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Independencia de Centroamérica

El 15 de septiembre de 1821 se da sencillamente, mediante un acta, la independencia del reino español de la Capitanía de Guatemala, como se llamaba a lo que es hoy América Central.

Esta Capitanía estaba formada por las provincias de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. Panamá era un apéndice de Colombia.

El acta fue firmada por el propio Gabino Gaínza, español, encargado de la Capitanía, y algunos notables.

En realidad durante tres siglos, desde el descubrimiento de América en 1492 hasta principios del siglo XVIII, luego de la Conquista y después la colonización, los españoles crearon en lo que hoy es Hispanoamérica 4 grandes estados llamados virreinatos: El Virreinato de la Nueva España, el Virreinato de la Gran Colombia, el Virreinato de Perú y el Virreinato del Río de La Plata.

Era el istmo centroamericano una división colonial de poca importancia para el reino español. No obstante, desde que el rey Carlos I de España recibe noticias sobre una provincia del centro del istmo que posee un gran receptáculo de agua con un río navegable como desaguadero en el Caribe, manda a hacer el monarca un estudio; el primero, de otros muchos, sobre la posibilidad de construir un paso entre el Atlántico y el Pacífico, con lo que se ahorraría tiempo y energía cuando había que hacerlo por el natural estrecho de Magallanes. Hasta allí llegó el proyecto y hasta ahí siguen llegando también otros, a pesar de tantos esfuerzos de los gobiernos llegando al último en 2012 propuesto por el chino Wang Jing, proyecto fallido por la quiebra de la fortuna del oferente en operaciones de Bolsa.

Un amigo recordaba hace poco que Pablo Antonio Cuadra (PAC) decía que en Nicaragua hubo tres independencias: La del reino de España en 1821. La de Walker y su falange en 1857 y la Independencia Cultural con Rubén Darío. En Nicaragua, tradicionalmente, celebramos la segunda independencia de que habla PAC, la del 14 de septiembre de 1856, es decir que redujimos a esa fecha nuestra libertad. Nos parece que empobrecemos otras muestras de hidalguías nicaragüenses y centroamericanos cuando solo tomamos el combate de San Jacinto, jefeado y ganado por el general José Dolores Estrada sobre las huestes de Walker, más numerosas y mejor armadas que las nuestras. Sin duda, que la de nuestros patriotas, acantonadas en la Hacienda San Jacinto es hermosa y digna de celebración, la que llamamos nosotros Batalla de San Jacinto, pero no fue determinante para ganar la guerra.

Al tiempo de la independencia Nicaragua era un país despoblado. La población apenas llegaba a 153,000 habitantes.

En la época colonial Nicaragua contaba con 600,000 naturales, pocos años después llegó a reducirse a 30,000. Los indios eran exportados a Perú, según Ramiro de Quiñones, oidor de la Audiencia de los Confines fundada en 1542.

A partir de esa fecha la corona prohibió la exportación de indios de Nicaragua. Sin embargo, la población indígena siguió mermando, siendo esta una de las razones por qué Nicaragua como provincia colonial y luego como república independiente fuera dedicada por los españoles encomenderos a la ganadería, que requería poco personal. Esporádicamente hubo fuertes siembras de añil, cuya tinta se exportaba a Ecuador, saliendo barcos propios de los señores acaudalados ya criollos entonces.

Había en Nicaragua cinco clases sociales: los españoles de España que venían como gobernadores, oidores y otros cargos. Los criollos, hijos de españoles, sin mezcla de sangre; los mestizos, procreados por españoles con indígenas; mulatos e indígenas, que eran considerados iguales.

En 1821 existía en Nicaragua dos ciudades importantes y rivales irreconciliables: León, la capital, por ser asiento del gobierno y Granada, cuna de la aristocracia colonial, tanto como León dice José Coronel Urtecho en su libro-ensayo Historia de Nicaragua; que los Chamorro llegaron a Nicaragua en 1731, igual que los Argüello, dos familias, que con otras, los Zavala, Sacasa, Cerda, Cuadra, Lacayo y Arellano formaban la élite social-económica, solamente, ya que los cargos de gubernatura solo eran ejercidos por españoles venidos de España.

Esta selección del gobierno español despertó el descontento de los criollos en todo lo que es hoy Hispanoamérica. Se comprueba cuando estudiamos las luchas por la independencia que estuvieron jefeados por criollos que usaban a los mestizos para sus fines libertarios. Ejemplo: Simón Bolívar, libertador de Sudamérica, quien era un auténtico criollo.

Álvarez Lejarza dice en su ensayo Familia Chamorro, genealogía que las dos familias de abolengo más antiguas en Nicaragua fueron los Del Castillo y Guzmán en Granada y los Vílchez de León, que llegaron a principios de 1700.

En León poco antes de la independencia había 800 españoles, 400 mestizos, 1,000 mulatos y miles de indios maribios. En Granada 300 españoles, 3,000 mestizos, 1,000 mulatos y miles de indios jalteva.

