas en 2019. Cuando se lo llevaban, esposado y ensangrentado, ella le preguntó a un policía que parecía ser el jefe:

—¿Pero por qué se lo lleva? ¿Qué hizo Marvin?

—¡Es un terrorista! Tiene armas para atacar al presidente —le respondió.

“Terrorista” es una palabra que se volvería tristemente célebre siete años después, cuando el régimen empezara a llenar sus cárceles de manifestantes opositores acusados de terrorismo. “Ellos siempre han tenido esa palabra para causarle daño a alguien que les estorba”, reflexionó Juana Vargas.

Dos días después del operativo inició un proceso judicial, pero no por terrorismo. Al Cachorro le abrieron una causa por estafa. Un hombre misterioso, identificado como Juan Carlos Canales, lo acusaba de haberle robado tres mil dólares en una sociedad de cambio de moneda que organizaron juntos.

Vargas en una de sus pocas visitas al patio del Sistema Penitenciario.

Ni siquiera se le acusaba de estafa agravada. Además de haberlo secuestrado sin orden de allanamiento, no le permitieron hacer uso de un derecho contemplado por la ley: que ese tipo de delito se arregla resarciendo la suma estafada. Lo condenaron a cinco años y medio de prisión.

A los cuatro años, una juez ordenó la libertad de Marvin Vargas, por buena conducta; pero en La Modelo se negaron a dejarlo ir y un mes después apareció un informe en el que se afirmaba que lo habían encontrado fabricando armas hechizas, algo que para el abogado Pablo Cuevas, de la Comisión Permanente de Derechos Humanos de Nicaragua (CPDH), es simplemente “ilógico porque está aislado”.

El resultado fue que la juez revocó la orden de libertad y el Cachorro cumplió la condena completa; pero de todas formas lo dejaron preso seis meses más. Fue entonces que recibió una concesión que en ese momento pareció una muestra de buena voluntad: le permitieron una visita conyugal.

Dos días después le estaban abriendo un nuevo proceso, esta vez por “tráfico de drogas”. Su esposa, decía la causa, le llevó la droga para que la vendiera en el penal. En otro proceso exprés lo condenaron a 12 años y medio de prisión.

A su familia no le gusta hablar sobre él. Temen que si lo hacen, el Sistema Penitenciario pueda quitarle los pocos derechos que todavía le respetan.

Marvin Vargas es un hombre quebrado, mental y físicamente. La moral caída. El espíritu doblegado. En febrero de 2017 publicó en una página de Facebook que está a su nombre, aunque no se sabe quién la maneja: “Pido clemencia desde la cárcel. Estoy enfermo, no puedo respirar, tengo problemas en el corazón… les pido a las personas que me tienen aquí que me lleven al médico, porque ya cumplí mi condena… No quiero salir en una caja, por eso les pido humildemente que me saquen… y perdonen todo el daño que les pude causar…”

La última vez que se vio a Marvin Vargas fuera del penal fue en junio de 2017, durante el juicio montado en su contra por tráfico de drogas. Desde entonces ha estado en completo aislamiento.

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