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¿Adiós a la OEA, o hasta luego?

Como se esperaba, el régimen de Daniel Ortega denunció la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA), con lo cual se inicia un período de dos años al cabo del cual Nicaragua quedará fuera del organismo interamericano.

Evidentemente, el régimen de Ortega se adelantó a denunciar la Carta de la OEA antes de que esta pudiera suspender a Nicaragua por violaciones graves y flagrantes de su gobierno, a la Carta Democrática Interamericana. 

Algunos no creían que esto pudiera suceder, pero era una cuestión de simple lógica política. Si Cuba fue expulsada de la OEA en 1962, sin consecuencias para la dictadura castrocomunista; y Venezuela se retiró voluntariamente,  también sin consecuencias para la dictadura bolivariana de Nicolás Maduro, ¿por qué el régimen de Nicaragua que es su fiel aliado y compañero de aventuras no iba a irse también de la OEA?

Pero además, como lo dijimos varias veces inclusive citando frases del mismo Daniel Ortega, él quería salirse de  la OEA desde que lo comenzó a presionar acusándolo de incumplimiento de  los compromisos internacionales del Estado de Nicaragua con la democracia representativa y los derechos humanos.

Sin decirlo expresamente el régimen de Ortega enarbola la bandera del soberanismo a ultranza, la que contrapone a los principios y normas de la Carta Democrática Interamericana  que contempla el derecho de  los Estados de la OEA a autogobernarse, pero  con respeto a los principios, valores y normas de la libertad de las personas, la democracia representativa como forma de gobierno y la vigencia plena de los derechos humanos.

En la actualidad el derecho internacional no permite que ningún gobierno se escude en la soberanía y la autodeterminación nacional para hacer lo que quiera dentro del país y contra su propio pueblo, pero es evidente que   algunos lo hacen.

Precisamente en base a la ideología y política soberanista, el presidente  mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha recogido el afán del extinto dictador venezolano Hugo Chávez, de sustituir a la OEA con otro organismo regional desvinculado de los Estados Unidos (EE.UU.). Es obvio que López Obrador quiere reemplazar a EE.UU. como potencia hegemónica en la región, al menos en la parte mesoamericana, como ha sido el sueño secular de algunos políticos expansionistas mexicanos. 

No es seguro, aunque tampoco se puede descartar, que los enemigos de la OEA logren su propósito de liquidarla que ya lo han intentado aunque sin éxito mediante la creación de la alianza Alba y la Celac, o sea la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe.

Pero si la OEA sobrevive, renovándose y fortaleciéndose como quieren los gobiernos democráticos, Nicaragua podrá volver a ella. Se dice en derecho –según el denominado principio del paralelismo jurídico–, que las cosas se deshacen como se hacen. De manera que un nuevo gobierno democrático podría reincorporar al país a la OEA, la organización hemisférica vilipendiada por Ortega que en un tiempo fue aprovechada por los sandinistas  para derrocar al somocismo e instaurar su propia dictadura.

Editorial Daniel Ortega Nicaragua OEA archivo
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