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Hasta siempre, don Enrique

Nos dejó un buen hombre. El último presidente demócrata de Nicaragua. En los años 80 le fue confiscado su patrimonio por defender sus derechos. Alcanzó la Presidencia de la República sin haber hecho vida partidaria, pues nunca fue de su agrado. Su fe religiosa le ayudó a vivir sin tres de sus cinco hijos, y sin su esposa.

Su vida empresarial fue de éxitos. Llegó a sembrar 30 mil manzanas de algodón y cada año repartía utilidades a sus trabajadores, hasta que todo le fue confiscado.

En política quizá su rasgo más emblemático fue su terquedad. Por eso no creía en las “amnistías” y fue el único presidente en los últimos 100 años que no promulgó esos “olvidos y perdones” que tanto daño le han hecho a nuestro país.

Dejo de ser presidente a los 79 años de edad y los 14 que vivió como expresidente los dedicó por entero a su principal legado, la biblioteca virtual que muchos utilizamos. Él siempre decía “mi vida es un libro abierto”, y en su biblioteca dejó para el escrutinio toda su gestión como vicepresidente y presidente, así como una colección de miles de documentos sobre temas de interés político, cultural, histórico y jurídico, entre otros. Cada vez que alguien ingrese a su biblioteca, estoy seguro que don Enrique se sentirá agradecido por haber contribuido a conocer la historia para tratar de evitar los errores cometidos, sin olvidar su libro La lucha por el poder. El poder o la muerte, tan vigente en estos tiempos.

La última vez que lo vi fue poco antes de su 93 cumpleaños, el 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima. Se había recuperado sustancialmente de la crisis de salud iniciada hacía ya un año y su mente estuvo lúcida hasta el último momento. Hace pocos días se vacunó contra la pandemia que nos azota e invitó al que pudiera, a que lo hiciera. Todavía quedó pendiente una visita que deseaba realizar al nuncio apostólico, Waldemar Sommertag, con quien nos unía una amistad de muchos años desde su época de secretario de la Nunciatura.

Don Enrique nos dejó un último legado, un libro que seguramente será póstumamente publicado y que trata sobre la última dictadura de su sucesor. Tuve el enorme privilegio de que me compartiera el borrador de la misma para mis comentarios, y que es una lección de historia contemporánea de la Nicaragua que tanto amó y que servirá de mucho en estos tiempos de hacer Patria. Hasta el final, Enrique Bolaños Geyer trabajó con el entusiasmo conque le conocí, gracias a la paciencia de Merlet Trejos, su secretaria de los últimos años, a quien —al haber perdido la visión en uno de sus ojos y estar afectado en el otro— no dejó descansar ni por el coronavirus para finalizar su libro, pues ya no podía ver la pantalla de la computadora.

Enrique Bolaños deja a la juventud su ejemplo de que “Sí, se puede”, pero para lograrlo hay que “Hacer un trato”, como repetía en sus mensajes de campaña en 2001. El “Churruco” se marchó sin ver a su país en democracia, pero seguramente desde donde fue recibido al abandonar la vida terrenal, sonreirá cuando alcancemos —ojalá de forma definitiva—, la libertad en Nicaragua. Entonces, descansará en paz.

El autor Fue ministro de Defensa en el gobierno de don enrique bolaños.

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