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Dos siglos de experiencia electoral

Después de doscientos años de independencia política nacional, durante los cuales se han venido realizando elecciones regularmente, Nicaragua debería ser un país maestro en comicios de buena calidad. Pero no lo es.

       Nicaragua, como parte de la provincia colonial de Centroamérica obtuvo su independencia en 1821. Según el libro en tres tomos Las Leyes Electorales en la Historia de Nicaragua, del historiador Antonio Esgueva Gómez, en 1823 se celebraron las primeras elecciones que fueron de miembros de un cuerpo legislativo llamado Congreso Centroamericano, con sede en la ciudad de Guatemala.

       Después de que en 1838 Nicaragua se separó de la Federación Centroamericana y se instituyó como Estado independiente, en el país se comenzó a celebrar regularmente elecciones para escoger democráticamente a las autoridades supremas. Era, al mismo tiempo, un proceso de aprendizaje político e institucional en el cual hubo intermitencias, pero se iba avanzando.

       La doctora Rosa Marina Zelaya, quien fuera presidenta del Consejo Supremo Electoral en el período de 1996 al 2000, dice en el prólogo que escribió para la obra de Esgueva Gómez que “en Nicaragua se han celebrado elecciones a lo largo de su historia desde la independencia a la fecha”. Se refiere al año 1995, cuando se editó la mencionada obra de historia electoral.

       Explica la doctora Zelaya que “los sistemas electorales resultan de la evolución de los procesos políticos. En ellos intervienen factores tales como el desarrollo económico, la estructuración de la sociedad, el grado de desarrollo de los partidos y de la cultura política de los pueblos, y la variedad de los conceptos o modelos de los regímenes políticos”.  Ahora bien, se puede decir que en la historia electoral de Nicaragua, desde la Independencia nacional hasta la dictadura liberal de José Santos Zelaya de 1893 a 1909 las elecciones en términos generales fueron libres y limpias —aunque no exentas de defectos—, con excepción del bache vergonzoso de 1856 cuando el filibustero yanqui William Walker se hizo “elegir” presidente de Nicaragua mediante la fuerza de las armas y el fraude electoral.

El autoritario general Zelaya desdeñó el procedimiento democrático electoral para mantenerse en el poder y se hizo reelegir mediante decretos de una Asamblea Constituyente. Pero cayó la dictadura zelayista y se pudo volver a hacer elecciones básicamente libres y honestas. Los liberales regresaron al poder y después de dos elecciones libres consecutivas el país cayó en manos del  dictador militar Anastasio Somoza García —también liberal, como Zelaya—, y a partir de entonces lo que hubo fue comicios fraudulentos, unos más escandalosos que otros.

       Las elecciones libres y limpias volvieron a ser posibles en 1990, después de dos dictaduras y dos guerras civiles. Hubo dos elecciones transparentes más, en 2001 y 2006, y paramos allí de contar.

       Desde entonces los ciudadanos nicaragüenses tienen la posibilidad de ir a votar, pero de hecho no pueden elegir. Esto será posible hasta que Nicaragua deje de ser una especie de sultanato y vuelva a ser república.

Editorial elecciones Nicaragua archivo
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