En los albores del siglo XVIII las ciudades de León y Granada estaban divididas en el centro, donde habitaban las familias aristocráticas y la barriada, donde vivía el pueblo raso. Hasta había vallas que los separaban. Después estas divisiones se convirtieron en calles. En Granada el centro y Jalteva; en León el centro y Sutiaba.

Cuando llega el propio (así llamaban al correo) con el aviso de la independencia, Granada la acepta inmediatamente, no así León, las autoridades responden a su vez con una acta donde se dice que se abstienen de aceptar la independencia, mientras no se aclaren ciertos nublados. Por tal expresión ese documento se conoce como “Acta de los nublados”.

Para gobernar la nueva nación independiente, luego de luchas intestinas, al fin se nombra a don Manuel de la Cerda como gobernador y a Juan Argüello como vice.

No tardan los díscolos nicaragüenses en acusarse mutuamente de traición, Cerda y Argüello. Don Manuel de la Cerda renuncia a la jefatura y se refugia en su hacienda Buenaventura.

Hubo otras ciudades de menor importancia antes y después de proclamada la independencia. Rivas con 12,000 habitantes, de los cuales 1,600 eran criollos. Masaya, Chinandega, importante por contar con el puerto y astillero El Realejo en el Pacífico, por donde se exportaba el añil.

Vuelve don Manuel de la Cerda a la gubernatura esta vez con tropas adictas, que pelean contra las tropas de Juan Argüello. No terminan los disturbios con el fusilamiento de De la Cerda por orden de Argüello, sino que este ataca a los leales de De la Cerda hasta exterminarlos de manera horrible en el lugar llamado La Pelona.

También en Granada hay disturbios entre don Crisanto Sacasa y sus adversarios, hasta que de El Salvador llega una tropa de 500 hombres a pacificarlos.

Los granadinos desean y lo hacen, unirse al recién formado imperio de Iturbide, esto en 1822, cuestión que desagrada a los leoneses. Continúan las rencillas entre Granada y León. Los granadinos jefeados por don Fruto Chamorro encuentran en León un terrible adversario, Máximo Jerez, con ideas liberales. Ya no son Serviles y Fiebres, ni Timbucos y Calandracas los que se adversan. Ahora son ideas que dan inicio a los partidos Conservador y Liberal. Mientras las otras provincias tratan de organizarse ya independientes, claro que con etapas de enfrentamientos de poca duración, Nicaragua continúa enfrascada en luchas intestinas que duran 34 años a partir de 1821.

A Costa Rica la habían colonizado españoles pacíficos y letrados, mientras que en Nicaragua su primer gobernador fue Pedrarias Dávila, un señor de horca y cuchilla descendiente del Conde de Puñenrostro, llamado así por haber abofeteado al propio rey de España en una discusión por una pieza de cacería.

Algunos comentaristas dicen que los nicaragüenses padecemos el síndrome de Pedrarias en las personas de los gobernantes. José Coronel escribió unas páginas hermosas y terribles tituladas De Pedrerías a Gaínza, que otros plagian de Pedrarias a Somoza. Don Fruto Chamorro pone a León un sitio de 4 meses y las guerras siguen, no obstante, haberse retirado don Fruto a su hacienda, donde fallece.

En 1854 los leoneses jefeados por Máximo Jerez envían a Francisco Castellón a contratar los servicios mercenarios de William Walker, a través de Byron Cole; el objetivo es igualar a las fuerzas granadinas. Arriba Walker con sus 58 armados el 1 de junio 1855 a Nicaragua. Logra vencer al ejército costarricense en Rivas que había venido en ayuda a la resistencia contra el extranjero. El ejército de Costa Rica es también diezmado por el cólera morbus.

Ya en 1856 Walker se ha apoderado de Granada y se proclama presidente de Nicaragua con intenciones manifiestas de convertir Centroamérica en estados esclavistas. Es solo entonces que se alían los ejércitos de León y Granada para combatir a Walker unidos a los ejércitos de toda Centroamérica. El comodoro Cornelius Vanderbilt ayuda también con dinero y hasta la marina inglesa interviene y se logra expulsar a Walker, el Predestinado de los ojos grises, como lo llama el doctor Alejandro Bolaños Geyer en su espléndida obra.

Walker continúa siendo una amenaza para Centroamérica, pues no quiere abandonar un feudo que cree haber conquistado. Hasta que la marina inglesa lo captura y lo entrega a Honduras, donde fue fusilado.

El llamado Pacto Providencial entre don Tomás Martínez, conservador, y Máximo Jerez —liberal— dio por terminadas las rencillas entre León y Granada, dando origen a los 30 años de paz (1858-1893). Tema agotado con elegancia y veracidad por Arturo Cruz Sequeira en su libro La República Conservadora de Nicaragua.

He pretendido dar una idea, aunque somera y a saltos, de cómo fue la vida en Nicaragua un poco antes y un poco después, ya en su vida independiente.

La autora es profesora retirada. Exdiputada y exdirectora del Instituto de Cultura de Nicaragua.

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